En el artículo anterior vimos que una de las cuatro señales honestas del éxito de un discurso era la influencia.
Siguiendo el discurso de Nick Morgan en su libro 'Power cues' vemos que esa influencia tiene dos caras: el poder posicional y la emoción. El primero tiene que ver más con el concepto tradicional de poder, con la autoridad, con una cierta 'superioridad' de aquel que lo ostenta. La emoción, ya lo sabemos, tiene que ver con la pasión, con la capacidad de transmitir y generar sentimientos.
Es evidente que lo bueno es dominar ambos pero... ¿y si carecemos de poder posicional? ¿Y si sólo contamos con nuestra emoción, nuestra pasión y nos tenemos que enfrentar a alguien con poder posicional?
Pues, según Nick Morgan, existen posibilidades ciertas de una 'victoria' o al menos de contrarrestar el poder posicional. Esto nos dice:
The second aspect of influence is emotion, and using it is one way to counteract positional power and generally to dominate a conversation.
Y luego remata:
when the other side has the power and you have the emotion, something closer to parity is possible.
Es decir, que la emoción puede contrarrestar el poder posicional e incluso llevar a dominar una conversación. No creo que esto justifique el no buscar la autoridad y poder posicional (que no sólo es poder formal, que también es autoridad moral o de conocimiento, por ejemplo) pero sí nos muestra la importancia para el liderazgo de 'gestionar' nuestra propia pasión y las emociones que generamos en los demás.
A estas alturas ya no nos sorprende ¿verdad?