Revista Medio Ambiente

"Portugal está moito máis coidado"

Por Felixyloslobos

Hay una frase que se repite como un mantra a este lado del Miño… Como una de esas afirmaciones que uno reproduce sin contrastar, quizá porque la ha escuchado de boca de alguien en quien cree ciegamente. O como una de esas mentiras mil veces repetida que finalmente se convierte en verdad, al menos para los que tragan sin masticar. Solo así puede uno explicarse no solo la proliferación de las mal llamadas ecopistas, que discurren paralelas al río en sus últimos kilómetros, sino también la buena aceptación y defensa a ultranza de las mismas. Pero yo soy de los que piensan que una mentira repetida mil veces, en lo único que se convierte, es en una mentira mil veces más grande.

«Portugal está moito máis coidado ca isto», se escucha una y otra vez, con una mezcla entre desprecio y resignación. Curioso —y desde luego equivocado— concepto que tienen algunos de lo que debería ser algo «cuidado», en este caso un sistema fluvial.

Una búsqueda rápida en internet nos dará dos acepciones del verbo «cuidar», a saber: 1. Ocuparse de una persona, animal o cosa que requiere de algún tipo de atención o asistencia, estando pendiente de sus necesidades y proporcionándole lo necesario para que esté bien o esté en buen estado. 2. Procurar, a una cosa o persona, la vigilancia o las atenciones necesarias para evitarle algún mal o peligro.

Xunqueira de Salcidos y bosque de ribera al fondo, en A Guarda

No hace falta profundizar mucho más en su significado para entender que estamos haciendo una valoración a escala puramente humana —«humanizar», esa palabra maldita— cuando decimos que un río está bien cuidado cuando lo desbrozamos, lo canalizamos o abrimos pistas y senderos por los que transitar.

Porque de lo que deberíamos estar hablando —sobretodo teniendo en cuenta que nos encontramos en un espacio natural protegido en Red Natura 2000— es de velar por el buen estado de conservación del bosque de ribera, un ecosistema que ha experimentado una drástica reducción en las últimas décadas como consecuencia de los cambios en el uso del suelo, el avance cada vez más intensivo de la agricultura o la introducción de especies invasoras, entre otros motivos. A todas estas amenazas hay que sumarle, de un tiempo a esta parte, la eliminación de la poca vegetación de ribera que se ha salvado para construir en su lugar pistas que se venden como infraestructuras respetuosas con el medio ambiente.

La realidad es bien distinta… La apertura de estos caminos implica la destrucción de un espacio antes ocupado por un complejo entramado vegetal que proporcionaba alimento, sombra y refugio a multitud de criaturas. Servicios de los que nuestra propia especie se beneficiaba de manera totalmente gratuita. Es importante subrayar la importancia de algunos de ellos para hacerse una idea de lo mucho que perdemos:

El río Miño a su paso por San Miguel de Tabagón, O Rosal

  • Provisión de alimentos y biomasa
  • Provisión de recursos genéticos
  • Filtración de partículas y purificación del agua
  • Secuestro de carbono
  • Control de la erosión
  • Regulación de caudales
  • Polinización y dispersión de semillas
  • Zona de refugio y reproducción
  • Control de plagas
  • Regulación del microclima
  • Barrera contra incendios forestales
  • Servicios culturales (actividades recreativas, enriquecimiento espiritual, etc)
  • Mejora de la salud física y mental
  • Valor visual y científico

Seguramente te hayas dado cuenta leyendo el listado anterior, de la importancia que cobra el mantenimiento de los márgenes en un estado óptimo de conservación como escudo ante las nada predecibles consecuencias del cambio climático, al actuar a modo de barrera defensiva contra la erosión o las inundaciones —cada vez más frecuentes— o al capturar el CO2 generado por los gases de efecto invernadero. En definitiva, y volviendo a la palabra «cuidar», el bosque de ribera es hoy más que nunca ese paciente que requiere toda nuestra atención y vigilancia para evitar que continúe enfermando.

Os invito a analizar imágenes de satélite a través de un visor cartográfico o aplicación móvil para que os hagáis una idea de la magnitud del desastre. La degradación del paisaje es patente en las dos orillas, pero es en el Minho portugués donde resulta especialmente preocupante. En Caminha y Vila Nova de Cerveira el cinturón verde de los sauces, los fresnos y los alisos ha sido reemplazado por el gris del hormigón y el asfalto. Un modelo que no puede ni debe imponerse a este lado de‘A Raia’, y que pone de manifiesto la diferencia de criterios en la gestión del mismo espacio protegido en diferentes países.

Algunos ejemplos de restauración de vegetación de ribera los encontramos en el Concello de Tomiño

En este sentido, el proyecto de construcción de un puente peatonal, que promete crear el mayor parque transfronterizo de Europa, supone un nuevo motivo de preocupación para los que recibimos con cierto recelo este tipo de anuncios. Mucho nos tememos que la ejecución de esta obra servirá como pretexto de futuras actuaciones, allanando el terreno (nunca mejor dicho) para el desarrollo de nuevas y agresivas infraestructuras.

Se habla mucho de tender puentes entre pueblos y culturas. Sin embargo, nos empeñamos en levantar muros que nos separan inexorablemente de la naturaleza. Como si hubiéramos roto un viejo pacto de armonía con ella… ¿Cómo podemos restablecer ese vínculo, esa conexión? La solución pasa por restaurar lo dañado, devolver en la medida de lo posible las hábitats a su estado original. Una necesidad urgente que nos recuerdan desde organismos internacionales como la ONU, destacando el efecto positivo de estas acciones en la lucha por frenar el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad.


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