Revista Religión

Presencia de los agustinos en la revolución peruana de Huánuco de 1812

Por Joseantoniobenito

Presencia de los agustinos en la revolución peruana de Huánuco de 1812

Presencia de los agustinos en la revolución peruana de Huánuco de 1812

Presencia de los agustinos en la revolución peruana de Huánuco de 1812

Presencia de los agustinos en la revolución peruana de Huánuco de 1812

La revolución de Huánuco de 1812 en la obra de Ella Dunbar Temple.

Fue la brillante conferencia ofrecida por el Dr. Javier Campos y Fernández de Sevilla, Fundador y Director del Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas, con ocasión del reinicio de las actividades de la Cátedra el viernes 13 de abril a las 7 p.m. en Valle Riestra 591- San Isidro.

Presentaron el acto y dieron realce al mismo Waldemar Espinoza Soriano, Carlos Enrique Becerra y Gloria Cristina Flórez

 

La conferencia se encuentra en  “Presencia de los agustinos en la revolución peruana de Huánuco de 1812” Publicado en  Anuario Jurídico y Económico Escurialense, XLV (2012) 637-686 / ISSN: 1133-3677. On line: www.javiercampos.com

 

Resumen: En febrero de 1812 estalló en Huánuco, territorio de la Intendencia de Tarma (Perú), una sublevación contra el gobierno colonial y los españoles

(chapetones), por la mala administración y las injusticias que sufrían los pueblos nativos. Por diversos motivos e intereses participaron todos los grupos de la

ciudad y de la zona: los criollos, el clero (secular y regular), los comerciantes, el pueblo mestizo y la población india de la sierra. Dos agustinos tuvieron un

destacado papel. Todo acabó con la  derrota de los insurrectos y la condena de los principales dirigentes.

Sumario:

I. Introducción.

II. Los trabajos de Ella Dunbar Temple.

III. Sinopsis de la insurrección.

IV. El convento agustino de Huánuco.

V. Fray Marcos Durán Martel.

VI. Fray Ignacio Villavicencio.

VII. Una crónica contemporánea de la revuelta. 

 

Contenido y desarrollo extractado

Inicialmente la protesta surgió en la próspera ciudad andina de Huánuco que estaba habitada por españoles y un nutrido número de familias criollas que tenían el poder político y controlaban los resortes del poder económico, además de un grupo de activos comerciantes. Cuando el domingo 23 de febrero de 1812 los indígenas asaltan la ciudad exigen la expulsión de los españoles  (chapetones), y que la autoridad pase a manos de los nativos; otro sector,  también revolucionario más moderado, dirigido por Domingo Berrospi, quería  que el poder pase a manos criollas sin sometimiento a las autoridades virreinales  de Tarma y Lima.  . Los  indios de Pillao, Acomayo, Santa María del Valle, Malconga, Pachabamba,  Pomacucho y Churubamba dirigidos por el mestizo José Contreras se  dirigieron a Huánuco y después de cruzar el puente de Huayopampa, sobre el  río Huallaga, comenzaron a penetrar en la ciudad enfrentándose a las tropas  virreinales dirigidas por el Sargento Mayor don Manuel Talancha que trataron  de impedir el paso de los insurgentes; en poco tiempo éstos controlaron la ciudad,  asaltaron el cuartel y depusieron al Subdelegado Diego García, comenzando todo  tipo de abusos, saqueo y pillaje de las tiendas y de las casas y haciendas de  los españoles; una acción descontrolada, netamente revolucionaria, que impresionó profundamente a los despavoridos habitantes y cuya noticia alarmó a las  autoridades de Tarma y Lima. El saqueo se prolongó durante el 23 y el 24 entre el  pánico y la confusión de la gente, provocando la huída de muchas familias.  Tratando de organizar la situación el día 26, Domingo Berrospi, logró que le  designaran Subdelegado interino, e inmediatamente trató controlar el estado de  cosas por la fuerza; mandó detener y ejecutar al líder campesino José Contreras.

 

El 2 de marzo los rebeldes retiraron el apoyo a D. Berrospi y eligieron como superior a Juan José Crespo y Castillo, Regidor del Cabildo de la ciudad. Las tropas del Virrey don José Fernández de Abascal se prepararon en Cerro de Pasco y se dirigieron a Huánuco, produciéndose la batalla de Ambo el 5 de  marzo enfrentadas a un fuerte contingente de patriotas -cerca de 2000- dirigidos por José Rodríguez que planeó atacar por la retaguardia pasando  por Huáscar. El plan dio buen resultado y las fuerzas patriotas lograron triunfar con la toma de Ambo. El intendente de Tarma, José González Prada, reorganizó las tropas realistas y en una nueva batalla reconquistó Ambo el  día 18 de ese mes. Los patriotas abandonaron Ambo y Huánuco que fueron  ocupadas por los realistas cuyas fuerzas persiguió a los indígenas rebeldes huidos por la región logrando hacer prisioneros a algunos de los líderes.  Inmediatamente se creó un tribunal para juzgar a los prisioneros de guerra,  con plenas garantías procesales, que declaró culpables a muchos de ellos en diferente grado de participación en la sublevación. La Real Audiencia dictó  sentencia: José Crespo y Castillo y José Rodríguez condenados a la pena capital;  Norberto Haro, condenado a la pena de horca; fray Marcos Durán Martel,  deportado a España. El 14 de septiembre de 1812, en la Plaza Mayor de Huánuco,  fueron ejecutados los caudillos revolucionarios, pero la semilla de la libertad  brotaría pocos años después -según el anuncio de  Crespo y Castillo en el patíbulo- porque la independencia era imparable.

