“Toque el timbre una sola vez”, es lo primero que se lee en la entrada de la posada y es necesario hacer caso del aviso. Cuando la puerta se abre, un pasillo silencioso da la bienvenida a las habitaciones, a los colores, el olor a cesta y madera. Machinipé quiere decir “hola” en lengua indígena timotocuica y es así como te reciben en esta casa que comenzó siendo pequeña, pero se volvió grande de tanto soñarlo.
Cuando Maritza y Eduardo decidieron mudarse desde el estado Aragua a Boconó no sabían que pasarían allí tantos años. Lo hicieron para buscar un sitio tranquilo en los andes venezolanos en el que pudieran educar a sus hijos. Para aquel entonces solo había una posada en la ciudad y ante tal vacío decidieron invertir lo que tenían en esa casa colonial, remodelada en gran parte con material de otras casas. Comenzaron con un cuarto o dos, y a la par desarrollaron la habilidad para tejer cestas y llevarlas a Caracas para su venta; algo que siguen haciendo hoy en día cuando ya han pasado poco más de 25 años.
La posada Machinipé tiene once cuartos con televisor y agua fresca, una cocina y comedor amplios, dos salitas de estar y un área para niños. Es sencilla y acogedora, atendida por sus dueños que siempre tienen la conversación a punto, el café recién hecho, la comida caliente. Es con Maritza con quien paseo por toda la casa; ella me enseña las cestas, las tallas de madera que adornan las ventanas, las habitaciones con sus nombres curiosos como “El sapito glo, glo, glo” o “San Isidro Labrador”; el apartamento más reciente que han construido para ofrecer otra opción de hospedaje. “Antes venía más gente, ojalá vuelvan porque esto es muy tranquilo”, me dice mientras se abriga.
Si van a Boconó, vayan a Machinipé. Les pueden escribir a [email protected], dar un vistazo a su página en Facebook AQUÍ o llamarlos al teléfono 0272-652.15.06.