El nacimiento de la belleza se remonta a la propia existencia del ser humano y a sus cualidades mentales. Entendemos por belleza aquella característica que tiene una persona, animal, lugar, objeto o idea que nos proporciona una percepción placentera. Un valor personal y cultural. Pero debemos saber que es una experiencia subjetiva. Por ejemplo, la cultura Maya consideraba que tener estrabismo era bello. Así, las madres ponían jarras delante de los niños para que crecieran con este defecto.
La belleza, generalmente, está asociada con el Bien. Del mismo modo, la fealdad se suele asociar con el Mal. Experimentar la belleza implica interpretar que una entidad está equilibrada, en armonía con la naturaleza, con lo que la envuelve. Esto crea un sentimiento de atracción y de bienestar emocional. Goethe, en su libro Las afinidades Electivas (1809), ya escribió que la belleza era un invitado que siempre es bienvenido.
Ahora se está aproximando el verano. Callado y seco como siempre, no avisa antes de llegar. Pronto estaremos delante de la hoguera de San Juan y pensaremos que deberíamos haber hecho algo para perder esos kilos de más. Para sentirnos más bellos físicamente. Además, los cánones de belleza o estéticos con los que compartimos paseos, cenas y reuniones, ahora son más exigentes que nunca. Estas normas que van cambiando de época en época son las que marcan lo que se considera bello o no. Suelen seguir la evolución de la moda, y están muy marcados por las técnicas de decoración física. Así es como ahora, un buen tono de piel o un moreno adquirido en nuestras maravillosas playas, marca la tendencia.
En la Edad Media, la presión del cristianismo llevó a pensar que la belleza dependía de la intervención de Dios. De manera que si se consideraba a algo o a alguien bello era porque se había producido una intervención divina. Ahora, aún siendo muy creyentes, y rezando mucho, si no hacemos algo para perder los kilos que nos sobran, éstos se apoderarán de nuestra cintura, cadera y muslos. Cada momento que queramos tomar el sol para adquirir ese tono dorado y saludable (y no salirnos del cánon de belleza que se nos ha impuesto), pasaremos un mal rato intentando disimular nuestras curvas.
Es así como debemos tener presente que ahora podemos empezar un tratamiento con Sales de Schüssler que nos ayudará en el objetivo de perder peso. Las Sales de Schüssler no quitan el hambre, ni hacen que los kilos se derritan de repente. Además, el secreto para perder peso recae en la fuerza de voluntad. En encontrar qué hábitos hemos adquirido y eliminarlos de repente. Para que uno se mire en el espejo y se considere bello, para vernos y sentirnos bien todo el año, es necesario cambiar estoshábitos, privilegiar nuestra salud y nuestra figura, y adoptar un estilo de vida sano y placentero que nos hará olvidar las dietas restrictivas en primavera y el mal humor que las acompaña.
Las Sales de Schüssler no obrarán el milagro de un día para otro. Si la falta de tiempo nos hace caer siempre en la comida rápida, o las frustraciones hacen que la tableta de chocolate parezca la única salida, las Sales de Schüssler caerán en el olvido. Pero si nuestra intención es firme, si queremos perder peso y nos tomamos en serio equilibrar nuestra alimentación y realizar un poco de ejercicio cada día, las Sales de Schüssler nos facilitaran el proceso de adelgazamiento, estimulando la digestión, el metabolismo y quemando grasas.
Aún sabiendo que los cánones de belleza son relativos, que en cada época hay uno y que todo pasa y todo cambia, como dice la impermanencia budista, dejarnos ayudar con las Sales de Schüssler para perder peso es algo esencial para sentirnos más equilibrados, más saludables. La belleza, entendiéndola como equilibrio del ser humano, puede ser objetiva. Pero esta belleza de las acciones que uno realiza, y del arte de vivir, necesita ser vista con unos ojos bien atentos. La belleza material es externa, física. Esta acaba por marchitarse con el tiempo. Pero la belleza espiritual no se va con el tiempo, sino que sigue en nuestro interior.
Ahora, tres Sales de Schüssler nos aportan de nuevo el equilibrio. Por la mañana, la Sal no 10, Natrium sulfuricum D6, que nos servirá para adelgazar. Es conocida como la “sal del sistema hídrico”, y regula la función del hígado, de la vesícula biliar y el páncreas, activando la función intestinal. Esta sal ayuda a eliminar el agua excedente, refuerza la evacuación de toxinas y es ideal para personas que están realizando dieta, ya que descarga el metabolismo. A mediodía, la Sal no 5, Kalium phosphoricum D6, que nos aportará tranquilidad. Conocida como la “sal de los nervios”, su aplicación está indicada para molestias psíquicas como el agotamiento, el nerviosismo, las alteraciones del sueño y el estrés primaveral. Todas ellas reforzadas si dejamos de comer todo lo que nos apetecería. El Dr. Heepen afirma que esta sal le aporta al cuerpo nuevas fuerzas, regulando económicamente la distribución de energía. Y, finalmente, por la noche, la Sal no 9, Natrium phosphoricum D6, que desacidifica y estimula el metabolismo. Considerada la “sal del metabolismo de las grasas”, ayuda a descomponer grasas y activa la digestión a través del hígado y la vesícula bilibar. Reduce el apetito de cosas dulces y ayuda a equilibrar los ácidos del cuerpo.
Aunque el tópico marca que la belleza está en el interior, en los tiempos modernos se está imponiendo un culto al cuerpo que hace que todos queramos estar cerca de nuestro peso ideal. En el S. XVIII, los empiristas e ilustrados de la época empezaron a percibir la belleza como algo más que un objeto por si sólo. Afirmaban que la belleza es la sensación que alguna cosa despierta en la persona que lo está observando. No les faltaba razón.