Revista Cine
Llevamos más de un año oyendo hablar de Precious, desde que se presentó en el pasado festival de Sundance. Desde entonces se ha paseado por festivales de medio mundo y recogido premios en bastantes hasta llegar a ser la candidata al oscar que se olía desde su presentación. “La película indie del año”. Ríase usted de las campañas de promoción (y bien alto).
Tras leer su argumento y ver de donde procedían los comentarios elogiosos y de donde los negativos, mis expectativas previas ante esta película pasaban por acabar haciendo un corte de mangas en mitad de la proyección y pirarme indignado. Como el masoquismo es una virtud, no podía perderme una película que tenía pinta de ser peor que Mar Adentro. En el fondo Precious ha sido peor de lo que esperaba, porque me quedé en la butaca hasta el final mientras que las emociones se evaporaban de mí ser como el agua en mitad del desierto. Entre una película abominable y una que me deja indiferente siempre prefiero salir espantado. Al menos es más divertido.
Sin más preámbulos. Precious, la protagonista de la película, es una adolescente de 16 años negra, pobre, casi analfabeta, maltratada por su madre, obesa mórbida, violada por su padre, con un hijo con síndrome de down y embarazada de otro, ambos engendrados por su propio padre y entonces la expulsan del colegio. ¿Sigo? Así es el presente de Precious. El futuro está por escribir, como el de todo hijo de vecino. Si esta película estuviera dirigida por un blanco posiblemente hubiera habido barricadas en la puerta del cine, pero no hay que olvidar que esto es un proyecto bendecido por la todopoderosa Oprah Winphrey, líder de opinión en EEUU y especialmente para la comunidad negra. En breve Ana Rosa Quintana hará algo parecido con una Yoli, Juani o Sheila y ya tenemos (otro) día del orgullo poligonero en una futura ceremonia de los Goya.
Precious, adaptación a cargo de Lee Daniels de la novela superventas Push de la escritora Sapphire, juega a la baza del tremendismo para contar una historia de superación personal. Pretende ser realista y es tan real como un cuento de hadas. Propone un discurso tan obvio y tan asquerosamente buen rollista que el mensaje final de la película es que deberías ingresar en un sanatorio emocional si no comulgas con él. ¡Pues ya ves! Precious no es más que un telefilm grotesco y sobredimensionado con resoluciones de puesta en escena llenas de un feísmo sórdido y grotesco. Especialmente patéticos son los momentos donde Precious imagina como sería su vida perfecta, como modelo o cantante, están mal rodados, dan auténtica vergüenza ajena y no aportan absolutamente nada a la historia.
Una madre mala malísima
Precious se sustenta sobre la labor de sus intérpretes principales. La joven novata Gabourey Sidibe en el papel de Precious es una presencia monstruosa, como un gorila, brillante en sus silencios, un gran acierto de casting, lo de gran actriz es otro cantar. Mo´Nique en el papel de la madre, está sobresaliente, una presencia magnética, la madre más mala que he visto en una pantalla desde la madre de Carrie. En la escena final, me dieron ganas de levantarme y aplaudirla, sobresaliente interpretación. El oscar secundario es suyo. Los personajes secundarios no ayudan en absoluto a levantar esta historia, la profesora lesbiana interpretada por Paula Patton viene a ser una versión Harlem de Santa Teresa de Jesús. El enfermero que interpreta Lenny Kravitz tiene como única finalidad darle un papel a Lenny Kravitz y la trabajadora social a la que pone rostro Mariah Carey (sin lingotazos de por medio parece) distrae enormemente por culpa de ese gesto continuo de actriz que no lo es, llevarse la mano a la cara en cada primer plano. Las compañeras de clase de Precious son una sucesión de clichés que al menos provocan algún momento grotescamente divertido, están la guarra, la que quiere ser famosa, la delincuente, la inmigrante y la madre soltera (y no es un chiste).
Poco más hay en una película hueca, maniquea, estereotipada, sensacionalista y vulgar. Un panfleto sobre el poder de liberación de la educación que básicamente viene a decir que da igual las desgracias que te pasen en la vida si aprendes a leer. En un combate frente a frente entre Precious y el Job de la Biblia, la pobre Precious arrasaría. Y no hago este comentario porque sí, Precious desprende doctrina ecuménica por los cuatro costados. Esta historia en torno al poder de superación personal hará las delicias de los católicos más ortodoxos a pesar de su supuesta dureza. Amen.
Con profes así no hacen falta monjas