Soñar. Imaginar que estás en otro lugar, dar rienda suelta a las posibilidades más recónditas. Aquellas en las que el dolor no existe y eres tal y como anhelaste, que tienes la opción palpable de ser feliz, de ver florecer la esperanza y de radicalizar en ti el final de los tormentos más fugaces de la estadía en este plano. Creer, creer que tu realidad es la deseada, que tu acontecer es maravilla y que tu día persevera. Querer, querer que todo lo que ves es beneficioso y solo trae placer sin culpa ni remordimiento, que todo es merecido o si no lo es tienes el derecho de disfrutarlo porque la providencia ha sido plausible contigo. Esperar, esperar que lo que tienes jamás acabe y tu felicidad sea completa en todos los entornos de tu vida. Anhelar, anhelar que nada sea consecuencia de positividad ni autoayuda problemática ni falsa sino el reflejo visible de algo que sucede porque tiene que suceder, porque es para ti, es tuyo, así de simple.
Vivir, vivir como si nada fuese todo y todo fuese nada. Reír, reír porque hay que hacerlo y llorar de la intempestiva alegría. Razón, razón para disfrutar sin necesidad de dolor.
Ojalá despertar y ver realizado lo soñado y que no sea más una posibilidad recóndita.