Revista Cultura y Ocio

Porque yo no soy tonta...

Por Luciadevicente

Porque yo no soy tonta...Aunque muchas personas se empeñen en pensar lo contrario, en realidad, al igual que el muchachito ése del anuncio de Media Mark, «yo no soy tonta».   Desconozco por qué la gente piensa que todo aquél que no se dedica al autobombo y la autopromoción a grito pelado, ni va diciendo que es quien mejor hace cualquier tarea que se proponga, es bobo de remate y se merece que le traten como un pedazo de mierda (perdonad el léxico, pero es que ahora mismo no estoy para finezas).    Está visto y comprobado que, para que el resto de desaprensivos que giran a mi alrededor me tenga en cuenta, lo mejor que puedo hacer es pasarles factura y, además, a ser posible subidita de precio.    El siglo XXI no cree en la generosidad. ¡Qué pena!   Tengo una amiga que siempre me dice que vivo rodeada de «garrapatas», y en realidad razón no le falta, pero bueno, también es cierto que de vez en cuando me permito la ira y exploto como una botella de cava bien agitado. No soluciono nada, pero cuando estoy saturada y me dejo llevar, me quedo como Dios… Esos son los momentos que mis supuestos enemigos aprovechan para decir que tengo demasiada mala leche… Si de verdad tuviera tanta como ellos creen, otro gallo me cantaría, pero qué le vamos a hacer, cada cual elige su camino y yo prefiero seguir pensando de mí misma que soy una buena persona y que el mal hacer y la falta de principios ajena no va a corromperme.   No obstante, al parecer es menester dedicarse a despotricar a voz en cuello y poner pingando a todo el que se cruza en tu camino para que te respeten. Aún no sé si este fenómeno se produce y multiplica por miedo a las represalias de una lengua viperina o sucede porque tus «rendidos servidores e inquebrantables amigos» están completamente convencidos de que tu intervención —cualquiera que ésta sea— es primordial en sus vidas. El caso es que, cuando te comportas como una auténtica arpía de leyenda, es justo cuando te reverencian como si fueras el paradigma de la amistad y la profesionalidad.   Llegados a este punto cada vez estoy más convencida de que soy extraterrestre. Empiezo a pensar seriamente que alguna nave alienígena me abandonó hace ya demasiado tiempo en un paraje ignoto, de donde fui recogida por el último alma caritativa que pisaba la faz de la Tierra y, tras criarme a base de Pelargón —porque hay que ver lo poquito que he crecido—, me soltó a mi suerte por estos mundos de Dios.   Es triste, muy triste, descubrir que en esta sociedad que vivimos ya no hay valores y que el «tanto tienes, tanto vales» se ha convertido en una religión, aunque en realidad no tengas absolutamente nada y sólo seas producto de un marketing personal muy estructurado.    De poco sirve ser generosa con tu tiempo y tu experiencia hacia aquellas personas con las que tienes la desgracia de compartir espacio; que te importe poco el dinero y no pidas nada a cambio de tus esfuerzos; que confíes en que la gente va a actuar de buena fe y se va a comportar como Dios manda… Tan buenas intenciones no sirven de nada porque ellos, con esa gran capa de pintura que maldisimula los numerosos desconchones de su máscara de coleguitas, intentarán destruirte por todos los medios en lugar de responderte con agradecimiento y comportarse contigo con honradez y lealtad.   Yo no pido nada más; sólo lealtad. Ya he dicho que, aunque no me dedique a colgarme medallas, no soy ninguna imbécil y mi cociente intelectual se encuentra dentro de la media, así que cuando creo oportuno cobrar por mis esfuerzos lo hago y cuando me apetece, lo regalo. Sin embargo, ¿quién ha dado permiso a los desleales con los que he tenido la desgracia de toparme a pensar que tienen derecho a vapulearme e intentar hundirme? ¿Es que creen que de verdad soy idiota y no voy a darme cuenta de lo que pretenden hacer?   Lo único que ocurre es que procuro ser coherente con mis acciones y, una vez tomada una decisión, aunque luego me dé cuenta de que ha estado equivocada, suelo asumir mis errores con dignidad. Ya lo dice el refrán, «no hay mayor desprecio que no hacer aprecio», y a esa panda de ególatras lo que más le duele es que ignores sus cagadas.    ¡Pero que nadie se confunda! Mi, en apariencia, indiferente actitud no significa que no me haya percatado de lo que han hecho y tome debida nota para el futuro. Eso sí, ¡sin acritud!, que diría aquel ex Presidente de Gobierno de la historia de nuestra madre patria.   Lo que yo tengo muy claro, pero al parecer es necesario que lance un aviso a navegantes, es que a pesar de saber quiénes son y cómo actúan todos aquellos que me están puteando hasta el infinito y más allá, he decidido no amargarme la existencia y pasar por alto los muchos desplantes y rabotazos que los desagradecidos que un día tomé por amigos y colaboradores me regalan a cada paso del camino.   Así que, amig@ mí@, de verdad, no te esfuerces. No sigas buscándome las cosquillas porque no me las vas a encontrar. Sigue tu camino y déjame que yo siga el mío en paz. Eso sí, te quedaría muy agradecida de que me avisaras de antemano para que no dedique ningún esfuerzo en tu persona.    Aunque, si no lo haces, descuida que ya me daré cuenta yo solita.

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