Un día sin querer te hablaron de la serie y otro día tu mando a distancia te hizo aterrizar en uno de sus capítulos. Ya no había solución, habías llegado a la serie para quedarte, estabas poseído.
¿Qué poder tenía la serie para engancharte?. Buena fotografía, buen guión, buen vestuario, buenos actores, cuidados decorados y excelentes exteriores. Era eso y algo más, por supuesto que si, te lo has repetido una y otra vez. Pero hay más, sentimientos y pasiones de los personajes que ocultas en tu subconsciente y te gusta hacer tuyos.
Hay hermanos incestuosos, reyes sanguinarios, enanos tortuosos, damiselas hombrunas, sádicos, torturadores, criminales, eunucos, conspiradores, monstruos del Averno, gigantes, niños crueles y mujeres sensuales en exceso retorcidas. Por haber, hay hasta dragones. En un rincón de la serie, queda todavía algún personaje noble, bienintencionado que sólo mata por un buen fin que justifica los medios. Pero esos personajes son minoría, si fueran mayoría no estarías viendo la serie. Los buenos aburren...
Quedas hipnotizado por los capítulos, sientes lo que ves. Te excitas con el sexo, el dolor, la sangre y el poder. Como un perro de prensa, venteas el miedo de un personaje o la excitación asesina de otro. No encuentras el descanso hasta que la espada se hunde en un vientre, cercena una cabeza o mutila un miembro.
Ves a personajes embarcados en amores inconvenientes, morbosos y prohibidos. Sabes que al final acabarán mal, pero esa situación tan inconveniente, esa vida tan disoluta te seduce. Los manipuladores e intrigantes también llaman tu atención, su inteligencia preclara para urdir tramas, para medrar y ascender por la pirámide del poder te maravillan. Personajes deliciosamente sórdidos y corruptos, sientes como envenenan tu sangre con su odio y su rencor.
Hay otros con los que no quieres identificarte… pero no puedes dejar de mirar con fascinación. Son los que torturan, despellejan y matan más por devoción que por obligación.
No te muestres apesadumbrado, la fascinación por el mal habita en lo más profundo de nuestro cerebro desde siempre. Sentir miedo, ira, placer y dolor provoca una descarga química con los mismos efectos de la droga. Nos inyecta dopamina, dilata nuestras pupilas y acelera el corazón… por eso nos encanta.
Sigue disfrutan de la serie, al final no es nada, simple entretenimiento muy bien orquestado para consumir desde el sofá. Pero cuando apagues el televisor y salgas a la calle recuerda, la realidad siempre supera a la ficción.