La editorial Polibea inaugura una nueva colección de poesía bilingüe, “Orlando versiones”, y ha tenido el acierto de comenzar con uno de los mayores poetas portugueses del siglo XX, Eugénio de Andrade; uno de esos autores imprescindibles que uno no se cansa nunca de releer. Quizás el menos melancólico de los poetas lusos, el “poeta de la luz” que revive los instantes de plenitud. Los versos de Eugénio de Andrade nos llevan siempre a junio, a los trigales y surcos del verano. Se gestaron en la tierra, con sus caminos de la sed y el fulgor del amor y de la fruta madura.
Miguel Losada, antólogo y traductor del libro, lo titula con buen criterio, Blancura, pues la poética diáfana de Andrade nunca dejó de buscar la claridad, “la luz más pura desnudando la poesía”, dando a las palabras una blancura primigenia. En su celebración del mundo convergen el ardor de la cal y una patria situada al Sur, en un eterno verano luminoso.
Una pequeña degustación de 34 poemas de un autor imprescindible, maestro de la transparencia y la difícil sencillez. Una antología-itinerario que refleja a la perfección el proceso de desprendimiento de Andrade, la materia solar con la que fue confeccionando su escritura.
XVIDeixo ao Miguel as coisas da manhá-a luz (se não estiver já corrompida)a caminho do sul,o chão limpo das dunas desertas,um verso onde os seixos sãode porcelana,o ardor quase animalde uma romã aberta.
XVIDejo a Miguel las cosas de la mañana:la luz (si no estuviera ya corrompida)camino del sur,el suelo limpio de las dunas desiertas,un verso donde los guijarros sonde porcelana,el ardor casi animalde una granada abierta.XXIII. SULEra verão, havia o muro.Na praça, a única evidênciaeram os pombos, o ardorda cal. De repenteo silêncio sacudiu as crinas,correu para o mar.Pensei: devíamos morrer assim.Assim: arder no ar.
XXIII. SUREra verano, había el muro.En la plaza, la única evidenciaeran las palomas, el ardorde la cal. De repenteel silencio se sacudió las crines,corrió hacia el mar.Pensé: deberíamos morir así.Así: arder en el aire.
© Eugénio de Andrade
© Traducciones: Miguel Losada