Revista Opinión
Comienzo a escribir hoy, siendo muy consciente de la furibunda oposición que voy a tener no sólo de dos de mis contertulios favoritos, neutrino y ALIENADO, sino probablemente de la mayoría de todos mis lectores que, presumo, que son tan de izquierdas, por lo menos, como yo, pero mi honestidad intelectual me obliga, claro, a exponer lo que pienso.Es uno de los asuntos del día, la negociación entre el Gobierno y los sindicatos sobre los temas laborales, sobre los cuales ya ha adelantado aquél que hará las reformas con o sin el refrendo de éstos.El primer problema que me he planteado es el del título de este trabajo: “Posibilismo”, “Chantaje a nuestro Estado”, “Deuda soberana, Bolsa y tiburones”, etc....Luego, cuando termine el trabajo, decidiré.El caso es que, según creo, no tenemos más remedio que obedecer las órdenes que nos llegan de más allá de nuestras fronteras. No hay otra solución, por mucho que nos pese. Podíamos volver a escribir aquí todo aquello que ya expusimos del efecto mariposa, de la convivencia forzosa en un mundo globalizado y unilateral en el que estamos, todos, incluso Usa y China, obligados a seguir las directrices que nos marca una realidad tan compleja que se nos impone necesariamente, de tal modo que China se niega a revaluar su moneda, a pesar de todas las presiones internacionales, y los Usa han puesto en marcha la máquina de fabricar dólares para que sus productos puedan competir con los chinos.El problema nuestro, específico, es que hemos perdido parte de nuestra soberanía nacional. Nosotros no podemos actuar ya sobre nuestra moneda porque ya no es nuestra exclusivamente. A cambio, hemos obtenido aquella portentosa ayuda comunitaria que nos ha dotado de instrumentos tales como una magnífica red de autovías y, ahora, quizá la Unión Europea sea el salvavidas que impida que nos devoren los tiburones financieros.Éste es el problema. Yo, que soy profano en la materia económica, tengo serias dudas de que, fuera del euro, pudiéramos sobrevivir. Pero a fuer de realista, he de admitir que también las tengo de que podamos hacerlo dentro del mismo.Nuestra tragedia, ¿o es nuestra fortuna?, es que ya no dependemos de nosotros mismos.Parece ser que aquella monstruosa especificidad de nuestra economía, aquélla que hizo exclamar al mejor de todos nuestros políticos de la historia, “el milagro soy yo”, o sea, para que nos entendamos, aquélla que dio origen a nuestra burbuja inmobiliaria, la más grande de todas las burbujas del mundo, nos ha marcado para siempre, no sabemos si definitivamente, quiero decir, con esta aparente redundancia, que hay que admitir también como posibilidad que nuestra situación como país no tenga remedio gracias al santo milagroso a que antes nos referíamos y que, ahora, con todo el cinismo del mundo, se propugna también como la solución y anda diciendo por ahí que, si no ve otra salida que no sea él, tendrá que volver.Pero el problema, el gran problema, tenga quien tenga la culpa, está ahí y hay que resolverlo. Si los bancos internacionales no nos prestan dinero, nos hundiremos definitivamente.Entonces, amigos míos, ¿qué podemos hacer, rebelarnos contra la realidad y echar por la calle de enmedio? Ya sé que voces autorizadas, frente a la mía que no tiene ninguna autoridad, han dicho ya que hay otras soluciones, Vincenc Navarro y López.Pero, al menos, creo que tengo derecho a utilizar mi propio cerebro cuando me enfrento a este asunto. En la reciente historia financiera, obran ya los ejemplos de países que han sido devorados por los llamados tiburones financieros o especuladores bursátiles que, aprovechando la debilidad de ciertos países, utilizaron su dominio de los mercados bursátiles para hundirlos en la miseria y ganar una fortuna con ello.Y éste parece que es el caso de España que, como ya hemos apuntado antes, tiene el enorme “privilegio” de poseer la mayor de todas las burbujas inmobiliarias, circunstancia que lastra definitivamente todas las maniobras que puedan hacerse con nuestra economía, entre las que no podemos contar con una política monetaria independiente.Dicho de otra manera, la solución, para nuestra desgracia, no está en nuestras manos, ya sé, ya sé, que hay ciertos economistas de izquierda que dicen que sí, pero yo, qué le voy a hacer, no lo creo.Entonces, y aquí entra con toda su fuerza la teoría posibilista, nuestro Gobierno no puede hacer otra cosa que obedecer las consignas que le impartan aquellos que son los únicos que pueden ayudarle.Y esto explica el cambio tan radical en la política de un Gobierno que no sólo se proclamaba socialdemócrata sino que practicaba una política en este sentido tan radical que motivó que tipos como Solbes se fueran de él pitando.Si Zp ha llegado a la conclusión de que no se puede hacer otra cosa, su actuación es correcta y no sólo no debe ser criticado por ello sino ayudado a resolver una situación que parece que no tiene otra salida, no olvidemos que la política es sólo el arte de lo posible, no el de hacer milagros.Y la prueba irrefutable parece que es que el otro estamento, los sindicatos, que comparten la obligación de hacer todo lo posible para resolver una tan desesperada situación, va cediendo, poco a poco, en todas sus exigencias.