Revista Educación

Prejuicios

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Prejuicios

Visitar otras culturas nos hace crecer y aprender, sobre todo, de nosotros mismos. La lección que a mí siempre me arrolla y me deja muda es la de las personas más humildes ofreciéndote lo que tienen, compartiendo contigo su cuenco de arroz o su vaso de té. Aunque con la suficiente perspicacia uno es capaz de descubrir lecciones arrolladoras casi a diario entre un prejuicio y el siguiente.

En Myanmar se nos derrumbó el concepto de monje budista desapegado de lo material, absorto en su propio interior, centrado en la meditación en la mayor de las austeridades. Comprobamos atónitos cómo muchos de los monjes que inundaban las calles de cada lugar que visitamos llevaban iPhones o compraban en centros comerciales de lujo. Ante el desconcierto, pregunté "¿cómo era posible si los monjes vivían de las donaciones?", y para mi asombro, había una respuesta. Por lo visto, el propio Buda había predicho el fin del mundo tal y como se conocía en 2.500 años y esa fecha se cumplió en 1956 por lo que los últimos 60 años han sido el comienzo del caos y el declive de todo. Así se justifica que haya monjes corrompidos por el consumismo. Hasta alguno hay que "enseña" la pagoda a los turistas y luego les pide dinero en una esquina donde nadie lo vea (y esto nos pasó).

Prejuicios

Foto: Co'Report

Sin embargo yo, que no creo en dioses, me niego a asumir esa versión tan apocalíptica. Y resulta que Myanmar también nos enseñó su cara más amable. Esta vez, vestida con ropas rasgadas y crestas de colores. Un grupo de amigos punketas con "Fuck you, i'm an atheist" en sus camisetas dejaban claro que no nos iban a llevar a ninguna pagoda. Se dedicaban a la venta de ropa y con lo que les sobraba llevaban comida cada lunes a los indigentes que se encontraban. Su mensaje era claro, no hace falta un dios para ayudar a quienes necesitan ayuda y muchos religiosos y políticos viven a cuerpo de rey de recolectar dinero (de sobra) de personas que lo necesitan mucho más que ellos.

Decían querer inculcar en los niños su mensaje y que crecieran juntos de la mano y no compitiendo por ser mejor uno que el otro, por tener más dinero, por alcanzar una posición social más alta, que, según ellos era lo que fomentaba los conflictos. Para ello habían arrancado un proyecto llamado "Books, not bombs".

Haberlos conocido abrió las nubes negras que nos habían dejado los monjes y es que uno atribuye la bondad o la maldad al aspecto y esa es otra de las lecciones que deben arrollarnos. Cuando el prejuicio nos ciega. Por eso es un regalo siempre visitar otras culturas, pues nos hace crecer y aprender, sobre todo, de nosotros mismos.


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