En mitad del Camino tuve que parar en Portomarín obligada por el médico y por mis rodillas. Al principio me fastidió un poco -¿qué iba a hacer dos días en un pueblo de 1.500 habitantes?-, pero decidí tomármelo con filosofía porque total, la oportunidad de poder estar vagueando durante 48 horas no se tiene todos los días. Así que después de visitar el ambulatorio y salir con una prescripición -nada de caminar en, al menos, 2 días-, me fui al ayuntamiento y cogí unos folletos turísticos. No podía andar largas distancias pero dar un paseito no sería muy perjudicial… y así empezó mi historia con Portomarín, hasta casi empadronarme en el pueblo. Vale, esto es exagerado.
Si vienes haciendo el Camino desde Sarria y Ferreiros, antas de llegar a Portomarín te encuentras el puente que atraviesa el Miño. Mejor no lanzarse a cruzarlo (aunque en determinadas condiciones unos metros parecen eternos) porque a mano derecha hay un mirador con una vista espectacular y un resumen de la historia del pueblo. Las ruinas del viejo Portomarín están sumergidas en el agua del Miño y enfrente, en un cerro, se alza el actual municipio. En los años 60, con la construcción del pantano de Belesar, las casas del antiguo pueblo desaparecieron y se construyó el nuevo núcleo en un alto. Los edificios más representativos se desmontaron piedra a piedra para trasladarlos hasta la ubicación moderna. Desde el mirador también podemos ver unos canales de piedra formando cuñas. Son los caneiros y se utilizan para la pesca tradicional de anguilas. Los pescadores van en barca hasta estos canales y una vez allí colocan las redes. Las anguilas se introducen en los caneiros huyendo de la corriente y por la noche se recogen. Hace años, mucha gente del pueblo vivía de la pesca de la anguila y es una tradición que se está volviendo a recuperar hoy en día. Así que ya sabéis que hay de comer
.Desde el puente se ven los canales para la pesca de anguila
Cruzamos el puente y lo primero que nos encontramos es que tenemos que subir las escaleras de la capilla de las Nieves. Para construirla se utilizó un arco del antiguo puente romano. Otros de los edificios que se salvaron del agua fueron la Iglesia románica de San Pedro (a las afueras ) y la Iglesia Fortaleza de San Nicolás, en la plaza principal. En esta plaza porticada está también el ayuntamiento, una escultura dedicada a los peregrinos, varios restaurantes… y de ella sale la calle comercial con sus soportales.
Otras opciones turísticas en el pueblo son sus sendas peatonales, aunque si estás haciendo el Camino casi seguro que llevas suficientes kilómetros encima. Si no es el caso, puedes acercarte al ayuntamiento a coger el folleto turístico y probar los recorridos que proponen.
Capela das Nieves con el arco del puente romano
Ayuntamiento
Iglesia de San Nicolás
Iglesia de San Pedro
Para comer
A parte de la pesca de la anguila, otra de las tradiciones del pueblo también tiene que ver con la gastronomía, aunque más bien con la bebida. El aguadiente se continúa haciendo, al modo de siempre, en los alambiques y el domingo de pascua se celebra una fiesta que termina con una queimada.
Para los golosos. En este pueblo se hacen las tartas de Ancano que se venden por toda Galicia y por supuesto no podemos dejar de probar las empanadas, entre ellas la más especial, la de anguila, aunque supongo que se elaborará solo en ocasiones especiales porque yo no la encontré.
Alambique o alquitara para el aguardiente
El pueblo está lleno de restaurantes, así que sitios para comer no faltan. El O Mirador, a la salida del pueblo, tiene unas vistas espectaculares en la terraza del comedor.
Para dormir
Como está en pleno Camino de Santiago, hay varias opciones de alojamiento. Podemos elegir entre el albergue municipal para peregrinos (5€), varios hostales con dormitorios (unos 10€ por cama) y habitaciones privadas, un par de hoteles… todo depende de lo que queramos gastarnos. Yo me quedé en el albergue Portosantiago, en una habitación individual con baño compartido (20€ por noche) y acerté de lleno. Tiene un jardín con hamacas, cocina, zonas comunes, wifi, 14 plazas en dormitorio (10€), varias habitaciones dobles e individuales (20-30€), lavadora, secadora… y los dueños son muy simpáticos.
Y lo que más me gustó del pueblo (y mira que es típico decir esto) fue lo encantadora que es la gente y su hospitalidad.