Continuamos nuestra serie de posts en los que repasamos parte de las películas preseleccionadas por la Academia de Cine Europeo para sus premios anuales. Títulos que en su mayor parte permanecen inéditos en España aunque ya han pasado por festivales como Berlín y Cannes.
Hasta la vista!, de Geoffrey Enthoven. Éste es uno de esos casos extraños de la distribución en España. Aunque ganó la Espiga de Oro en la Semana de Cine de Valladolid el año pasado, esta comedia con indudables elementos comerciales aún no ha encontrado hueco en nuestras salas. Y eso a pesar de las buenas críticas cosechadas. Esta producción belga es una divertida propuesta que tiene como protagonistas a tres jóvenes minusválidos calentorros que deciden iniciar un viaje hasta España para desvirgarse en un burdel de la Costa Brava. Al margen de su clarividente visión de futuro sobre la posición de España en Europa, estamos ante algo así como un American pie con minusválidos, pero provisto de una inteligente descripción de personajes que hace que este viaje circule sobre un delgado equilibrio entre la comedia y el drama. Este trío de amigos acaba seduciendo al espectador con sus miedos y sus esperanzas, porque ante todo es una celebración de la vida a pesar de las dificultades.
In the fog, de Sergei Loznitsa. Ganadora del Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes, estamos ante una historia bélica en la que importan más los personajes que el escenario de guerra. Ambientada durante la ocupación nazi en Ucrania, In the fog tiene como eje central a tres personajes, uno de ellos acusado de colaboracionismo con los alemanes. Es, por tanto, más que una historia sobre la guerra, una historia sobre la traición y sobre la supervivencia. Con un interesante punto de partida, la película acaba resultando cansina y soporífera, por su empeño en detenerse y detenernos con sus parlamentos interminables entre los personajes, y una cierta incapacidad del director para huir de la monotonía que provocan las continuas idas y venidas por un bosque que se presenta como casi único escenario. De esta forma, la reflexión en torno a la crueldad bélica se convierte en una mirada algo lánguida que no termina de encontrar su destino.
Iron sky, de Timo Vuorensola. Esta comedia de ciencia-ficción se puede calificar como una auténtica gamberrada con un punto de partida tan imposible como atractivo: antes de perder la II Guerra Mundial, los nazis huyen a la luna y allí se ocultan "en el lado oscuro de la luna" hasta que son descubiertos por una misión espacial norteamericana en el año 2018 (¡!). A partir de aquí uno está preparado para cualquier cosa. Y sin duda hay para todo (y para todos): un astronauta negro convertido en nazi blanco, una presidenta de los Estados Unidos con cara de Sarah Palin, un líder nazi al que todos saludan con el "Heil, Hitler" y está harto de decirle a todo el mundo que él no se llama Hitler... La película también es desde una sátira política hasta una parodia de los filmes de ciencia-ficción. Y en medio de este batiburrillo que acaba siendo excesivo y cansino, hay algunos momentos de acierto humorístico y buenos efectos visuales. Tiene mérito que de los 7 millones de euros que ha costado el proyecto se haya conseguido 1 millón gracias al "crowfunding". Pero la verdad es que no se entiende bien qué hace esta comedia tontorrona, aunque por momentos divertida, los Premios del Cine Europeo.
Banda sonora: El dúo musical yugoslavo Laibach (Tomaz Hostnik y Miran Mohar) firman una ambiciosa banda sonora que, como la propia película, está llena de referencias, principalmente a Richard Wagner ("Tristán e Isolda" y "El anillo de los Nibelungos"). Interesante trabajo que abusa de su presencia la película.
Cigan (Gypsy), de Martin Sulík. Triunfadora en la edición de 2011 del Festival de Karlovy Vary (Premio Especial del Jurado) y seleccionada por Eslovaquia como su representante de cara a los últimos Oscar, esta historia tiene algo del Hamlet de Shakespeare (padres fantasmales, parientes traidores...), aunque nos describe la vida de una comunidad de gitanos a través de los ojos del joven protagonista, un chaval que trata de mantenerse al margen de la vida de hurtos y trapicheos a la que parece destinado. El director sabe contar la historia y sacar el mejor partido a los actores, como suele ser habitual neófitos en esto del cine, aunque no puede evitar transmitir una cierta sensación de lugares comunes y propuestas narrativas ya vistas. No se puede negar que las miradas se utilizan con rigor como elementos imprescindibles para contar esta historia de anhelos que posiblemente nunca se materialicen, y que la descripción de este joven protagonista al que le será imposible huir de la realidad que le rodea a no ser que provoque una ruptura brusca en el sistema establecido, acaba siendo certera y precisa. Pero al final nos queda la percepción de haber visto lo de siempre sin demasiadas satisfacciones.
Banda sonora: Precioso trabajo del reconocido compositor eslovaco Vladimír Godár, sencilla, efectiva, casi el único elemento que conecta a la película con su más que probable inspiración shakesperiana. Lástima que sus destacadas colaboraciones con el mundo del cine desde los años ochenta sean absolutamente desconocidas.
Adikos Kosmos (Unfair world), de Filippos Tsitos. La ganadora de los premios al Mejor Director y Mejor Actor (Antonis Kafetzopoulos) en el pasado Festival de Cine de San Sebastián nos lleva hasta esa Grecia actual invadida por la desesperación y las deudas. El comienzo de la película es significativo: una joven roba un producto en un supermercado y el guardia de seguridad la persigue; pero un hombre le pone una zancadilla para dejar huir a la protagonista del hurto. Después, este hombre se nos desvelará como el oficial de policía que centrará la historia. En un momento de necesidad y desesperación, el sentido de la justicia es diferente. Y de eso habla esta película; de un hombre que trata de ser justo en un mundo injusto; de la honestidad rodeada de personajes deshonestos; de la ética frente a la inmoralidad de esos hijos de puta que nos desgobiernan. Pero esa mirada hacia un país que ha perdido su soberanía se acaba perdiendo entre una planificación tan minimalista que se hace cansina (se nos antojan ecos de Kaurismaki, pero sin su eficacia), y una rocambolesca trama en la que al final tienes la sensación de haberte perdido algo.