El diario estadounidense, The Washington Post, publicó este viernes una editorial sobre la grave crisis que vive Venezuela:
El drama político en Venezuela, donde un gobierno populista y autoritario está tratando de aferrarse al poder a pesar de haber sido desplazado al perder las pasadas elecciones legislativas, tiende a oscurecer una crisis más profunda. A pesar de que el país está inundado de petróleo, la nación de 30 millones de personas se enfrenta a un colapso económico y un desastre humanitario.
Venezuela ya sufre de la tasa de inflación más alta del mundo -se espera que aumente de 275 a 720% este año- uno de los índices de homicidios más altos del planeta y una escasez generalizada de bienes de consumo, que van desde piezas de automóviles hasta el papel higiénico. Los cortes de energía y la falta de materias primas están obligando a las fábricas y tiendas que sobreviven, a cerrar o limitar sus horarios de apertura. De acuerdo con una encuesta local citada por The Economist la tasa de pobreza es del 76%, comparada con el 55% que había cuando Hugo Chávez, el fallecido fundador del régimen, tomó el poder en 1999.
Lo peor de todo es que en el país está quedándose de manera vertiginosa sin alimentos ni medicinas. Los venezolanos emplean gran parte de su tiempo de espera en colas fuera de las tiendas, pero las estanterías están cada vez más vacías. El titular de la asociación farmacéutica del país recurrió recientemente a la Organización Mundial de la Salud en busca de ayuda, diciendo que la distribución del 70% de los medicamentos básicos se había perturbado. El presidente del mayor productor nacional de alimentos ha dicho que si el Gobierno no busca rápidamente ayuda para importar alimentos, esto “causará un grave daño al venezolano común”.
La matemática detrás de estas advertencias es cruda, tal como el economista Ricardo Hausmann esbozó recientemente en el Financial Times. Con los precios actuales del petróleo, Venezuela ganará menos de 18 mil millones de dólares en exportaciones este año mientrs que debe 10 mil millones en pagos correspondientes a los 120 mil millones de deuda que ha acumulado. Eso deja al país con 8 mil millones para las importaciones; pero incluso después de haberse contraído un 20%, las importaciones de Venezuela ascendieron a 37 mil millones en 2015 – y hoy el país importa la mayor parte de sus alimentos. Incluso con el impago de la deuda que los mercados esperan, es difícil dilucidar de dónde provendrán las divisas adicionales: Venezuela rompió relaciones con el Fondo Monetario Internacional hace casi una década, el país no tiene capacidad para obtener préstamos privados, y casi ha agotado sus reservas líquidas. Ya le debe a China, su último benefactor, 50 mil millones de dólares.
Frente a esta calamidad, el Gobierno del presidente Nicolás Maduro parece estar paralizado. Maduro y uno de sus ministros han hablado de tomar medidas de sentido común que se necesitan desesperadamente, como el aumento del precio de la gasolina vendida al por menor por el Estado, que hoy cuesta menos de de 1 centavo por galón, así como la modificación de un sistema de cambio de divisas en las que el dólar vale 150 veces más en el mercado negro que a la tasa oficial. Los días pasan y, sin embargo, el Gobierno no actúa; en un post de facebook el miércoles, Maduro apuntó a disputas entre sus ministros, uno de los cuales argumenta que la inflación no existe.
Se dice que los líderes de la nueva mayoría parlamentaria de la oposición, bloqueados en una lucha pública de poder con el régimen, están negociando con él entre bastidores. Un pacto entre ambos bandos sobre medidas de emergencia, junto con un llamado al FMI, es la mejor oportunidad de rescate para Venezuela. Por desgracia, no parece probable, por lo que sus vecinos, y los Estados Unidos, deben prepararse para una implosión.
Foto: Puerto de la Cruz, cortesía @indignadosvene2