La España Tercermundista – en palabras del ratón - siembra de mendigos acostados a las calles de Madrid
l Primero de Mayo – decía esta mañana Andrés en la cantina de la Citröen – ha perdido fuelle en la España de Rajoy. Mientras en Madrid – decía este sindicalista de los tiempos felipistas – habíamos cuatro gatos, en Benidorm las playas estaban abarrotadas de jóvenes y no tan jóvenes provenientes del INEM. Ni las Huelgas Generales, ni las llamadas al Pacto Social han surtido efecto para congregar en el asfalto de la capital a los seis millones de parados arrojados por la EPA. Es el desgaste civil – en palabras del avestruz – el que explica al ciudadano de a pie: el silencio progresivo en las plazas de Madrid.
La falta de credibilidad del discurso sindical y la ineficacia de su poder han convertido a los intermediarios del trabajo en un florero más de los bosques democráticos. A día de hoy – decía esta tarde, el tertuliano de la SER – el pueblo ha perdido la fe en las promesas sindicales. La ineficacia de las Huelgas Generales desde el "mayo de ZP" y la incapacidad para influir en las políticas del Ejecutivo, sitúan a las filas de Cándido y Toxo en las mismas butacas vacías que, treinta y tantos años atrás, ocuparon los sindicatos de Francisco. Tanto el Movimiento 15-M como la Plataforma de Ada Colau ejercen más influencia que las siglas sindicales en los ruidos callejeros. A día de hoy – se preguntaba con enojo el abuelo de la perdiz – la evidencia del ahora otorga la razón al maestro del Capital. La pérdida paulatina de la clase media y la perpetuación de la riqueza en los bolsillos de la derecha, nos reconvierte en la sociedad blanca y negra de la posguerra.
En engrosamiento progresivo de las colas del paro ha dibujado una Hispania dividida entre: las corbatas de arriba y los rostros de las calderas. La derechización de las políticas ha abandonado en el arcén a las clases medias de París. El desmantelamiento del bienestar por las políticas austeras del marco neoliberal ha situado a nuestra bandera en un lugar periférico de los sueños europeos. La España Tercermundista – en palabras del ratón - siembra de mendigos acostados a las calles de Madrid. Las mismas calles que años atrás se vestían con alfombras elegantes para celebrar los logros alcanzados por los débiles de Marx. ¿Dónde está el corazón cuando se pierde la razón? En la desesperación, escribía Rosalía en su cementerio interior.
El escudo de la crisis sirve al tejido empresarial para percibir a sus obreros como lazarillos de Tormes en pleno XXI.
Mientras el "ejército de reserva" – desempleados, en los términos de Karl – no adquiera conciencia de "clase para sí", no luchará con garantías contra los sables del poder. La defensa de los "minijobs", por parte de Rosell, sitúa al sino del parado en las mismas condiciones degradantes que millones de inmigrantes soportaron en los tiempos aznarianos. El escudo de la crisis sirve al tejido empresarial para percibir a sus obreros como lazarillos de Tormes en pleno XXI. El trabajador como un "coste a minimizar" en lugar de un "recurso a optimizar" pone sobre la mesa: la cultura laboral que se cocina en los fogones de la Patronal. Es precisamente, este cambio de mentalidad empresarial en contraste con la pasividad manifiesta del ejército de Marx, el que invita a la Crítica a vislumbrar un horizonte de abusos y explotaciones consentidas en las lógicas productivas. La miopía liberal, en palabras del mileurista, impide ver a las élites elegidas: las sombras que se esconden detrás del precariado laboral.
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