Estos días azules y este calorcito otoñal, tan inapropiado, invitan a disfrutar de las horas como si fueran una propina que nos concede un verano que se resiste a dejarnos. La luz diáfana resalta la silueta de unos monumentos que contrastan con la inmensidad celeste del cielo y observan su reflejo en las quietas aguas del estanque que las rodea. Enormes torres que se elevan hacia lo alto y estilizadas balaustradas de cerámica de una Plaza de España mil contemplada con ojos que mil veces encuentran detalles por descubrir y motivos para extasiarse ante su equilibrada arquitectura e impresionante estética. Es una forma de anticiparse a la conmemoración huera del Día de la Hispanidad, ámbito cultural en el que, sin embargo, nos reconocemos.