Hace años, un viejo conocido del Capri, me dijo que de vez en cuando era bueno parar el reloj de la pelea. Era bueno, me decía, para desintoxicar la mente de los residuos que contaminan el intelecto. Residuos, provenientes de los vertederos mediáticos, las redes sociales y el diálogo callejero. Aquel tipo, que de meditación y energías sabía más que Platón de filosofía, me dijo que estamos inmersos en tanto ruido que hemos perdido la capacidad de escucha interna. En este mundanal ruido - como diría Fray Luis de León si nos oyera - no hay cabida para el silencio. Y, sin silencio, la reflexión se convierte en una tarea difícil. Difícil para quienes buscan un trozo de calma en un océano turbulento.
En días como hoy se habla, y mucho, de la Lomce y de la filosofía. Como saben, el Pepé redujo la carga horaria de tan honorable asignatura. Tanto es así que las humanidades quedaron a "la altura del betún" en contraste con las matemáticas u otras disciplinas científicas. Ahora bien, aparte de esta "aberración intelectual", las generaciones actuales están perdiendo la calma para pensar. Una calma necesaria para desarrollar la atención, la memoria y, lo más importante de todo, la capacidad para tomar decisiones. Tanto "wasap", redes sociales, consolas y videos de YouTube, han hecho que los jóvenes y no tan jóvenes les cueste desconectar. Han hecho que, cada día, estemos más bloqueados ante los cientos de pantallas abiertas que amanencen en "nuestro ordenador".
Para "filosofar" es necesario calmar el griterío interior. Es necesario, queridísimos lectores, una educación mental, que ayude a los jóvenes a espantar los miles de pensamientos que cuelgan y bloquean su concentración. Pensamientos que distraen sus objetivos y que, en la mayoría de las ocasiones, se esconden detrás del fracaso escolar. Así las cosas, es necesario que los jóvenes, y no tan jóvenes, practiquen el ayuno intelectual. Que practiquen un día sin móvil, sin televisión, sin pareja, sin amigos, sin prensa o sin ordenador. Un día de soledad, en periodos quincenales o mensuales, para que se "conozcan así mismos". Solamente así, desde la desconexión conseguirán la calma necesaria para pensar en libertad. A partir de ahí es cuando podríamos hablar de Platón, Aristóteles, Descartes y todos los pensadores juntos. Bienvenidos a la postfilosofía.