Conocí a Mario hacia el 2003. Por entonces, él ya estaba contando kilómetros y, al poco tiempo, emprendió viaje hacia Leeds. Había contado ya más kilómetros que la mayoría de las personas en toda su vida. Pero él quería contarlo de verdad y decidió escribir este libro que hoy presentamos: Cuento Kilómetros, que se suma a la novela publicada hace unos meses LS6 y a la antología Viscerales (junto a José Ángel Barrueco), que está llamada a convertirse en un nuevo referente en la literatura española.Mario es licenciado en historia del arte, biblioteconomía y documentación y en la calle, aunque esta última licenciatura, como casi todo, lo aprendió por su cuenta. Porque ha elevado el término autodidacta hasta las últimas consecuencias, siguiendo la máxima del ensayo y error. Siguiendo esta forma de vivir ha aprendido a hacer lo que le gusta: cine y literatura.Porque Cuento Kilómetros es algo más que un libro, es una serie televisiva, donde utiliza las herramientas del celuloide para engancharnos con sus historias, mezclando perfectamente las técnicas narrativas y audiovisuales, jugando con el ritmo salvaje del relato cuando es necesario y con una pausa poética cuando la situación requiere un plano fijo descriptivo.Genera tensión y la filtra utilizando los lugares que conoce, ciudades y países que habitan en el imaginario colectivo, sitios que ha vivido, aunque no son más que una excusa para invitarnos a caminar por la carretera, como lo hicieron Kerouac y Cassady en los años 50, y para plasmar con gran acierto el sentido de la vida, el tránsito de la adolescencia a la madurez, a la búsqueda de las respuestas vitales que todos, en alguna ocasión, nos hemos planteado.Mario me dijo, no hace mucho, que Cuento Kilómetros era su “libro de poemas”, donde ha vertido su parte más humana, más lírica. Como ejemplo, este párrafo, uno de mi favoritos, de uno de los relatos donde Nápoles es protagonista de la historia. (página 41).Sin embargo, Mario disuelve en cada uno de los relatos un espíritu de lucha y de inconformismo a través de su alter ego: Claudio Rivera; ese espíritu crítico es lo que, cada cierto tiempo, le invita a buscar nuevos horizontes, nuevos puntos rojos en un mapa cada vez más repleto, donde jamás pierde el norte, donde persigue ese ideal romántico de la justicia, del amor, en definitiva, de la vida (página 26).Porque es la vida, las ganas de vivir, lo que dota de sentido a ese divagar por las diferentes ciudades de Europa donde Mario ha vivido sus experiencias. Un libro autobiográfico, donde utiliza diferentes personajes para mostrar diversos prismas de una misma historia; porque, a pesar de tratarse de un libro de relatos, la historia se complementa, crece y deja abierta la puerta a nuevos pasos en el camino.Es la historia del arte la que ha alimentado esa pasión por la espiritualidad, por la filosofía, por el humanismo que ha marcado el devenir de Europa, del mundo occidental con toda su belleza y toda la decadencia que ejemplifica el capitalismo salvaje, ese al que Mario se ha adaptado, como todos, pero ante el que ha marcado sus límites, aprendidos en la calle, para definir el camino. El camino de la victoria, ése que sólo se alcanza aceptando que es mejor morir de pie, que vivir de rodillas.
El camino que, al menos, enseña el significado de la libertad.