Revista Cultura y Ocio

"Pórtico" de Frederik Pohl (1977)

Publicado el 28 noviembre 2014 por Tomas

Título: Pórtico (Gateway)
Autor: Frederik Pohl. Uno de los autores de Ciencia-Ficción más destacados, con una trayectoria de 75 años dedicada al género, como escritor, agente literario, editor y conferenciante. Su entrega le granjeó cuatro Premios Hugo, tres Nebula, un Locus y dos John W. Campell Memorial. En su adolescencia co-fundó los Futurians, un grupo de aficionados a la Ciencia-Ficción, más tarde escritores de la misma. En KindleGarten lo conocimos con la reseña de su "Mercaderes del espacio"
Género(s) y estilo(s): Es una novela de Ciencia-Ficción blanda, que combina elementos del género de aventuras con aspectos de la llamada Ciencia-Ficción social, y que por ambientarse en un posible futuro, pertenece a la rama de la Anticipación, con un cierto tono distópico, por el escenario que plantea.
Qué cuenta: En el Siglo XXII, la Tierra se encuentra superpoblada y sus recursos totalmente esquilmados, hasta el punto que la alimentación se obtiene de sustratos de hibrocarburos. La única posibilidad de supervivencia de la raza humana procede de Pórtico, un asteroide cercano a Venus, en el que una avanzada especie alienígena, los Heechees, dejó abandonada su base de exploración espacial. Desconociendo los principios de funcionamiento de la tecnología Heechees, los humanos operan sus naves por intuición. Las misiones a bordo de las naves Heechees, en busca de objetos e instrumentos de valor, pueden suponer, para aquellos que se aventuren en ellas, la más inmensa fortuna o una muerte segura. 

"Pórtico" es el inicio de una pentalogía conocida como "Los Heechees" o "La saga de los Heechees". Tiene, además, el honor de haber obtenido los cuatro grandes premios de la Ciencia-Ficción: el Hugo, el Nebula, el Locus y el John W. Campbell Memorial
Frederik Pohl presenta un escenario y un contexto que destacan por su originalidad. Veamos:
En un futuro cercano, la humanidad ha agotado los recursos naturales de la Tierra. Los alimentos se obtienen a partir del cultivo de levaduras y bacterias del petróleo. La extracción de hidrocarburos ha convertido estados enteros como Wyoming, Utah y Colorado en gigantescas minas. La vida en Venus no es mucho mejor, con la población recluida en malolientes galerías subterráneas. La única esperanza de la humanidad es Pórtico: un asteroide situado cerca de Venus, perforado por cientos de kilómetros de túneles, en el que una raza desconocida y muy avanzada tecnológicamente, los Heechee, abandonaron, hace medio millón de años, casi mil naves espaciales.
Estas naves permiten viajar a cualquier lugar del Universo a velocidades hiperlumínicas, y a los prospectores (así se llaman los expedicionarios) si tienen suerte, encontrar y traer consigo instrumentos de alta tecnología, que puedan mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la Tierra. Los descubrimientos quedan a beneficio de Empresas Pórtico (más conocida como La Corporación), consorcio participado por los diversos Estados de la Tierra (con un mapa sociopolítico diferente al actual, que incluye a los Estados Unidos de América, la Unión Soviética, los Estados Unidos de Brasil, la Confederación Venusiana y el Nuevo Pueblo de Asia), y suponen una serie de regalías y porcentajes de beneficios para sus descubridores. 

El problema radica en que nadie sabe con certeza cómo funciona la tecnología Heechee, ni ha sido posible desentrañar los sistemas de navegación y pilotaje de sus naves, con lo que cada viaje de prospección es una aventura y una incognita: no se sabe ni a dónde se va, ni a qué distancia, ni cuánto se tardará en llegar y volver. Algunas naves regresan vacías, o destrozadas de tal manera que quedan inutilizables (nadie sabe repararlas). Muchas expediciones suponen la muerte o daños severos para todos o varios de sus tripulantes. Otros vuelven con las manos vacías, otros no regresan jamás, y unos pocos tienen la fortuna de un hallazgo que les suponga ganancias económicas (mayores o menores, según su suerte), e incluso les permita retirarse. 
Ser prospector en Pórtico es una aventura en toda regla: el viaje de desplazamiento al asteroide y los costes de alojamiento en él son elevadísimos, y no se admiten personas improductivas ni que no puedan pagar su manutención. A quien no puede afrontar su estancia, se le invita a embarcar en el primer crucero disponible o se le lanza al espacio sin traje protector. Mucha gente ahorra durante años en la Tierra o en Venus para pagarse su pasaje a Portico y probar fortuna. El caso del protagonista es diferente, pues todo comienza con un boleto premiado de lotería. 
Robinette Broadshaw (es un varón, pese a su nombre, como recuerda en la primera frase del libro) es un minero de Wyoming, condenado a una existencia precaria y monótona, trabajando en las minas de hidrocarburos (un trabajo de alto riesgo y que provoca graves enfermedades pulmonares) y pasando sus momentos de ocio deambulando, bebiendo y persiguiendo mujeres. El día siguiente a cumplir veintiséis años gana 250.000 dólares en la lotería, y decide invertirlos en cambiar de vida: compra un pasaje a Pórtico, dispuesto a probar suerte como prospector. 

