¿Qué hacer en Praga un sábado a la tarde-noche, con 10 grados bajo cero, y poco dinero en el bolsillo? Pues ir a visitar el castillo gótico más grande del mundo. En primer lugar porque entrar es gratis, y en segundo lugar….. porque entrar es gratis. Así que allá vamos…
Para llegar al castillo (evitando el tranvía, que ye hemos dicho que no hay dinero para gastar en tonterías… si quieres ir en tranvía, es el 22, hasta la parada Prazky Hrad), no hay más remedio que ir cuesta arriba, puesto que el castillo está ubicado en la parte más alta de la ciudad (ofreciendo vistas maravillosas de toda la ciudad).
Apenas cruzando el río Moldava por el puente de Carlos (de todos los puentes que hay en Praga, el más viejo de todos, y el único que se cruza caminando), estamos en el barrio llamado Mala Strana (Pueblo Pequeño), el barrio más pintoresco de la ciudad, y a partir de ahí, sólo queda agarrar por cualquier calle que vaya hacia arriba, ya que todas terminarán indefectiblemente en el castillo. Nosotros elegimos seguir por la calle que es continuación del puente de Carlos. Es la calle principal de Mala Strana, y está llena de tiendas que venden todo tipo de artículos de cristal, más precisamente el famoso “cristal de bohemia”. Además de las cristalerías, hay gran cantidad tiendas de cambio de monedas, y algunos resto-bares, por lo que aprovechamos para hacer una parada y llenar el estómago, en lo que podemos llamar una comida pre cena. Son las 5 de la tarde, y en Praga ya es completamente de noche.
Seguimos camino, doblamos a la derecha, y en 5 minutos estamos a las puertas del castillo. Es una gran fortaleza que abarca varios edificios importantes, como la Catedral de San Vito, la basílica y convento de San Jorge, el palacio de Rosenberg, o el Palacio Real, residencia del presidente de la República Checa. La entrada es una gran reja custodiada por dos soldados que ni se mueven. Yo creo que ni respiran.
Cuando decíamos que entrar al castillo es gratis, nos referíamos a entrar a esta área, al aire libre, donde se encuentran todos estos edificios. Luego, para entrar a ellos, hay que pagar entrada, pero en este momento daba igual, porque era enero, y estos edificios solo abren al público entre marzo y noviembre.
Apenas pasados los soldados que no respiran, se está en un 1º patio de entrada, un rectángulo con una fuente en el centro (el agua está congelada) y rodeado de edificios, donde no parece haber nadie, ya que no hay ninguna luz encendida. Pasado este primer patio, se llega a un 2º patio, dónde está el edificio más emblemático del castillo, y probablemente de toda Praga: La Catedral de San Vito.
Es un templo dedicado al culto católico, cuya construcción tardó…. 600 años!!! Debido al tiempo que tardó en ser construída, se nota en sus diferentes fachadas las diferencias de estilos constructivos, y se nota también la diferencia del paso del tiempo entra una fachada y otra. En esta catedral están enterrados todos los reyes de Bohemia. Demás está decir que estaba cerrada (a esa hora, aunque era “temprano”, prácticamente no queda nada abierto, excepto bares…), así que la rodeamos, y salimos al patio. Si vista de frente es imponente, de atrás lo es mucho más: parece no acabarse nunca.
Siguiendo por la calle que sale hacia atrás de la catedral, está el Palacio Real, residencia del presidente de la República, pero parece que estaba de viaje, porque no había ni una sola luz encendida en todo el Palacio.
Bajamos por esta calle trasera de la catedral y llegamos otra vez a orillas del Moldava. Era hora de una parada para reponer calorías...