Revista Insólito

Portugal no es un país pequeño

Publicado el 28 mayo 2021 por Tdi @RLIBlog
Portugal no es un país pequeño

Durante el Estado Nuevo (1733-1974), Portugal se embarcó en la misión propagandística para mostrar al mundo y a sus ciudadanos la importancia de su nación, intentando recuperar su antigua gloria. Como el lema franquista "¡Una, grande y libre!", buscaron demostrar la unidad del imperio portugués, donde no había colonias, sino un solo país repartido en cuatro continentes.

El régimen de Salazar procuró señalar el golpe de estado de 1926 como el punto de inflexión para el resurgimiento de la cultura portuguesa, cuya decadencia responsabilizaba a las ideas liberales y antinacionalistas del siglo XIX. Con este objetivo, deseaban tanto dominar a las colonias como llevar una constitución pacificadora, constructiva y civilizadora con una unidad moral, política, espiritual y económica entre todos los territorios portugueses. En base a esto, en el primer artículo de la constitución de 1933 decía que el territorio portugués no era una posesión del estado, sino de la nación. Esta era una idea presente tanto en las constituciones de 1822 y 1838 como en constituciones de otros países. De esta manera, Portugal comprendía las regiones en la península ibérica, los archipiélagos de Madeira y Azores, que forman la actual Portugal; los archipiélagos de Cabo Verde y de Santo Tomé y Principe, Guinea, Angola, Cabinda, Mozambique y la fortaleza de San Juan Bautista de Ajudá (que ya había perdido) en África; el estado de India y Macao y, por último, la isla de Timor y sus dependencias en Asia y Oceanía.

Portugal no es un país pequeño

Anteriormente, en la Exposición Colonial Internacional de París de 1931, Portugal, junto con otras potencias coloniales, intentó mostrar su misión civilizadora. Allí mostró que Portugal era una unidad pluricontinental indivisible cuya forma era producto de la naturaleza e historia portuguesas. Se explicaba que Portugal tenía una vocación expansionista y que, sin territorios musulmanes que conquistar y limitado por un estado cristiano, puso su mirada en el mar. De esta manera, sus territorios más allá de Europa eran extensiones conectadas por el océano. No obstante, quien realmente se extendió en sus declaraciones en la exposición fue el alto funcionario colonial João de Almeida, quien afirmó que los ancestros lusitanos eran descendientes del Homo-Atlanticus, atlantes que conquistaron la península ibérica, remarcando así su mítica naturaleza oceánica. Esta expansión, defendían, no estaba limitada al aumento de la extensión entre sus fronteras, sino a una misión civilizadora donde predominaba la asimilación con los nativos y se excluía cualquier antagonismo racial.

Las exposiciones procuraron ser un altavoz de la diversidad y unidad portuguesa. En 1934, la 1ª Exposición Colonial Portuguesa en el Palacio de Cristal de Oporto enseñó como la grandeza de la nación solo se podía alcanzar a través del imperio. En la Exposición del Mundo Portugués de 1940, celebrada estratégicamente junto al río Tajo y el monasterio de los Jerónimos, cerca de la torre de Belém, se ensalzó la nación portuguesa como la más antigua y grande del mundo. Su celebración coincidía con el octavo centenario de la fundación de Portugal, y el tercer centenario de la recuperación de su independencia. En ella se exhibió temporalmente el Monumento a los descubrimientos y la reproducción de una Nao, buscando reforzar y justificar la soberanía sobre sus territorios. Con ella deseaban insuflar de orgullo a los portugueses y mostrarse al mundo como una gran nación.

Portugal no es un país pequeño


Por supuesto, en los colegios también se enseñaba esta unidad territorial. Sin embargo, en vez de dividir entre la metrópolis y los territorios de ultramar, realizaban una tercera partición donde incluían los territorios insulares de Madeira y Azores. Este adoctrinamiento era prácticamente exclusivo del Portugal continental y de los asimilados en las colonias, ya que las condiciones de unidad e igualdad que predicaba la propaganda nacional no reflejaban la realidad fuera de Europa. La trilogía de Terra morta (1949), Viragem (1957) y A chaga (1970) de Fernando Monteiro de Castro Soromenho presenta la verdadera división entre los colonos y los nativos, con los asimiliados como nativos privilegiados que actuaban como intermediarios, pero cuya posición dependía de los colonos.

    Cairo, H. (2006). "Portugal is not a small country": Maps and propaganda in the Salazar regime. Geopolitics, 11(3), 367-395.

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