Y Rockarte ahora se metió con los queridos Portishead, y con un disco en vivo de uno de esos conciertos de rock que hicieron historia: "Roseland NYC Live", un vivo que transpira climas, tensiones, cargado misteriosamente de melancolía, malhumorado depresivamente. Estos son algunos de los adjetivos que se me vienen a la mente al recordar este disco. Muchas de las composiciones suenan mucho mejor, incluso más agresivas, que en los álbumes, mientras que la voz de Beth Gibbons es perfecta para transmitir todas las emociones. Este concierto tuvo un sonido cristalino, claro, donde las partes de la orquesta fueron arregladas de manera exquisita y sutil para obtener la obra tremendamente climática que hoy Rockarte homenajea con su animación.
Y luego del video vamos con un comentario necesario para este disco, y luego la animación de Rockarte que hoy nos nuclea aquí, en este fogón virtual.
Hay bandas que a través de la historia de la música, han dejado una inmensa huella, muchas veces con una producción escasa y que en la mayoría de las ocasiones pareciera ser egoísta, ya que nos dejan con un gusto a poco y siempre con las esperanzas de que en algún momento exista una reunión, un nuevo disco y por consiguiente, una gira. Este el caso de la banda Portishead que, con un catálogo discográfico mínimo y un estilo elegantemente inigualable, lograron transformarse en los imprescindibles y favoritos de todo el sonido Bristol.
A mediados de los años 90´s, la banda ya contaba con un amplio reconocimiento y dos obras maestras indiscutibles, hablamos del clásico y a estas alturas disco de culto “Dummy” y el oscuro “Portishead”, si bien hay pequeñas diferencias entre uno y otro, ambos trabajos no marcarían una importante evolución en el estilo del grupo, por lo tanto, las dos etapas suenan perfectas entremezcladas y esto quedó más que demostrado en el innovador concierto que la banda ofreció el 24 Julio de 1997, en la mítica sala neoyorquina Roseland Ballroom.
Para esta especial ocasión, la agrupación se hizo acompañar de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, lo cual indudablemente le entregaría una mayor profundidad atmosférica a cada composición y mayor dramatismo a la música de los británicos, transformando la histórica cita en un ejercicio de enorme capacidad interpretativa, una prueba más del gran talento de la banda a la hora de interpretar esas melodías letárgicas que tanta adicción provocan y que transportan a paisajes de encanto y penumbras.
El set de canciones, de esa lejana noche del 97, comenzó con “Humming” y esa introducción al más puro estilo de música incidental de tétrica película en blanco y negro, la pieza musical a medida que iba avanzando se vestía de fina melancolía, coronada por el velo de la pálida sensualidad a cargo de la voz de Beth Gibbons. La banda continuaría con la refinada distorsión de guitarra y el beats intenso de “Cowboys” y el distinguido arreglo al estilo jazz big band del enorme “All Mine”, una de las melodías mas reconocidas de la banda y con la cual se comenzaba a presagiar lo intenso y especial de esa inmortal jornada.
El sonido sombrío de “Over” con ese susurro de guitarra repetitivo y funerario a cargo del gran Adrian Utley o el intrincado ritmo soul de “Only You” adornado por los scratch polvorientos del talentoso Geoff Barrow, daban cuenta de la enorme capacidad de la agrupación a la hora de tocar, ya que cada arreglo pareciera estar muy bien pensado y en su preciso lugar. Las versiones presentadas en este concierto no distan demasiado de las originales grabadas en los discos, lo cual refleja el excesivo perfeccionismo de la banda.
Otras de las cosas especiales de este concierto, fue su gran puesta en escena, al revisar imágenes de la época, se puede apreciar a la agrupación compenetrada en el centro del escenario, rodeada por la inmensa orquesta y detrás de estos, el público absorto. En registros audiovisuales podemos ver a Gibbons estar más tímida de lo normal, siempre encorvada frente al micrófono, con el fiel cigarrillo en su mano y llenando todos los espacios con el estilo enorme de su voz y su penetrante potencia emocional.
Lo presentado por la banda aquella noche, fue un setlist perfecto, un repertorio en el cual se resume todo lo que son como músicos, desde las melodías más pop, pasando por la melancolía soul y la electrónica introspectiva que va creciendo hasta alcanzar lo más denso y oscuro. El grupo regaló al público sus mejores composiciones, en donde no podían estar ausentes clásicos como el film noir por excelencia “Sour Times”, el sutil y cansado erotismo de “Glory Box” o la sentida y profunda “Roads” que, por la reacción del público asistente, pareciera ser una de las canciones favoritas del conjunto de Bristol.
Sin duda alguna, estamos frente a uno de los mejores shows en vivo de la década de los noventa. Para nuestra fortuna, Portishead decidió editar parte de este concierto como un disco, VHS y años más tarde una versión en DVD con mucho material extra. Un documento más que valioso y que nos permite descifrar, de cierta manera, la magia detrás de esta banda. Definitivamente, ya es tiempo de que vuelvan para seguir acompañando nuestros eternos desvelos musicales con nuevo material o en el mejor de los casos, nuevos conciertos, igual de buenos e históricos que este Roseland NYC Live.
Y aquí, la animación de Rockarte...
Edición Rockarte.
Si no podés ver la animación, venite acá:
https://fb.watch/mDeKD2yGwL/