El pasado domingo hice pública mi decisión de poner a disposición de Ezker Batua-Berdeak el cargo de Presidente, por razones personales, pero sin negar también motivaciones vinculadas al debate que mantiene esta organización política sobre su futuro. Comuniqué este hecho al Coordinador general, por entender que era mi obligación y consideré que había sido oficializada y aceptada, sin que fuera necesario ningún otro trámite, dado que se trataba de una renuncia a un puesto no ejecutivo.
Ahora he sabido que no es así y parece que es precisa una notificación. No tengo inconveniente alguno. Hoy mismo prepararé un escrito, que remitiré a nuestro Coordinador general para que quede constancia a todos los efectos. Mi decisión es tan sincera como firme, tal y como afirmé el pasado domingo. Creo que es una medida positiva para mí personalmente y también para Ezker Batua-Berdeak. En otro caso, no hubiera dado este paso.
En coherencia con ello, el lunes por la mañana comuniqué a la Secretaría de Organización, porque lógicamente no puede ser de otro modo, que procedieran a tomar las medidas precisas para que se me liberara de los poderes que como Presidente todavía mantenía, junto con la propia Secretaría de Organización, en la que ya estaban delegados. Entiendo que es lo correcto y nadie podría pensar que un militante de base tenga los poderes de una Organización. Parece obvio. Al menos, para mí.