Reivindico las ideas vagas, deslavazadas, los versos sueltos sin ton ni son, los textos sin hilo conductor, los párrafos ralentizados, sin significado. Es que me vienen al pelo en estos momentos de mi vida. Y así empiezo este post, sin tener un asunto concreto en la cabeza pero muchas ideas que van y vienen, sin eslabón que les dé sentido. Tan poco sé qué quiero decir, que me avergüenza, lo admito, pensar en la falta de fundamento de estas líneas.
¿Han hecho alguna vez este ejercicio? ¿Empezar a escribir o a hablar sin saber de qué? Llevo cierto tiempo en el que con frecuencia me brotan palabras cansadas, agotadas, más bien. Desanimadas también, fruto del desajuste vital que provoca una vida sin sueño ordenado, donde la rutina necesaria, la buena y que tanto ansío, cae continuamente en socavones frustrados por la incapacidad de manejar mi día a día como quisiera.
Ahora, por ejemplo, mientras tecleo en el portátil cascado, pienso en que son más frecuentes de lo que yo quisiera los momentos de ese desánimo, enfado, cabreo incluso, por qué no. Pero justo en estos instantes -parece que me están espiando- me llegan por cualquier vía situaciones reales que me paran en seco y me dan esa torta sin mano tan eficaz. “Calladita estarías mejor”, parece que me dicen las imágenes que ponen el cuño de “absurda” a mi queja. “Mira a tu alrededor, tampoco tienes que irte tan lejos”, resuena dentro de mí. Tanta desgracia real en el mundo, tanto niño que sufre; tantas mujeres que aún tienen que hacer un esfuerzo ímprobo por demostrar que están a la altura, sí, a la misma altura como mínimo que los hombres; tantos hombres que se juegan la vida en una balsa endeble en medio del mar, porque en sus países igual ya estarían muertos; tantas familias que hacen encaje de bolillos por salir adelante y no pueden permitirse flaquear, como lo estoy haciendo yo ahora y tantas veces en este último año.
En esta táctica de escribir sin tino me aborda otra idea suelta: la de que a pesar de estas quejas que aquí les lanzo soy consciente de verdad de que soy una persona muy afortunada, pero terriblemente cansada, agotada, arrastrada, más bien.
Yo, entiéndanme, solo soy alguien que no duerme, ni la única ni la primera persona en este mundo, solo una más, lo sé de buena tinta, pero claro, solo yo sostengo mi cuerpo y mi espíritu.
Llegados a este punto, reviso entonces algunas de las entradas de mis compañeros y compañeras en este blog, sus interesantes críticas, sus ácidos comentarios, sus opiniones sinceras, sus puntuales crónicas, sus relatos íntimos y personales… Entonces vuelvo al principio de estas líneas para ver cómo me justifico en esa reivindicación de las ideas vagas y solo me sale pedirles perdón por si pensaban que esto iba a tener algún sentido. Dicen que quien avisa no es traidor, y desde el título lo dejé caer.