Por: Guillermo Barba. - Ayer el presidente de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, Ben Bernanke, declaró que “nadie entiende realmente a los precios del oro”, y que él, “tampoco finge entenderlos”. Esto al ser cuestionado por senadores respecto al desplome de las cotizaciones que éste ha sufrido los últimos meses.
No cabe duda que Bernanke no solo miente, sino que sus palabras rayan en el cinismo. Fingió demencia.En este blog le he explicado cómo el precio del oro no es como el de cualquier mercancía, y que su mercado es todo, menos libre.
La razón es que se trata de la mercancía dinero, pues no existe otra “materia prima” cuyo ratio de existencias sobre flujo (stock-to-flow), sea tan elevado.
Esa verdad inocultable ni siquiera el mismo Bernanke se atreve a ponerla en duda, al admitir que “el oro es un activo inusual. Es un activo que la gente guarda como una especie de seguro contra el desastre.”
Y vaya que sí. No por nada, gracias a su valor, así como se extrae de las minas casi todo es atesorado, pues el apetito por el metal amarillo es insaciable.
Esa voluntad de la gente de aceptar sin límites cualquier cantidad de oro, es la que lo convirtió a lo largo de la historia, y en las más distantes latitudes, en el medio de intercambio por excelencia, junto con la plata.
Y es que ambos constituyen un pago en sí mismos, pues por su calidad de bienes valiosos pueden ser cambiados en cualquier momento por otros bienes y servicios.
Esa es una brutal diferencia con respecto a los billetes y monedas que estamos acostumbrados a llamar dinero, pues en realidad constituyen solo una promesa de pago, ya que nadie puede guardar por siempre sus dólares, euros o pesos, sin miedo de que en el futuro, vayan perdiendo su valor.
Siempre hay que redimirlos, cambiarlos pronto por algo.
Imagínese que descubriera que sus antepasados dejaron enterrado en el jardín, un cofre con billetes de la época de la Revolución mexicana.
Más allá de la anécdota poco o nada de valor se guardaría en ellos. Pero la historia sería muy distinta si lo que encontrara, fuera un cofre repleto de oro en cualquiera de sus formas. Por esa razón tuvieron que crearse leyes en todo el mundo que desmonetizaran al oro y la plata, y así estuviésemos dispuestos a aceptar como dinero algo que de otro modo rechazaríamos.
De esta manera hay tras bambalinas, además de factores meramente técnicos, un interés político particular por controlar y deprimir al máximo el precio del oro, pues su desprestigio alienta la “confianza” y uso de las divisas ordinarias que conocemos, sobre la de “reserva”: el dólar estadounidense.
Lo malo para los manipuladores es que no se puede hacer esto para siempre sin castigo. Tarde o temprano, el mercado pone las cosas en su justo lugar, y quien no tenga el metal físico en sus manos, será defraudado. Por otra parte, Bernanke asegura que una razón para la caída del oro, es que la gente lo está menospreciando por estar más confiada y menos preocupada por “resultados negativos” en la economía.
No obstante, los hechos demuestran todo lo contrario. La verdad se esconde en el secreto mejor guardado del oro y que tiene un nombre que para algunos es extraño, llamado “backwardation”.
Esta es una condición del mercado que ocurre cuando el metal al contado, es más caro que en su contrato de entrega a futuro, y no al revés, como es lo normal. Ahí es donde nos encontramos ahora. De hecho, desde enero de este año.
Lo que esto significa es que la gente está prefiriendo pagar hoy más caro su oro con tal de que se lo entreguen ya, a esperar días o meses a que ocurra esa supuesta entrega más barata, por temor al incumplimiento.
Entonces, sí hay un desprecio del “oro”, pero solo del ficticio. Este se expresa en las liquidaciones masivas que echan por la borda su cotización, para beneficio de quienes lo acumulan físico.
De ahí que la tendencia es que esa “backwardation” se vuelva permanente, hasta el punto de quiebre, que implicará el colapso del mercado de futuros del oro y la plata.
La bifurcación del mercado de “oro” papel y el del físico se vuelve a hacer evidente como en 2008 y 2009, aunque aún no alcancemos los elevados niveles de backwardation de entonces.
Así que Bernanke se equivoca.
Los inversores inteligentes no están queriendo menos sino más protección con oro y plata físicos, contantes y sonantes, y están dispuestos a pagar por ello, pues aún así, reciben gran valor a un precio conveniente.
Hacen bien, pues la economía global está prendida de alfileres, y estos, sin temor a equivocarnos, terminan por ceder. - Diario Cambio de Puebla.