Venerable Juan Sanz, carmelita. 25 de junio.
Nació en Ontinyent, España, el 31 de enero de 1557. Fueron sus padres, Lorenzo Sanz y Catalina Caset,gente buena y humilde, trabajadora del campo. El esfuerzo de sus padres y la caridad de los dominicos de su pueblo hicieron que el pequeño Juan pudiera comenzar a estudiar a los 5 años. Y a esta misma edad aprendió a leer y escribir. Fue discípulo del profesor Rafael Casanova, quien lo admitió a sus clases a cambio de la servidumbre de su madre. A los 12 años quedó huérfano de padre, mas su madre no quiso privarle de los estudios para que trabajase, sino que lo envió a Valencia para que siguiera estudiando. Así, en 1570 comenzó a estudiar con el profesor Claraget, al tiempo que hacía algunos trabajos para mantenerse y, además, recibía algunas limosnas de los carmelitas de la ciudad.
Y allí, en la iglesia de los frailes surgió su vocación carmelitana. Su madre le hizo guerra, pues le quería sacerdote diocesano, para asegurar su futuro y el de ella misma. Un pariente sacerdote le tenía conseguido un beneficio eclesiástico y una beca de estudios, y otro pariente, religioso dominico, le ofrecía ventajas si tomaba el hábito blanco y negro, pero Juan fue firme en su decisión. Tomó el hábito en el convento de Xátiva, recién fundado, siendo provincial el P. Juan Nadal. El noviciado, muy fervoroso, lo realizó en Valencia, y profesó en Xátiva el 1 de febrero de 1573. Su primer destino de religioso fue el hermoso convento de Onda.
Dirá su prior: “Gustaba mucho de la celda y de no ver criaturas. El día que sus condiscípulos tomaban para su recreación, él se quedaba en el convento y se bajaba a la cueva (a orillas del río), a tener oración; y es cierto que no volvían a casa sus condiscípulos tan contentos de su paseo, como él del suyo. De aquel familiar trato y conversación con Dios, por medio de su profundísima oración, en el rostro se le conocía la alegría y el gozo de su espíritu”.
Siendo aun estudiante ocurrió un suceso que fue tomado por los demás religiosos como cosa de milagro. El prior de Onda encargó a Juan que realizase unas pinturas para el refectorio del convento. Juan no sabía de pintura, pero era el religioso más avezado en trabajos manuales y en los estudios. Aunque el joven religioso aclaró que no sabía pintar, el prior le odenó lo hiciera. Así, pintó en el refectorio una Sagrada Cena, la Virgen del Carmen y santos carmelitas, y una alegoría de la Iglesia y el triunfo sobre los herejes. Y su obra le quedó tan bien, que nadie creía que nunca hubiese tocado un pincel.
En 1579 fue nombrado Lector de Artes en Calatayud, impartiendo la filosofía a los religiosos profesos de la provincia y a varios estudiantes seglares. En el mismo Calatayud fue ordenado presbítero y cantó su primera misa en 1581. Al año siguiente asistió al Capítulo Provincial de Zaragoza, donde se dio a conocer al resto de religiosos dictando unas lecciones de teología, con aplauso de los frailes. El Capítulo lo destinó a dar clases a Valencia a la par que terminaba la teología. De allí volvió a su amado convento de Onda. En 1586 terminó la teología a la par de Lengua Hebrea y Sagrada Escritura. A la par, la Universidad de Valencia quiso que pasara de alumno a profesor de Dogmática y Sagrada Escritura. En 1597 el Capítulo le eligió como prior de Valencia, y aceptó el cargo por obediencia. En este convento construyó un nuevo noviciado y amplió la biblioteca.
En 1603 el Capítulo de Xátiva le eligió por provincial con todos los votos menos el suyo propio, lo cual le sorprendió amargamente, pues no deseaba cargo alguno. Tres años duró en el cargo, siendo ejemplo a los religiosos, aunque siempre deseando renunciar a su cargo. En 1606 renunció con estas palabras: "Confieso que en todo el tiempo de mi oficio no he sido el verdadero sucesor de Elías en el celo, sino el más remiso de todos sus sucesores. Testigos son todos los Padres, en cuya presencia estoy, a quienes ruego digan ellos mis faltas". Y fue dispensado del cargo, aunque deseaban los capitulares prorrogar tres años más su mandato.
