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Postales de época

Publicado el 27 octubre 2009 por Andres
Postales de épocaJacopetti y Prosperi, aquel dúo de documentalistas italianos, habían dado vuelta al mundo buscando coloridas peculiaridades humanas para sorprender a una audiencia que poco imaginaba lo que podía ocurrir cruzando el Mediterráneo. En “Mondo Cane” (1962), su primer y mayor éxito, presentaron un estilo de documental mucho menos acomedido en conservar sereno a su público. Su cámara pretendía actuar como un sincero reportero gráfico de la crudeza de la naturaleza, pero eso sí, bellamente adornada con espléndida música y una fotografía excelsa. Frente a sus películas la indiferencia era imposible. Espectadores atacados por taquicardias y arcadas, las despreciaban con pasión. Otros quedaron culposamente fascinados ante la extrañeza que desafiaba a sus ojos. Para algunos de estos se creó después el “mondo”, la rama más torcida brotada del cine.

Franco Prosperi era un introvertido biólogo y naturalista que pronto descubrió que los documentales daban mucha más plata que los estudios científicos. Gualtiero Jacopetti era un periodista hablador que encontró en el documental una caja de herramientas para comentar sobre la gente. La asociación dio como resultado el periodismo naturalista (este término me lo acabo de inventar, no se lo tomen en serio) de “Mondo Cane”. Después de dos películas menores, lanzadas mientras duraba la aclamación de su debut (“La donna nel mondo”, 1963 y “Mondo Cane 2”, 1963), Prosperi y Jacopetti se sumergieron en un periplo de tres años por un África paupérrima que por entonces veía zarpar los últimos barcos de colonos europeos. Nunca más se vería en un documental “serio” tanta brutalidad y miseria humana, “Africa Addio” (1966), posiblemente su obra más importante, era una sinfonía de violencia bellamente ejecutada. Además de padecer las tijeras de la censura y denuncias por crueldades supuestamente escenificadas, después de “Africa Addio” los acusaron además de racistas. Picados por esta crítica que rechazaban, el dúo se propuso hacer una nueva película abiertamente “anti-racista” que también fuera terriblemente sobrecogedora. Esta vez no sólo viajaron a otro continente sino también a otro tiempo. Hicieron un “documental de época” sobre la trata de esclavos negros en el Sur gringo del siglo XIX. “Addio zio Tom” (Adiós, tío Tom, 1971) es una recreación “realista” del transporte, domesticación y manutención de esclavos, registradas por unos reporteros italianos que se inmiscuyen en el pasado.
Postales de época Cuando Prosperi y Jacopetti concibieron este proyecto, en Estados Unidos la ira ocasionada por los asesinatos de Malcom X y Martin Luther King todavía estaba lejos de disiparse. Conseguir la igualdad de derechos entre negros y blancos era un objetivo para el cual no se descartaba el uso de la violencia armada. Todos los días manifestantes eran detenidos y la población negra era siempre mayoritaria en las cárceles. Ese era el presente del pasado que Prosperi y Jacopetti pretendían representar: millones de negros llegan en calidad de ganado a Estados Unidos y son obligados a romperse el lomo en plantaciones de algodón. Traer ese antecedente a los cines de inicios de los 70´s podía ser entendido como una justificación de la “venganza” de los negros. Pero hoy más bien parece la opinión de unos italianos que observan distantes e irónicos unos Estados Unidos profundamente fracturados por la discriminación. Y a los que auguraban un violento futuro.
Postales de épocaPara filmar “Addio zio Tom” originalmente se había elegido Brasil como locación, pero las autoridades brasileras una vez al tanto de la fama de sensacionalistas de Prosperi y Jacopetti negaron los permisos a último momento. Fue gracias a Papa Doc, el sanguinario dictador de Haití, que la producción se trasladó a la isla donde se le otorgó facilidades así como la posibilidad de disponer de una cantidad ilimitada de extras negros. Allí, utilizando casas-haciendas del tipo “Lo que el viento se llevo” se montó un Sur norteamericano esclavista. Tomándose la licencia de la existencia de cámaras en aquella época, unos documentalistas foráneos registran a esclavos, patrones, traficantes y otros personajes siguiendo sus rutinas. El esclavo es una criatura frágil, idiotizada y silenciosa que es arreado masivamente desde África a las plantaciones sureñas, a las barracas y después al enterramiento cuando deja de moverse. Se muestra cómo los desinfectan en multitud intentado menguar su mortandad extrema; cómo les destrozan los dientes a los que pretenden matarse de hambre para introducirles un embudo y cebarlos como patos, pues más vale un esclavo sin dientes que uno enfermo o muerto. Los vemos en sus jaulas, con bozales, encadenados y hasta puestos a satisfacer a sádicos. Los patrones, por su lado, no tienen ningún problema en que la carne de esclavos sea el combustible de sus industrias, avalados como están por científicos que demuestran que el negro es un homínido pero no un hombre y sacerdotes que predican que su destino asignado por Dios es la servidumbre. Los traficantes, como todo comerciante, se esfuerzan por conseguir la mercancía más exclusiva: gemelos idénticos y núbiles de las etnias más refinadas. Uno hasta tiene una granja de esclavos donde cruza una virgen con uno de sus sementales. También produce negritos con pelo rubio cuando es él el que se ocupa de esta tarea.
Postales de épocaComo contrapunto de estas “postales de época”, “Addio zio Tom” muestra secuencias contemporáneas supuestamente reales. Por una parte, los luchadores por la igualdad proclaman que el “Tío Tom” está muerto, aquel estereotipo del negro ex- esclavo pero aún manso y servil al blanco. Por otro lado vemos al negro como una pieza dispareja que no encuentra donde encajar y mientras tanto alimenta un sentimiento de odio al blanco.
Si Prosperi y Jacopetti pensaron que con “Addio zio Tom” refutarían a quienes los acusaban de racistas, quedaron sorprendidos al ver que ahora los criticaban por lo mismo con más ganas. Pero, ¿vista hoy se trata realmente de una película racista? Tratándose de un tema todavía muy delicado, en el cine al parecer es muy fácil ser tachado de racista si no proclamas enfáticamente que no lo eres. Prosperi y Jacopetti siempre creyeron en la subjetividad del documental, a tal punto que sus comentarios en off están siempre cargados de cinismo, humor y patetismo. Combinados con representaciones tan elocuentes de la miseria humana, estos comentarios muchas veces pueden sonar antipáticos o frívolos. En su defensa, los documentalistas alegaron que al menos todos los discursos racistas de su película habían sido antes pronunciados por personajes reales de otras épocas. Pero pasados los años, Prosperi y Jacopetti lamentaron no haber dado un tratamiento más explicativo y menos lúdico en lo ideológico a su “Addio zio Tom”.
Como sus película anterior, “Addio zio Tom” fue forzada a mutilarse, a reeditarse parcialmente y reemplazar su narración para su distribución en USA. Al final el público no le prestó mucha atención. Desapercibido pasó el hecho de tener una factura cinematográfica impecable. Prosperi y Jacopetti son unos sibaritas del encuadre. Siempre encuentran un punto de vista desde donde todo puede verse mucho más dramático y en “Addio zio Tom” podían además controlar todos los elementos, por lo que se regodean construyendo planos y movilizando miles de extras. Después del fracaso de “Addio zio Tom”, la relación entre los documentalistas llegó a un punto muerto. Su siguiente y olvidado proyecto “Mondo Candido” (1975), los llevó a una discrepancia económica que terminó con su colaboración para siempre.


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