Este fin de semana se han entregado los premios Príncipe de Asturias, unas distinciones internacionales que otorga la Fundación Príncipe de Asturias desde hace ya tres décadas. Casualmente he tenido la oportunidad de estar presente en la ciudad que celebra este evento, Oviedo, por estar trabajando para toda la red comercial de una entidad cuyo ámbito de actuación es la región de Asturias.
Me resultó emocionante vivir los días anteriores a esta celebración, así como la propia jornada central de entrega de los galardones. Seguí el acto del interior del teatro Campoamor a través de la televisión (simultaneando el visionado a través de una televisión nacional y otra local) y he de confesar que, a pesar de que ya “peino canas”, determinados momentos me “llegaron” especialmente. Algunos de éstos en relación a lo que se decía y otros por lo que se hacía.
Los comentaristas televisivos indicaban que era una de las citas con más gente en las calles, probablemente animados con la presencia de “la roja”. Al día siguiente, con más tranquilidad, ojeé los periódicos al respecto. Algunos flases de la jornada anterior se habían fijado en mi retina (o en mi neurona) y quería profundizar un tanto en ellos. Consulté posteriormente algunas páginas de internet y llegué a una en la que, además, preguntaban … “¿Cuál de los premios le parece más merecido?”. De forma bastante subjetiva (me había gustado el discurso de uno de los premiados sin conocer en profundidad su trabajo) respondí que el de comunicación y humanidades. Una vez que respondías aparecía el resultado acumulado. Antes de ver los datos agregados pensé que el “ranking” estaría encabezado por la selección española.
Para mi (grata) sorpresa esto no fue así. El más votado (por poco, esto es cierto) era el que hacía referencia a la lucha contra el dolor. La “roja” ostentaba el segundo puesto y el tercero (a una distancia importante, todo hay que decirlo) era para comunicación y humanidades. Me sentí confortado.
¿Y qué dijo Zygmunt Bauman (co-galardonado junto a Alain Touraine en Comunicación y Humanidades)? Pues habló de un mundo complejo en el que la toma de decisiones “acertadas” es cada vez más difícil; habló también de la diversidad, de la necesidad de derribar todo aquello que nos aleja del otro.
Para mí, un momento emocionante de su discurso fue cuando dijo … “Soñamos con un mundo donde las valoraciones puedan hacerse y las decisiones puedan tomarse sin la ardua tarea de intentar comprender. De este sueño nuestro nacen las ideologías, esos densos velos que hacen que miremos sin llegar a ver. Es a esta inclinación incapacitadora nuestra a la que Étienne de la Boétie denominó «servidumbre voluntaria». Y fue el camino de salida que nos aleja de esa servidumbre el que Cervantes abrió para que pudiésemos seguirlo, presentando el mundo en toda su desnuda, incómoda, pero liberadora realidad: la realidad de una multitud de significados y una irremediable escasez de verdades absolutas. Es en dicho mundo, en un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y comprender a los demás, destinados a comunicar y de ese modo, a vivir el uno con y para el otro”.
Esas palabras me retrotraían al motivo por el que estaba en Oviedo: esa red comercial que para seguir teniendo un futuro prometedor ha de enfrentarse a una situación de incertidumbre (por el momento de crisis que nos toca vivir, por el cambio que ello conlleva, …) y eso puede generar algunas inseguridades.
Hubo otro momento especial (al menos para mí) en la entrega de los premios. En realidad fue un momento “doble” y estaba relacionado con “la roja”. En su discurso, Vicente del Bosque (entrenador actual de la selección) dijo … “Desde hace más de 100 años, el fútbol forma parte de lo cotidiano de nuestra vida y va inexorablemente ligado a las esperanzas e ilusiones de millones de españoles. Hablamos de él con tanta frecuencia e intensidad que ya es como uno más de la familia … Somos, por tanto, beneficiarios de un estatus, de unos privilegios y de unas responsabilidades que no pueden ignorarse. Abanderamos y articulamos un fenómeno universal de cuya trascendencia no cabe duda y que nos anima a tratar de ser mejores cada día. Desde 1920 hasta hoy, la selección española ha aglutinado los sentimientos de generaciones de aficionados que acompañaron al equipo nacional en sus alegrías y en sus penas, en sus triunfos y en sus derrotas, sin volver la cara, sabiendo que lo que defendían unos cuántos era lo que perseguían multitudes”.
Recuerdo que durante el partido de la final del campeonato del mundo en Sudáfrica me sentí muy orgulloso de mi selección, por cómo jugaban (no tanto porque alcanzaran la victoria final, aspecto éste que hizo que me sintiera feliz, cosa distinta). La selección, sus jugadores, son “referentes” de una serie de valores (Del Bosque habló de esfuerzo, sacrificio, talento, disciplina, solidaridad y modestia) y, en palabras del propio entrenador, no pueden obviar esa responsabilidad.
Mi mente volvía a la red comercial porque, aunque pueda parecer algo chocante, uno de los elementos que trabajamos es que cada profesional asuma que es un referente para su entorno (“interno y externo”). No siempre somos conscientes de la fuerza e intensidad que tiene nuestro propio comportamiento como “modelador” de los que nos rodean (especialmente si somos responsables de un equipo para alcanzar los objetivos que tenemos planeados).
Por último, hubo otro aspecto vinculado con “la roja” que me pareció muy interesante/emocionante y que tiene relación con los hechos y no tanto con las palabras. Me refiero al momento en que Del Bosque, saltándose el protocolo, invitó al anterior seleccionador nacional (quien, por cierto, había criticado públicamente alguna de las actuaciones de Del Bosque en Sudáfrica) a que compartiera con los jugadores el galardón que recibían. Ese comportamiento generoso en la victoria nos hace grandes. Ojalá muchos de nosotros nos comportáramos de igual forma. Seguro que nos enfrentábamos a las incertidumbres con mayor serenidad y garantías de éxito.