Revista Cultura y Ocio

Presentación de cuentos pacientes de Goizeder Lamariano

Publicado el 10 octubre 2012 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg


Presentación de Cuentos pacientes de Goizeder Lamariano Como ya comenté en el blog la semana pasada, el viernes 5 de octubre estuve en la librería Lé de Madrid (Castellana 154) presentando –junto al escritor argentino Marcelo Luján, que recientemente publicó su novela Moravia en la editorial El Aleph- el primer libro de cuentos de Goizeder Lamariano ( Aquí su blog Cuéntate la vida). Es extraño pensar que soy profesor, que me gano la vida hablando todos los días ante un público de unos 20-25 adolescentes, y aún así me puse un poco nervioso al tener que hablar ante las 25-30 personas que acudieron a la librería Lé para acompañar a Goizeder. Al hablar me parecía que lo estaba haciendo demasiado deprisa, pero al verme en el vídeo que se grabó no lo percibo. En todo caso me dio la impresión de que Marcelo Luján tenía muchas más tablas que yo en esta clase de eventos. Presentación de Cuentos pacientes de Goizeder Lamariano Voy a dejar a continuación el texto que preparé para ese día (lo que llegué a hablar es parecido pero no idéntico). Antes de mi intervención Marcelo Luján introduce el libro, y habla del cuento como género narrativo. Y para finalizar Goizeder Lamariano nos habla de por qué se decidió a publicar su libro, y lee el primero del conjunto:
Conocí a Goizeder en enero de 2011. El mismo día que regresaba al colegio donde trabajo tras las vacaciones de Navidad saltó la alarma de google en mi correo electrónico: una entusiasta reseña de mi novela Acantilados de Howth en su blog Cuéntate la vida me alegró la semana (y el año) que empezaba. Este verano Goizeder me comunicó la buena noticia de que iba a publicar un libro de cuentos y me preguntaba si yo querría presentárselo en Madrid. Y yo contesté que sí, claro. Lo primero que llama la atención de Cuentos pacientes es la sugerente foto de portada, obra de José Luis Ollo, donde un hombre de espaldas, al que acompaña una maleta, nos arroja un puñado de preguntas: ¿Acaba de llegar a una ciudad o se marcha de ella? ¿Es esta su ciudad natal o es una ciudad desconocida para él? ¿Deja a algún ser querido tras de sí o va a su encuentro? ¿De qué ciudad se trata? Preguntas que podrían constituir el punto de partida de cualquiera de las 23 historias que presenta Goizeder Lamariano en su primer libro de cuentos.
Goizeder ha divido su libro en seis bloques: Cuentos de infancia, Cuentos pacientes, Cuentos eternos, Cuentos queridos, Cuentos de Alemania y Cuentos Apasionados.
Casi todos, sin descontamos el único cuento que constituye la sección alemana, son bastante cortos. En unas 3 ó 4 páginas Goizeder crea una situación, y en muchos casos acabaremos el cuento igual que al mirar la foto de la portada: llenos de preguntas. En el primero, -perteneciente al bloque Cuentos de infancia- por ejemplo, titulado Caramelos de menta, una niña de siete años, nos narra, desde una inocente primera persona, la separación de sus padres. El momento es crucial, la niña no sabe por qué sus padres ya no viven juntos –ellos no discuten como los padres de uno de sus compañeros de clase, también separados- la niña y el lector descubren una realidad más amplia que la narrada; y el relato se cierra abruptamente cuando la niña trata de encontrar culpables a una realidad que se le escapa. Y surgen las preguntas en el lector: ¿cuándo se dará del todo cuenta esta niña de lo que de verdad ocurre con sus padres? ¿Cuándo aceptará los cambios que se va a producir en su vida? Y la particular visión del mundo de los niños constituye la fuerza compositiva de estos Cuentos de infancia, cerrados con la historia La resaca de Jaime, donde la perspectiva cambia: ahora es el adulto el que evoca la infancia. Los Cuentos pacientes abren otro camino compositivo, puesto que se trata en gran medida de cuentos sobre hospitales y enfermos. Un tema tan humano como el de la infancia del grupo anterior, pero menos amable (en el supuesto de que los cuentos anteriores lo fueran, que no lo eran). Y en los Cuentos pacientes nos encontramos con la fatalidad e incluso con las burlas del destino… cuentos que paradójicamente, en algunos casos acaban bien o todo lo bien que puede acabar la vida. Mujeres jóvenes que conversan con ancianas en el pasillo del hospital, y de la conversación se podrán desprender secretos de vida o de amor. En Cuentos eternos no cambia sólo la perspectiva desde la que se mira la realidad (la infancia, la vejez, la enfermedad…) sino que también se juega con el principio de veracidad narrativa; puesto que en esta tercera parte nos encontramos sorpresivamente con un grupo de cuentos de corte fantástico, con curiosas personificaciones de la muerte, o incluso juegos macabros como volver a narrar la clásica –y también eterna- historia del enterrado vivo.
Los Cuentos queridos posiblemente reúnan las páginas más amables del libro, puesto que en ellos, a diferencia de lo que uno suele esperar en un cuento de amor, más de una de estas historias acaba bien; pero no todas, algunas como el cuento titulado La inglesita, donde las últimas frases vuelven a llenarnos de preguntas e incertidumbres.
En Cuentos de Alemania nos encontramos con un único cuento de 26 páginas titulado El profesor de español, un cuento que podría haber estado incluido en el primer bloque sobre la infancia; ya que en él nos encontramos con una narradora adulta que evoca su percepción del mundo a los 10 años, cuando sus padres decidieron emigrar de su Navarra natal hasta la próspera Alemania de los años 60. Y allí descubrirá por primera vez algunas de las aberraciones de la historia. En éste, como en otros cuentos del conjunto, la intención social puede hacer de enlace temático entre bloques narrativos: el pasado y las guerras perdidas recorren buena parte de estas páginas.
Y el conjunto se cierra con Cuentos apasionados, donde el amor de Cuentos queridos da un paso al frente para transformarse en erotismo y en sexualidad, cuentos que como aquellos pueden acabar bien o mal; pueden acabar como la vida: de cualquier forma.
No querría acabar de presentar el libro de Goizeder sin hablar de su estilo directo, de su gusto por la narración oral y la pincelada viva; y que lo leí atentamente con la intención de encontrar alguna errata o falta ortográfica que remitirle para la sección de su blog Con premeditación… y sin ortografía, pero no pude. La ortografía de estos Cuentos pacientes es más implacable que la vida que reflejan.
Y así tras acabar los 23 cuentos de este primer libro de Goizeder Lamariano uno tiene la sensación de haber leído más páginas de las 139 de que consta el volumen: los ecos de sus historias sobre niños, enfermos o amantes; historias de un presente muy cercano o de la Guerra Civil; de Pamplona, de Madrid, de Ibiza o de Alemania; historias reales o fantásticas; historias entrañables o terroríficas… se expanden en nosotros y al cerrar el libro y volver a mirar la portada seguiremos sin saber a dónde se dirige ese hombre con su maleta, seguiremos sin saber si llega a su ciudad natal o a una ciudad desconocida, si camina hacia alguien amado o huye de un amor desgraciado, y desearemos de nuevo dejar volar la imaginación para dar continuidad a su historia, para embarcarnos en todos los cuentos posibles, para recrear o inventar su camino, sin final como la vida y como todos los cuentos.


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