 

El  Convento Agustino de Huánuco

El convento fue fundado en agosto de 1584 por fray Diego de Montoya y fue admitido en la Provincia en el XIV Capítulo Provincial celebrado en  Lima en 1587, bajo la advocación de Ntra. Sra. de Gracia. Fue un convento  menor -para 10 ó 12 religiosos-, pero de buena construcción material, con todas las dependencias; estuvo bien dotado de rentas -más de 5000 pesos y  doce esclavos-, llegando a ser “de los más ricos y descansados Conventos de la Provincia”.

Esta casa se pudo erigir con ese desahogo gracias a la magnanimidad de sus patronos el Licenciado salmantino don Diego Álvarez, Corregidor de la  ciudad, que antes lo había sido en el Cuzco, y su mujer doña Isabel de  Figueroa, de noble linaje, por una estrecha relación de amistad que trabaron con el Provincial, fray Juan de San Pedro, y con el Prior, fray Diego de  Montoya.

Los Álvarez-Figueroa fueron un matrimonio sin hijos al que el cielo bendijo otorgándoles una buena fortuna; por sus profundas convicciones religiosas decidieron repartir sus rentas en el lugar donde las habían recibido e incrementado, por medio de limosnas para dotes de doncellas y pago de deudas, y continuos socorros ordinarios. Sobre todo practicaron la caridad erigiendo fundaciones  generosamente dotadas

 

FRAY MARCOS DURÁN MARTEL

Apenas se conservan datos personales de este religioso a pesar del protagonismo que tuvo en la revolución; llama la atención que después de la  independencia sus paisanos no se preocupasen de recoger algunos datos  biográficos, salvo lo que se puede entresacar de las confesiones de los testigos que se recogieron en el proceso, que es información muy pobre, fragmentaria  y reiterativa porque durante el juicio estuvo huido; a ella nos atenemos.  Era  natural de Huánuco, y en el convento de Nuestra Señora de Gracia de aquella ciudad debió de ingresar ya mayor, porque se dice en una crónica que era carpintero, y probablemente debió de pasar su vida religiosa en las tareas  pastorales que el convento ejercía en la ciudad y en la zona  Procedía de una  familia que tenía cierto desahogo económico. Su hermano Pedro tenía una  pulpería donde vendía diferentes géneros para el abasto, y el Dr. Don Rodrigo  Durán Martel -¿otro hermano?- era Vicario de Huánuco. Poseía una plantación de tabaco y hubo escritos anónimos contra la prohibición del cultivo dictada por el gobierno, y queriendo saber si habían salido de la mano de fray Marcos, en  el interrogatorio de su compañero fray Ignacio Villavicencio fue preguntado sobre este asunto y respondió que nunca había hablado con él de este tema.

 

En la deposición del P. fray Guillermo Beraun (4-V-1812), afirma que “Fray Marcos [Durán] no comía en el combento porque se llevaba mal con el prior [lo era fray Francisco Aranibar]: que también era adusto con los coristas [religiosos profesos que están haciendo la carrera sacerdotal].

 

Como conclusión nuestra sobre la participación de los agustinos en la revolución de Huánuco podemos añadir que, teniendo en cuenta la abundante  documentación existente, está fuera de duda que el protagonismo recae sin duda en el P. Marcos Durán Martel; la exculpación de la pena capital o una condena más severa en el veredicto final puede atribuirse a no haber participado activamente en las acciones armadas. Para los ideólogos o autores intelectuales de las revoluciones hispanoamericanas del siglo XIX siempre se les reservó la reclusión en presidios españoles; el castillo de Santa Catalina de Cádiz  fue el destino de muchos liberales independentistas americanos.  El protagonismo que el Dr. Pedro Ángel Jadó otorga a fray Ignacio

Villavicencio  no concuerda con los testimonios de los procesados y con la carta personal que en su descargo escribió al Virrey Abascal el 28 de mayo ya citada  en la que justificaba detenidamente su vinculación con la insurrección

y sus líderes sabiendo lo que le iba en ello. La visión del sacerdote español sobre la persona del agustino tiene claros visos de desafección personal motivados

por algún desencuentro, asunto verosímil teniendo en cuenta que se conocían,

incluso que el religioso trató de ser amigo suyo; los otros datos de su actuación

con los insurgentes, sin duda son auténticos.

También es correcta la visión general que da de la revolución, sus motivos y

sus consecuencias, aunque de algunas apreciaciones se pueda disentir; informó al

Arzobispo con rigor y bastante minuciosidad porque tuvo  perfecto conocimiento

de los hechos y supo interpretar el significado de los mismos. 

La revolución de Huánuco fue más que una rebelión social en la sierra

central de los Andes peruanos a comienzos del siglo XIX; es importante destacar

el carácter general y colectivo que tuvo el levantamiento, porque fue de la ciudad

y sus gentes, aunque cada grupo luchó por intereses particulares. Fue un

fenómeno colectivo pero sin clara conciencia libertadora, a pesar de haber

estado algunos emisarios de países sublevados, porque todavía no había llegado a

esos niveles el ideal independentista.


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