La novela, dividida en treinta y dos capítulos, está narrada en primera persona por el protagonista: Rob, Robin, Robinette o Broadshaw, según quien se refiera a él. Hay dos tipos de capítulos, que se alternan. Unos transcurren en Pórtico, y Rob los narra en retrospectiva, en pasado. Otros transcurren en Nueva York, y son narrados en presente, mientras Rob acude a la consulta de un robot psicoanalista al que llama, con ironía, Sigfrid von Schrink.
Adicionalmente, la novela está salteada por fragmentos de conferencias, notas de prensa, extractos de memorandos, y boletines de anuncios por palabras y noticias, que dan una idea de los aspectos cotidianos de Pórtico. Como curiosidad, en las conversaciones entre Rob y Sigfrid, en ocasiones se nos muestra la charla vista internamente por éste, en una especie de lenguaje computacional. 
De tal manera que Rob, que se ha enriquecido con su tarea de prospector, está viviendo en la Tierra, en Nueva York ("debajo de la gran cúpula"), gozando de un Certificado Médico Completo (que le permite acceder a tratamientos médicos que frenan el envejecimiento), llevando una vida ociosa y disoluta, y acude a terapia psicológica con Sigfrid, aunque no sabe muy bien por qué. 
Así pues, Rob relata su vida en Pórtico, la organización del mismo, la interacción social de sus diferentes habitantes, su modo de vida, sus hábitos y costumbres, y de igual modo las características de las misiones de exploración, los tipos de naves (de una, tres y cinco plazas), las relaciones que se establecen en los viajes o los problemas que surgen en ellos. El microcosmos de Pórtico permite a Pohl hacer un retrato de la sociedad en general, y de la transformación que la personalidad de los individuos sufre en la adaptación a un medio hostil e inhospitalario.

Porque Pórtico es un mundo "de avanzada", de "última frontera", lleno de grandes oportunidades pero también peligroso, desconocido y de una fiera adversidad. El mito de Pórtico como pasaporte a la riqueza y como trampolín para una vida nueva remite a las fiebres del oro del siglo XIX o a El Dorado de los españoles. 
Resulta llamativo como Frederik Pohl retrata en los mineros de la Tierra, en los prospectores de Pórtico, y en Rob en particular, los rasgos de una sociedad individualista, en la que nadie muestra motivaciones o impulsos de cambiar la situación colectiva, de asociarse o sindicarse, de movilizarse masivamente para exigir cambios sociales. Rob y el resto de prospectores buscan el lucro y el enriquecimiento personal, interesados solo en mejorar su situación individual. 
Hay dos elementos que impregnan toda la novela, y casi parecen tangibles: la suciedad y la desesperanza. Tanto las minas de Wyoming, como los túneles de Pórtico, como Venus, como las naves de los Heechee, son citados por Frederik Pohl como lugares sucios, malolientes, nauseabundos, pestilentes, y la fetidez es una constante en los recuerdos y la narración de Rob. Asimismo, el texto transmite sensación de desazón, de falta de expectativas: la Tierra, Venus o Pórtico son lugares sórdidos, desabridos y poco acogedores, en los que no hay salida ni porvenir. Solo Pórtico ofrece la oportunidad de cambiar el panorama con un golpe de suerte, con una misión afortunada, por la que vale la pena correr el riesgo de regresar muerto, desnutrido, en coma o esparcido en trozos por la nave, o simplemente de no regresar. 

