En Tebeosfera nos han invitado a participar en el número 5 de su revista digital, dedicada en esta ocasión a la Revolución Rusa de 1917 y a las que siguieron a ésta a lo largo del siglo XX, desde diferentes perspectivas políticosociales. El listado de estudios y reseñas es realmente jugoso.Nuestra colaboración se ha centrado en Pravda, la derrapadora (Pravda, la survireuse) el cómic pop de 1968 que Guy Peellaert creo sobre un guión de Pascal Thomas. Pravda surgió en su momento como una anomalía dentro del mundo del cómic, una rareza que entroncaba directamente con el incipiente espíritu de la postmodernidad y con revolución sociocultural juvenil que modeló el desarrollo de los años 60, pero que no remitía a referentes conocidos dentro del universo comicográfico más allá de sus inquietudes compartidas con el movimiento del comix underground. Ha sido recientemente cuando la obra de Peellaert ha empezado a ser reivindicada en su justa medida dentro del cómic de autor europeo y mundial y cuando se ha estudiado con más rigor su adhesión a los movimientos culturales de la época.Sirva este artículo en Tebeosfera como pequeña colaboración a ese proceso reivindicativo. Les dejamos aquí los dos primeros párrafos del texto; el resto lo tienen en Tebeosfera: "Pravda, de Guy Peellaert y Pascal Thomas. Sueños pop, rebeldía juvenil".
Los años cincuenta y sesenta del siglo XX fueron el momento decisivo para la configuración de la actual imagen de la juventud como grupo de consumidores y ciudadanos con voz. Por primera vez, los jóvenes dejaron de considerarse proyectos incompletos de adultos para integrarse en el flujo consumista del capitalismo avanzado. Las grandes empresas descubrieron en ellos a clientes potenciales mucho más abiertos, flexibles y prolíficos que sus mayores. Pero, al mismo tiempo, se vivió el proceso de emancipación que legitimaba sus gustos, opiniones políticas y forma de vida.
La juventud se apodera de la cultura popular y luego la modela a su imagen y semejanza. El pop y el rock, la psicodelia, la canción protesta, el underground, el cine experimental, el pop art…, fueron hijos de un espíritu lúdico y una forma reivindicativa y transgresora de ver la cultura. Este espíritu de renovación impregnó todas las disciplinas artísticas y vehículos narrativos, y se manifestó en todo el mundo en multitud de movimientos contestatarios y experimentales. En el mencionado underground estadounidense, en el boom literario hispanoamericano o en el cine francés de la nouvelle vague se percibe una clara intención emancipadora generacional. Gilles Lipovetsky y Jean Serroy hacen una precisa radiografía de este escenario en su obra La pantalla global; aunque su principal objeto de análisis es el discurso cinematográfico, muchas de sus conclusiones son extrapolables al panorama general de la creación cultural...