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A finales de los años ochenta fue mi primer contacto con el rol. Primero como jugador y luego como director de juego, o como llamábamos en aquellos días usando la terminología anglosajona, máster. Inicialmente las partidas eran de fantasía medieval, pero mis gustos literarios, en aquellos días, iban más por otros ámbitos: las policiacas o de espionaje y la ciencia ficción especialmente. Curiosamente no me gustaban las de James Bond sino aquellas de espías en las que la trama política y la guerra fría eran parte central, pero con un abordaje realista. También, aunque esas me han interesado siempre, las historia reales (no necesariamente novelas) sobre la época medieval española, los templarios, los cátaros y la conquista de América (entonces se llamaba así y no con los eufemismos con los que luego se ha denominado) por los españoles. Pero como parece que no podíamos jugar en tiempos históricos sin añadirle la magia, y de eso ya tenía bastante como jugador, me decanté primero por la ciencia ficción. Un módulo en Traveler, en el que ya platee algunos gobiernos y sistemas de los que hablaré aquí, pues luego los reutilicé aunque a un nivel más básico, y posteriormente una larga partida de Ciberpunk, pero ambientada en un mundo propio, evolución del que vivíamos en ese momento.
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