Como contrapunto, Pohl ofrece la camaradería entre los prospectores como remedio para la crudeza de la vida en Pórtico. Relaciones que no siempre suponen la amistad verdadera, pero que muestran una preocupación por los demás, un apoyo mutuo e incluso una sana competencia que incluye la alegría por el éxito ajeno. 
Sobre esto, cabe decir que el autor desarrolla bien los personajes, no con una profundidad absoluta, pero sí lo suficiente para no ser meros soportes de la trama. La Familia Forehand, originarios de Venus, cuyos cuatro miembros se embarcan juntos como prospectores, y que recurrieron incluso a la prostitución y al sacrificio de un miembro para poder viajar a Pórtico; el estoico Shicky Bakin, carente de piernas, que trabaja como basurero y entregó todas sus ganancias a su hijo, afrontando con ascetismo la posibilidad de ser expulsado al espacio; Klara, la valiente pareja de Rob, aquejada de ludopatía; el brasileiro Francisco Hereira, que se convertirá en uno de sus mejores amigos... la novela de Frederik Pohl tiene, como dijimos, mucho de Ciencia-Ficción social, y lo verdaderamente importante en ella, a mi juicio, no es tanto la exploración espacial como el mosaico de personas que componen la sociedad de Pórtico.
Sobre Rob Broadshaw, el protagonista, cabe concluir que, pese a narrar, rememorando, sus vivencias en Pórtico, posee algún tipo de bloqueo mental que le impide recordar gran parte de lo sucedido, o al menos la terapia de Sigfrid parece orientada a desbloquear los recuerdos, sugiriendo hasta la hipnosis a tal fin.  

A mi parecer, Rob es un personaje interesante. No es un héroe, ni un cúmulo de virtudes. Todo lo contrario, es una persona común y corriente, vulgar incluso, y alguien con quien muchos podemos sentirnos identificados: es débil de cáracter, egoísta, indeciso, pusilánime a veces; es cobarde y pospone una y otra vez su primera misión; en muchos momentos vive de Klara, su pareja, y se siente desazonado por ello; arrastra un complejo de culpabilidad hacia su madre; hace daño a las personas que ama (llega a agredir físicamente a Klara, rompiéndole varios dientes), no sabe conservar a aquellos que le hacen feliz... sin ser psicólogo, diría que padece algún tipo de trastorno pasivo agresivo. 
También resulta curiosa la postura de Pohl hacia el psicoanálisis, que vemos a través de Sigfrid, una máquina que se desempeña como el clásico psicoterapeuta (hasta proyecta una imagen humana, sentada a la cabeza del diván con una libreta y un lápiz). indagando en la mente de Rob y reduciéndolo todo a conceptos freudianos, como el complejo de Edipo o la fijación anal. En un momento de la novela, Rob llega a concluir que, para él, la idea de amor está relacionada inseparablemente con que le introduzcan objetos por el ano. El hecho de que el psicoanalista sea un robot, insensible a los insultos y arrebatos de ira de Rob, inasequible al cansancio (atiende pacientes las veinticuatro horas), muestra un concepto poco halagüeño de dicha terapia [cada día más en entredicho, por cierto]. 
Por último, es necesario comentar que Pórtico abre muchas cuestiones, pero no las resuelve. Casi todo queda en el misterio, incluidos los acontecimientos que condujeron a Rob a su posición actual de riqueza y retiro ocioso. Sabemos que hizo tres salidas (tiene tres brazaletes de metal acreditativos) pero no queda claro cuál fue el descubrimiento que le reportó tan altísimos honorarios. Tampoco se aclarará el funcionamiento de las naves Heechee, ni el destino de muchos de los personajes. Desconozco si Frederik Pohl ya había concebido la obra como una saga, o al menos si tenía claro que Pórtico tendría continuación. Porque, como sea, el universo queda presentado, pero ofrece mucho más de que entrega en esta primera novela, y a la historia le falta un puntito de fuerza, no hay un momento de clímax. Pese a ello, es una lectura placentera, tanto en lo que concierne a la parte más científico-técnica, con la descripción de las naves y otros instrumentos Heechee (es Ciencia-Ficción blanda, no esperéis rigor ni explicaciones detalladas y factibles) como en lo tocante al aspecto social y psicológico, en el que Pohl se mueve con mucha soltura. 
Más datos de interés: En 1992, la compañía Legend Software comercializó un videojuego basado en la novela, y titulado del mismo modo: Gateway. Es una videoaventura de "point and click", y no he podido localizarla en castellano. Existe bastante información sobre ella, en enlaces como este

Como está considerada abandoware, puede descargarse libremente, por ejemplo de aquí, de aquí o de aquí, donde también tenéis reseñas, pantallazos y más información. Eso sí, para hacerla funcionar necesitaréis un emulador de MSDOS (en el primer enlace recomiendan "pure WinXP, DOSBox and VDMSound"). 

El juego tuvo una segunda parte, Gateway II: Homeworld, publicado en 1993, y del que hablaremos llegado el momento. 
Esto, por ahora, sería todo. Por mi parte, continuaré leyendo la saga de los Heechee, a la espera de que el universo presentado aquí por Frederik Pohl crezca, se desarrolle y ofrezca respuestas a tantas y tantas cuestiones que dejó abiertas con esta primera entrega. Nos leemos!

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