Productividad personal es hacer más y mejor, pero también obtener una mayor calidad de vida. El hecho de ocupar con actividad las diferentes parcelas de nuestra vida, marcándonos objetivos y organizando nuestro flujo de trabajo para conseguirlos, convivir con los asuntos del día a día, las interrupciones, los imprevistos, puede generar una sensación de fatiga emocional. Más que una sensación de cansancio físico, me refiero a una sensación de insatisfacción con lo que tenemos y sobre nuestro estilo de vida. Seguro que lo has vivido en algún momento.
Para intentar prevenir esta situación, o para encontrar una salida si se da el caso, te invito a iniciar un proceso de reflexión y acción. El objetivo es dar respuesta a la pregunta que titula el post, generando una conclusión a través de la cual simplificar lo que nos rodea.
Imagen vía Vox Efx bajo licencia Creative Commons
Simplificar nuestra actividad
Hay cosas en nuestro entorno que representan una carga que consume nuestra energía y nuestro tiempo, evitando que los dediquemos a asuntos que realmente cuentan. Actividades periódicas, o de mantenimiento, que tienen una utilidad pero que en un momento de estrés pasan a no ser clave. La cuestión está en ¿cuál es el criterio para distinguir lo que hay que hacer y lo que no es necesario hacer? Yo empezaría por cerrar todas las actividades en que haya implicada otra parte, alguien que espere algo de ti. Intenta renegociar las entregas o las condiciones, y si no es posible acaba con ellas y a partir de ese momento restringe tus colaboraciones a lo indispensable.
Estoy hablando de relaciones de colaboración, para las relaciones con clientes y sus entregas aplicamos otro criterio. El trabajo retribuido siempre será una prioridad, asegúrete de trabajar con unas entregas suficientemente espaciadas para aumentar el margen de maniobra.
Para el resto de tu actividad deja de lado todo aquello que no te ayudará a alcanzar tus objetivos. Pon en marcha un proceso para auditar todo lo que tienes entre manos y pregúntate si te ayuda a alcanzar alguna de tus metas, si no es así pregúntate ¿Qué pasaría si se eliminara? Si no hay consecuencias significativas quítala de la lista de tareas pendientes, y si no envíala a la lista Algún día / Tal vez (si no tienes es hora de crear una).
Tus objetivos
Lo que suele ocurrir es que se ha sido demasiado ambicioso, un número demasiado elevado de metas a un año vista y no puedes con toda la actividad que generan. Otro problema es no saber calcular el volumen de nuestra actividad corriente sumada la generada por nuestros objetivos puede causar una sobrecarga que nos lleve al desastre, a pensar que ese camino no era el más adecuado o que no vas a llegar a la meta… pero bueno, lo importante es que hacemos cuando hemos llegado al punto de saturación.
Fijamos unas prioridades, decidiendo cuáles son los hitos más importantes para nosotros. Dentro de esta valoración hemos de distinguir entre aquellas que se pueden posponer y las que no. Para las primeras podemos suspender la actividad durante un periodo de tiempo, un mes por ejemplo, dando más margen para otros proyectos. Una vez pasado este tiempo evaluamos si vale la pena volver a reemprender nuestra aventura, basándonos en las sensaciones vividas en los últimos 30 días, si ha sido positivo para los demás proyectos y nos sentimos menos presionados, quizá sea bueno dejar de lado hasta terminar lo que tenemos entre manos.
Si aún así las cosas siguen sin funcionar, tendremos que volver a ajustar nuestra actividad. No se trata de poner en marcha y parar objetivos de forma continua, es un proceso que requiere reflexión y firmeza para mantener la decisión tomada. Si paramos y reiniciamos la actividad asociada a nuestros objetivos los dilataremos en el tiempo, y romperemos el flujo de trabajo. Al perseguir una meta, trabajar de forma intermitente te aleja de ella.
Coloca tus objetivos en una lista ordenada de mayor a menor importancia y para la actividad de aquellos que estén al final de la cola. Si después del tiempo de parada las cosas siguen sin ir como tú quieres para el último que ha quedado activo…
¿Y después de simplificar?
Partíamos de un punto donde no nos sentíamos bien con lo que hacíamos, y necesitábamos dar un giro. La primera parte del post habla de detener la parte no crítica de nuestra actividad con la intención de crear espacio de maniobra, tiempo para ser usado en reflexionar. Identifica cuál es el problema ya partir de ahí podrás implementar una solución:
- En el mejor de los casos vivirás una situación de saturación donde el exceso de actividad y la falta de tiempo de desconexión te están quemando. En este caso se trata de reorganizar lo que haces y cómo lo haces, asegurándote de que a pesar del trabajo tienes tiempo para ti.
- Prioridades equivocadas. Confundir lo que quieres hacer con lo que tienes que hacer, dejar en un segundo lugar la formación para priorizar otras actividades de crecimiento personal / profesional que no tendrán una repercusión tan directa en tu trabajo. Simplemente organizar tu actividad priorizando lo que pesa de verdad. Aun así resulta complicado tener el suficiente sentido crítico para identificarlo y cambiarlo.
- Cambio de prioridades por un factor externo como un cambio de trabajo. El entorno cuenta y a menudo varía las reglas del juego. Tenemos que estar preparados y ser suficientemente flexibles para incorporar nuevas metas para nuevas necesidades, dejando de lado las establecidas meses atrás.
- Me falta algo. Si a pesar de reorganizar tu plan de trabajo sientes que hay algo que no acaba de funcionar quizás es que realmente falta algo. En esas horas que te guardas para ti, no te olvides de buscar y experimentar cosas nuevas, quizás encuentres una pasión que llevar más allá, o al menos algo que te permitirá evadirte
Simplifica, respira y decide hacia dónde ir. Una vez hayas vuelto a fijar tus prioridades y los objetivos en los que seguirás trabajando, no dejes que se detengan.