La "poesía erótica suverziva" de El Kostas, que esta noche presenta su peculiar espectáculo en la sala W, pertenece a "la belleza de lo auténtico", posee "el encanto de lo no comercial" y tiene "el valor de lo que carece de precio". Así lo definió un receptor del mensaje del artista, juglar de lo imposible, heredero del manifiesto de la estética de lo borde, que lleva siete años ofreciendo babetazos a diestro y siniestro, a medio camino entre un Jim Morrison cañí y un Robe Iniesta equiricuá. A nadie deja indiferente un "konzierto pez", donde las palabras alcanzan ciertos acuerdos con los sentidos, y viceversa. Puro caos controlado. El Kostas actúa solo o en compañía de otros, a veces con un guitarrista, en otras ocasiones con banda completa. Y se adapta a los acontecimientos. El Kostas es de Vallecas, puerto de mar, y también del deseo fugaz. Su poesía corre de boca en boca, navega a la deriva y provoca a quien se deja tocar por ese huracán de verbos en permanente estado de alerta. En primera y tercera persona del singular personaje, que no sólo larga del amor y del sexo, tampoco se calla a la hora de vituperar a los mequetrefes de este cuerdo mundo. Reparte a diestro y siniestro.
El Kostas admite influencias tan variadas y dispares como Leño, adalides del rock urbano con Rosendo Mercado a la cabeza; los recordados Cucharada, rebeldes con causa con un jovencito Manolo Tena de cantante respondón; La Polla Records, con perdón; los mismísimos Triana de Jesús de la Rosa, o los precursores Burning, los reyes de La Elipa; sin olvidar a poetas fundamentales de la cosa física y sentimental como Lorca o Neruda. Gente vividora, mayormente, y transgresora y poco prudente. La poesía automática y el rock & roll siempre casaron bien, aunque por lo civil, ponga un predicador en su vida marítima.
El Kostas anuncia que hará cosas "muy gaditanas", un guiño que no nenecsariamente implica la obligación de hacer el gaditano, más bien jugará con las palabras y con la gente, como hacen los poetas callejeros gaditanos cuando les place en la plaza. A unas horas del fatal 11-S, sálvese quien pueda, pidan el último deseo, llega el indómito Kostas para montar el jápenin. Septiembre, Cultura, Diario de Cádiz