Revista Opinión

Prensa bajo el Síndrome de Estocolmo blanquea a Pérez Rubalcaba

Publicado el 15 mayo 2019 por Mike Sala @mikesala65

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Se suele definir el Síndrome de Estocolmo como un estado psicológico en el que la víctima de un secuestro llega a sentir simpatía e incluso enamoramiento hacia su secuestrador. Por extensión, también se suele aplicar el término Síndrome de Estocolmo a las situaciones similares de personas violentadas y abusadas hacia sus abusadores.
En los últimos días, a raíz de la súbita enfermedad de Alfredo Pérez Rubalcaba y su inmediato fallecimiento, una previsible oleada de publicaciones ha invadido los medios de comunicación españoles, como si del óbito de un jefe de estado se tratara. Que los medios de izquierdas elevaran a la santidad laica a Rubalcaba el mismo día de su fallecimiento, sin esperar siquiera a certificar un mínimo de milagros por parte del personaje, era de esperar. También era de esperar, incluso más que lo anterior, que los actuales líderes socialistas afines al fraudulento Doctor Sánchez se arrimaran al ataúd del fallecido para salir en la foto y aprovechar el tirón electoral que en un país como España puede tener un féretro con el cuerpo presente de un político.
Pero lo que me ha causado cierta sorpresa ha sido el comportamiento servil y falsario de no pocos periodistas y comunicadores que, lejos de tener que agradecer algo a Rubalcaba, ni como profesionales ni como españoles, han tenido el valor de calificar al fallecido con descripciones tales como “hombre de estado”, y le han atribuido méritos falsos sobre hechos nunca sucedidos.
Si alguien ha leído los titulares y reseñas que ciertos periodistas y comunicadores han escrito en estos días respecto al ya santificado Rubalcaba, y no hubieran atendido a la autoría de los mismos, habría pensado que dichos artículos estaban publicados en El País, El Plural, El Diario, o cualquiera de esos medios en los que uno se imagina a los empleados escribiendo frente a la pantalla, genuflexos y adorando fotos de Zapatero, Sánchez, Iglesias, Echenique, y toda la caterva de perturbados que llena o llenará ciertas bancadas del congreso. Pero lo cierto es que tales artículos, que no pienso enlazar para no facilitar una sola visita más a semejante banda de traidores a la memoria y a la honradez, estaban publicados en medios como El Independiente, Voz Pópuli, El Mundo y ABC.
Aunque nunca tuve que pasar por una situación de secuestro o de abuso, siendo joven o adulto, sí sufrí frecuentes malos tratos cuando niño en ciertos colegios de curas, como San Gabriel en Zuera, Zaragoza, o en el de Marianistas, también en Zaragoza, donde curas y seglares entendían que el maltrato era la forma más efectiva de enseñar. Con el transcurso de los años, jamás llegué a sentir la más mínima simpatía por aquellos maltratadores de niños, mucho de ellos con sotana. Por eso no entiendo qué razones pueden llevar a una persona maltratada o secuestrada a sentir simpatía por su agresor. Pero cuando comencé a leer algunos de los artículos a los que me refiero, inevitablemente pensé que, o bien los autores estaban bajo el influjo de algún tipo de síndrome de Estocolmo, o bien eran simplemente tan rastreros y miserables que no buscaban otra cosa que la oportunidad de congraciarse con el poder izquierdista, aunque para ello tuviesen que cantar alabanzas a uno de los personajes más nefastos y dañinos para España durante las últimas cuatro décadas.
Prensa bajo el Síndrome de Estocolmo blanquea a Pérez RubalcabaNo pocos de estos “vendidos” atribuían a Rubalcaba cosas tales como “el fin de ETA”; mentira de proporciones catedralicias que podrá colar entre sectarios izquierdistas o a jóvenes que tengan escasa idea de la historia reciente de España, pero que a los que tenemos memoria no puede parecernos otra cosa que un insulto a las víctimas del terrorismo y a quienes, de un modo u otro, hayamos podido poner nuestra vida en juego contra los terroristas y su entorno. No solo Rubalcaba no finalizó a ETA, que sigue viva, en las instituciones y manteniendo armas ocultas para cuando decida volver a matar, sino que la revivió por orden de Zapatero, al poco tiempo de llegar ambos al poder tras los atentados del 11M de 2004, cuando en aquél tiempo ETA estaba ya al borde del KO gracias a las políticas antiterroristas de los gobiernos de Aznar y el ministro de Interior, Mayor Oreja.
La relación entre la carrera política de Pérez Rubalcaba y la lacra del terrorismo de ETA fue siempre una verdadera desgracia… para España. No cabe duda de que él siempre supo sacar el mejor partido para sí mismo, su carrera y los intereses del PSOE. En mi artículo delpasado sábado incidí en el comportamiento del personaje durante el día de los atentados del 11M y posteriores, hasta que se celebraron las elecciones generales y se consiguió el principal objetivo socialista: desalojar al aznarismo del poder. Pero no olvidemos el “caso Faisan”, en el que de nuevo ETA salió enormemente beneficiada, y otras innumerables ocasiones en las que los servicios secretos y sus lados más oscuros, que todos conocemos como “cloacas del estado”, estuvieron a las órdenes del ministerio de Interior con el único fin de investigar a empresarios y periodistas que no fueran precisamente afines al zapaterismo que arruinaba España en aquellos tiempos. Durantedos legislaturas de vergüenza para nuestra nación, un buen número de periodistas, además de algunos directores y propietarios de medios de comunicación críticos con el socialismo marca ZP, y especialmente los que en los noventa habían contribuido a derribar al corrupto Felipe González y su partido de desalmados sin vergüenzas, sufrieron el acoso laboral, judicial y personal que Rubalcaba manejaba desde las alturas sirviéndose de otros periodistas afines al socialismo, a ciertos jueces indignos de impartir justicia, y a algunos agentes de la ley, destinados a los diferentes servicios secretos, que se dedicaron a investigar y elaborar pruebas falsas contra aquellos disidentes.
Ahora, con Rubalcaba enterrado y el PSOE tomando nuevamente posiciones de poder para reeditar la era Zapatero nuevamente, varios de esos periodistas olvidan todo lo sufrido por culpa del impresentable fallecido, y nos lo presentan como un héroe de la política, un prócer del patriotismo y un ejemplo de sinceridad. Jamás fue nada de eso. Y ellos lo saben, porque lo sufrieron durante años. Porque alguno de ellos vio seriamente comprometida su vida. Porque alguno de ellos estuvo a punto de perder su patrimonio bajo un acoso fiscal que desapareció precisamente cuando Rajoy llegó al poder.
Inexplicablemente, estos periodistas parecen estar bajo la influencia de un Síndrome de Estocolmo que les ha llevado a blanquear y humanizar la figura de un Rubalcaba que fue detestado por sus opositores, por no pocos de sus compañeros de partido y muchos millones de españoles que veían en él la mano fuerte que, sin el menor escrúpulo, ejecutaba el trabajo sucio de Rodríguez Zapatero como antes lo hizo para Felipe González.
Hoy, para los que tenemos memoria y no la ponemos a la venta, hay una cierta cantidad de periodistas y medios que seguramente nos han decepcionado por última vez, porque la infamia cometida por ellos estos días contra la dignidad y la memoria de víctimas y perseguidos no se puede blanquear, ni debe ser olvidada.
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