Al caer el día Madrid se transforma, se vuelve salvaje e indómita y en ese deslumbrante lienzo destaca una presencia por encima del resto
Su cuerpo blanco rematado con destellos dorados bien podría asemejarse a una aparición del más allá, una presencia casi inquietante en la distancia que por suerte se hace más y más real según nos avanzamos a ella. Es el Edificio Metrópolis, un símbolo de Madrid que guarda su mejor versión para cada caída del día. Es entonces cuando, en mitad de la noche, su medida iluminación pone calma e imparte orden en la caótica oscuridad de la Villa.
Estos días se encuentra en pleno "lavado de cara" y unas enormes telas envuelven su cuerpo. Un pequeño secuestro que priva a Madrid de uno de sus espectáculos más deslumbrantes. El de ver como su enorme victoria alada se convierte, noche tras noche, en faro de tantas almas y vidas que deambulan por la capital, unas con más tino que otras. Un postal que por suerte en mi nueva vida madrileña voy a disfrutar a pocos pasos de mi casa. Un sueño que ahora me acompañará día tras días, siendo mi compañero de viaje.
En esta sensacional fotografía, obra de Antonio Tejuelo vemos como el Edificio Metrópolis asume el liderazgo y la voz cantante en la noche de Madrid. A pesar de la dura competencia su majestuoso y definido cuerpo y su refinada cúpula no tienen rival. El frenesí y las estelas que nos confunden a ras de suelo se convierten en admiración y serenidad si alzamos la mirada. Un reinado que ya se prolonga por unas cuantas décadas sin que haya un digno sucesor a la vista.
Antes de que nuestros pasos nos devuelvan a esa jungla llamada Gran Vía, el Edificio Metrópolis se empeña en regalarnos la que sea, probablemente, la mirada más fascinante de Madrid. Una de esas que a uno por y para siempre le perseguirán en su memoria. Una visión que enamora a cualquiera.
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