Niños de entre seis y siete años que no van a ninguna parte sin su penny.
Subir a instagram fotos de tus piernas en la playa, o un flipagram de fin de verano con fotos que van a toda velocidad de las que no consigues ver ni la mitad de lo rápido que van.
Meterse en la vida de los demás sin tener ni idea de esta.
Hacerse fotos fumando y echando humo por la boca.
Emborracharse y que te lleve la ambulancia.
Ir a clase con medio quilo de maquillaje.
Hacerse septums y todo tipo de piercings.
Ponerse camisetas de grupos de los que no has escuchado una canción entera en tu vida.
Llevar shorts enseñando medio culo.
Llevar pantalones tobilleros y vans sin calcetines.
Comprarse todo tipo de zapatos con plataforma.
Ponerse catiuscas de más de cien euros.
Tener que comprar todo de marca, y no poder salir a la calle en chándal porque te miran mal.
Comprarse teléfonos móviles de 600 euros.
Podría seguir así eternamente, pero tampoco es plan. Muchas de estas cosas (algunas en las que incluso me podría incluir hasta yo) son aquellas que diariamente puedes ver, y a las que desgraciadamente ya estamos acostumbrados.
Si hace diez años, o quizás menos, le dijeras a alguien el precio de un aparato como es el móvil te tomaría por loco. Por loco o por rico, ya que gastarse la friolera de 600 euros por un smartphone es algo cuanto menos extravagante.
No estoy criticando a la gente que hace estas cosas, si no al pensamiento global que nos presiona a ello. A este ritmo va a ser más importante estar a la moda que tener dinero para comer, y desgraciadamente así es como piensa mucha gente.
El postureo va a acabar con todos nosotros.
Toma la iniciativa.