Los hombres que tienen convicciones y las viven, predicarán con convicción. Pero, existe una separación en algunos predicadores entre predicar la Palabra de Dios y predicar apasionadamente. Predicamos su Palabra, pero no apasionadamente. Predicamos la verdad, pero no con energía o fuego ardiente en nuestro ser. Mucho tiene que ver con lo que predicamos, pero no tanto con lo que verdaderamente creemos. Como predicadores convencidos de la Biblia como la Palabra de Dios y comprometidos a predicar esa Palabra, nunca debería faltarnos pasión. La Palabra de Dios, sola, es una fuente de inspiración (Sal. 19:7–13 y 119:11–16); es poderosa (He. 4:12–13), útil (2 Ti. 3:16–17) y es divinamente eficaz (Is. 55:11).