Entonces comenzó el padre Sanz una febril actividad predicadora por toda la provincia carmelitana. Calatayud, Huesca, Zaragoza, Valencia y cientos de pueblos pequeños fueron escenario de sus encendidos sermones. En Ontinyent, su pueblo natal, predicó un fervoroso sermón en presencia del arzobispo de Valencia, San Juan de Ribera (6 y 14 de enero), durante el cual regañó a algunos notables, quienes se quejaron al arzobispo. Este no hizo sino decirles que todo lo que el padre Sanz había dicho era correcto.
Todos estos afanes de la predicación no le quitaban al P. Sanz el deseo de la oración y la vida íntima con Cristo. Lo menos tres horas de medicación y oración hacía cada día. Cada noche de jueves a viernes la pasaba velando al Sacramento. Y ante el Santísimo se le vio enternecido de lágrimas más de una vez, especialmente mientras celebraba la santa misa. Para gloria del mismo Sacramento compuso algunos Gozos y Abecedarios, para ser cantados en las devociones populares.
También fue nuestro carmelita, un gran penitente: dormía pocas horas, y sobre una reja de hierro. Se disciplinaba todas las semanas, ayunaba a pan y agua los viernes y sábados, y durante la Cuaresma solo comía pan o verduras cocidas. Pero la penitencia sin humildad y caridad es nada, y en estas virtudes también floreció Juan Sanz. En una ocasión en que le tomaron de modelo para un cuadro de San Alberto, todos alababan lo mucho que parecía un santo, y señalaban el resplandor del rostro. Entonces, para evitar la soberbia, mandó quemar el cuadro. Fue muy obediente, tanto a sus superiores como los obispos, e incluso al visitar algún convento, siendo provincial, obedecía en todo al prior del convento visitado. Su castidad fue probada también varias veces, por medio de malas mujeres, mas él siempre salió victorioso invocando el auxilio de la Madre de Dios.
Tuvo grandes gracias místicas de parte del Altísimo. Arrobamientos, resplandores singulares, levitaciones. También tuvo don de profecía, de don de conciencias y de espíritus. En ocasiones conocía los pecados que los penitentes no confesaban por falsos escrúpulos. A algunos les preparó para la muerte de seres queridos, que no tenían atisbo de enfermedad.El 15 de junio de 1628 el P. Juan predicó un bello sermón en la catedral de Valencia, aunque no se sentía bien de salud. Al terminar el mismo, cayó desfallecido en la sacristía, mas se recuperó y volvió al convento. Sin embargo, de camino tuvo que ser recogido en la casa del santo sacerdote Gaspar Piquer, cura de la iglesia de los Santos Juanes, pues no podía andar más. Tres días estuvo en aquella casa, siendo visitado por San Juan de Ribera. Pareció recuperarse y se le llevó al convento de Valencia. Sin embargo, tuvo una recaída y por su tranquilidad (u otras razones desconocidas) volvió a casa de Don Gaspar, su amigo. Allí se le dieron los Últimos Sacramentos. Poco a poco fue apagándose, entrando en el cielo el 25 de junio de 1608, a los 51 años de edad.
Los funerales fueron celebrados en el convento de Valencia, siendo muy sentidos por el pueblo. Se le sepultó en la capilla de San Pedro del mismo convento, siendo su sepultura meta de peregrinos. Se reportaron numerosos testimonios de milagros y portentosas curaciones al invocar su nombre. Se recoge especialmente el milagro ocurrido con el Hno. Pablo, del mismo convento, quien tenía un brazo muy malo, producto de una sangría mal realizada. Tenía el Hermano grandes dolores que le impedían mover el brazo. Se abrió la sepultura del Venerable y se tocó el brazo enfermo con la mano del santo varón. Desde ese momento comenzó a sentir alivio el Hermano, y al cabo de dos días estaba completamente sano.
Fuente:
-"Flos Sanctorum del Carmelo". P. SIMEÓN MARÍA BESALDUCH, O.Carm. Barcelona 1951.
A 25 de junio además se celebra a:
B. Daniel de Almaark
y comp. mártires.
Santa Febronia,
carmelita mártir.
B. Juan el Hispano
monje cartujo.
S. Pazanne, Macrina
y Columba, vírgenes.