Es como si el tiempo continuara y yo no cambiara. Mi barba no crece y eso es lo que me hace cuestionar todo a mi alrededor de una forma figurada.
Estoy como atascado en un crucigrama. No es uno de esos crucigramas de periódico de los domingos que llena mi papá luego de que yo lea la columna de #BetoOrtiz. No. No es ningún juego para llenar por ahí. Sino que mas bien es otro eufemismo de mi vida. El crucigrama es todo mi drama interno que odio. Ese drama interno que mis recuerdos y mi presente complican tanto. Desde la distancia de mis amigos hasta lo que me deparará la absurda e incierta vida. Estoy atascado y atrapado, pero no lo estoy en verdad. No estoy en una carcel. Soy invisible. Paso por la paredes y huyo, pero sigo atascado. Sigo atascado en un crucigrama que no puedo completar -nunca completo los crucigramas del domingo-. Me rindo, ese es mi defecto. Dejo que las cosas pasen, que los años pasen, que los agujeros negros crezcan, que todo siga su rumbo usual, su rumbo destinado, pero a veces llego a un punto que no siento ese rumbo. Es como si el tiempo continuara y yo no cambiara. Mi barba no crece y eso es lo que me hace cuestionar todo a mi alrededor de una forma figurada. La transición del día a la noche se hace insensible. Las horas vuelan y yo sigo atascado en el mismo cuarto, en la misma situación, pero en diferentes tiempos. Nunca llenaré y escaparé de ese crucigrama. Esperaré hasta el domingo. Abriré el periódico que casi nadie lee y llenaré todo esos cuadrados. Me sentiré bien, porque, por fin, finalizé algo, pero aun me sentiré atascado. Atascado en el crucigrama de mi vida.
Los homo sapiens sapiens deben entender que las relaciones humanas, aunque no sea su objetivo, tienen una probabilidad de acabar. Fin.
— Daniel Sotomayor (@DMSotomayor) noviembre 22, 2014