Fotografías de Sergio Madriles
La entrada de marzo en Sevilla vino cargada de música y luz. La calle fue testigo de que la apuesta de RIVERBOY tiene seguidores y que la estela que la banda describe en su canción de “Lightning Horse” atrae, cuál flautista de Hamelin.
La noche del 8 de marzo, un gran ciempiés esperaba en la entrada de la Sala X para no perder detalle, enseguida la sala se colmó y el murmullo llenó las paredes, los ojos expectantes dirigían la mirada al escenario y todo comenzó: suena a fiesta y folclore. La escena recuerda a una verbena al sur de estados unidos, donde no falta la cerveza ni los farolillos de color, el rock sureño invade la sala. La primera en sonar “A Riddle in a Pocket”, el sonido hipnótico invita a moverse al son del enigma del que nos hablan, la tierra nos regala vida. Termina la presentación del concierto y la oscuridad invade el escenario, sonidos de tormentas y redobles de tambor, ponen la emoción y anuncia que esto ya ha comenzado.
Un color verde inunda el escenario, suena “Dragonfly´s Yard Damend”, resuena el bajo destacando y coloreando el ambiente como aleteos en un jardín, el juego de luces junto a la compenetración de los instrumentos, hace que la escena brille con luz propia. Los temas siguen fluyendo cual rio descendiendo por su ladera, donde la guitarra eléctrica va cogiendo fuerza y la banda nos muestra con cada tema un universo de seres, escenas y atmósferas curiosas en las que dejar volar nuestra imaginación. El concierto avanza y la guitarra eléctrica coge fuerza y se exalta junto al teclado siguiendo la estela del caballo relámpago, todos nos sumamos a ella.
Esta noche Riverboy dejo sitio para lo íntimo y durante varios temas, despacio, el ritmo cayó y la banda se desvanecía en susurros que lentamente pasaban para cambiar unos minutos más tarde al rever y la psicodelia que finalmente tomaron el control: suena a derroche, a goce y a sudor, la lucha apasionada entre los instrumentos desbocados hace invisible a los cuerpos que los sujetan. Uno a uno abandonan la escena, la última tensión la mantiene el teclado, que finalmente también abandona el espacio, quedando solos los instrumentos bajo una luz azul intensa que mantiene y resiste el silencio unos segundos. La sala inmóvil no deja de mirar, parece que todo ha terminado.La luz azul que todavía mantiene la tensión devuelve a Charlye Riverboy al escenario, para contar algo casi al oído junto al teclado que suena a eco y desgarro, a desierto y profundidad. El concierto ya está en su recta final, Riverboy retoma la psicodelia, el Slide hace su aparición llorosa y la fiesta con la que comenzaron, vuelve a resurgir para terminar con las palabras de Charly Riverboy “Soy un hombre feliz, tengo una gran banda” que sin duda quedó demostrado.
El viernes 8 de marzo, los cambios de color inundaron la Sala X, la influencia y los diferentes estilos se pudieron apreciar: blues, rock, Bob Dylan, Beatles mezclados con un toque sureño hacen que esta banda tenga un estilo difícil de definir. La fiesta terminó y Sleepy James, Alejandro García, Tera Bada, José Vaquerizo y Charly Riverboy nos mostraron su particular visión revelándonos que la vida es así de simple y de compleja a la vez, que es un viaje incierto, un camino en el que tomas decisiones y estas son las que marcaran tu destino y lo importante es disfrutar ese camino elegido y esos instantes. La banda se despide, Riverboy nos invita a ver el paso del tiempo con un grito a la positividad y a la evolución sostenible, el tiempo es algo relativo y ¿por qué no saborearlos con un caramelo de menta?
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