La propuesta que acaban de presentar juntos el PP y el PSOE en el Parlamento Europeo es un golpe a los nacionalistas vascos y catalanes: incluye el corredor central del Pirineo, por Zaragoza y Huesca, en la red básica de comunicaciones de la UE para 2030, lo que le resta trascendencia a Irún, en el País Vasco, y a La Junquera, en Cataluña.
Los separatistas de ambas regiones nunca ocultaron sus amenazas si alcanzaban la independencia: España tendría que aceptar sus exigencias o le cerraban las fronteras.
Esperemos ahora la agitación interna en el PSOE: la renovación de línea de ferrocarril hacia el centro de Francia, cerrada desde 1970 por un accidente, pero existente desde 1928, había sido rechazada por Rodríguez Zapatero en una de sus habituales cesiones a los nacionalistas catalanes y vascos.
Ahora renace la vía pirenaica, que posiblemente pasará por la espectacular estación de Canfranc, con el PSOE renegando de la decisión zapateril, pero también enfrentándose al socialismo catalán: el PSC ha anunciado que votará no al proyecto en todas las estancias nacionales y europeas.
El Pirineo central ofrece el camino más corto hacia Europa para gran parte del comercio español que confluye en Madrid, ahora una gigantesca base logística impensable hace dos décadas.
Esta opción resucitada coincide con las visitas de dirigentes de la Generalidad catalana a Bruselas tratando de obtener comprensión a su separatismo: su arma como paso indispensable entre España y Europa ha quedado inutilizada.
La Generalidad contaba con que el comercio que converge en Madrid fuera parte por Irún, y la mayoría hacia Valencia, de donde pasaría por Cataluña a través del llamado Corredor Mediterráneo que nace en el sur de Andalucía.
Por primera vez desde la Transición PP y PSOE han encontrado la Tercera Vía para afrontar los retos nacionalistas.
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