Revista Filosofía

Presente y futuro de la economia: año 2014

Por Occidental En Lucha @occidentaldecad

Hemos comenzado ya el año 2014 y todavía no me había sentado a poner en orden ideas, cuestionar algunas y reafirmar otras sobre lo acontecido y lo ya dicho en este cuaderno de bitácora mío.

El 2013 fue un año marcado por la depresión económica en España. Una depresión que tenías sus primeros tintes de color vivos, de cierta incorporación del enfermo en el último trimestre, pero sin clarificarse del todo la mejoría significativa dentro del panorama general de la economía europea y mundial.

Aparte de las “modas” planteadas por los bancos de inversión y los analistas, con influencia en las corrientes de capitales internacionales, que ponen a España en la picota de las esperanzas inversoras en un clima de evitar colapsos, de apoyo a las medidas de austeridad del Gobierno y en línea con las recomendaciones de los organismos mundiales y la UE, lo cierto es que las condiciones estructurales de la economía no han cambiado para mejor.

Podemos decir que el Gobierno ha aplicado exitosas medidas tácticas o estéticas de maquillaje de nuestros datos económicos “macro”, a saber, PIB, inflación, deuda pública, solvencia financiera y balanza de pagos, pero penosas o inexistentes medidas estratégicas para modificar el rumbo y velocidad de la nave de nuestra economía.

Este rumbo y velocidad se materializa en la mejora y mantenimiento del bienestar ciudadano y la garantía de su futuro, o lo que es lo mismo, mejoras en el nivel salarial de la población en general, un crecimiento industrial-tecnológico sostenido, del empleo y de la población así como de sus perspectivas a largo plazo.

Por un lado, el agente que supone más de un 40% de peso en la economía, el Estado, ha sido incapaz de adaptar su estructura a las nuevas circunstancias terriblemente adversas, que se prolongan ya más de 5 años, haciendo solo recortes en áreas de gasto corriente con gran impacto en el engranaje social e indirecto en la eficiencia empresarial (como la sanidad, la educación o el I+D) , subiendo los impuestos y todo ello sin apenas ampliar la inversión en infraestructuras (sin buscar la eficiencia y la independencia en la producción de energía, con un déficit tarifario enorme) ni redefinir su costosísima organización territorial y política. El gasto público se ha contenido con dificultad y la reducción no ha posibilitado una reducción importante de la deuda. Estamos en punto muerto, por tanto, en la actuación del principal agente de la economía. Esto no solo sucede en España también en la mayoría de los estados occidentales. Es en España, sin duda, donde este fenómeno ha dado lugar a una crisis más extrema, a causa de la singularidad y coste del Estado autonómico y del sistema político español, que ha resultado un lastre que puede llevar al desmantelamiento final de la Nación.

Por otro, la magnitudes más importantes que reflejan una mejora del nivel de vida, aparte de los servicios públicos, que como hemos visto están en fase de reducción, son el empleo y los niveles salariales, ambos parámetros francamente a la baja y sin visos de recuperación a medio plazo. Estos últimos indicadores están íntimamente relacionados ,en una economía mundial globalizada y abierta comercialmente, con la competitividad o innovación de nuestras empresas en el exterior (solo las que producen y emplean en España) ,la demanda externa o mundial, la demanda interna o doméstica (no importadora o que no consume productos fabricados fuera de España o con pocas aportaciones de valor en el país), la oferta de trabajo, en precio y calidad, así como la facilidad para invertir y conseguir financiación barata.

¿Qué empresas son las que aportan el empleo adicional que puede reducir el paro? Fundamentalmente nos referimos aquí a las PYMES y grandes empresas que ofertan servicios locales competitivos y aquellas que, fabricando y de un cierto tamaño, son ya competitivas sin incentivos para deslocalizar o que por raíces, tradición, “expertise” o margen mantienen o prefieren mantener su fabricación en España (las cuales con las facilidades normativas, acceso tecnológico y liberalización de los mercados cada vez son menos). Las grandes multinacionales, aunque excepcionales aportantes de empleo, normalmente tienen un mercado maduro en su lugar de origen y sus inversiones en el mercado doméstico suelen ser menores, por lo que aunque extraigan rentas del resto del mundo, no suelen pagar impuestos altos sirviéndose de estructuras societarias elusivas fiscalmente y no crean mucho más empleo doméstico que fuera, en mercados emergentes, donde la oferta de trabajo es masiva y barata. Es posible que incluso extraigan rentas de su país de origen y produzcan fuera de él (deslocalización), dejando los rendimientos de la demanda interna fuera del país de origen. Ni que decir tiene que, más aun, eso pasa con multinacionales extranjeras que no fabrican en España.

Ante esta situación tan compleja para la creación de empleo las medidas más fáciles y efectivas de crearlo son aquellas que reducen el coste de la mano de obra lo que permite aparecer “apetecible” a la inversión extranjera y propia. El problema es que esas medidas son “pan para hoy y hambre para mañana”, salvo que quieras competir con países emergentes con Estados inmaduros desde el punto de vista social y costes salariales irrisorios desde el punto de vista occidental hasta el momento. La caída de los salarios produce una rebaja inmediata de la recaudación por impuestos y de la demanda interna. Las economías se empequeñecen, los Estados deben recortarse y se crea la paradoja de que todos los países sin poder tecnológico e industrial, es decir que no sean capaces de ofrecer productos singulares, baratos por tecnología o no reproducibles por otros, para poder progresar tienen que exportar productos e importar capitales, empobreciendo a la gran masa de sus habitantes o no dejándoles abandonar la pobreza, que es lo mismo.

En ese mundo de competencia exportadora de bienes e importadora de capital cada vez serán más los países demandantes de capital y más los ofertantes de bienes y mano de obra, cada vez menor la riqueza y menor el progreso para la mayoría de sus habitantes. La realidad nos muestra esto de manera cruda. Actualmente hay varios motores de la demanda mundial de bienes y servicios pero el principal históricamente es EEUU. El hecho de que EEUU ha incrementado sus niveles de paro, ha disminuido el poder adquisitivo de la clase media y por otro lado ha aumentado significativamente su deuda pública y su déficit exterior es incontestable. Su Estado tiene dificultades para adaptarse al nuevo tamaño de la economía .Los impuestos se cobran de la clase media y trabajadora y la subida de impuestos o reducción de servicios públicos lastra a la mayoría de la población hacia la pobreza. Adicionalmente el resentimiento de la demanda doméstica en una superpotencia como EEUU enfría la economía mundial, cada vez más basada en la deuda y el apalancamiento financiero. Aunque el número de millonarios crezca y el PIB a nivel macro también lo haga la realidad es que un individuo con rentas muy superiores a lo que puede consumir no consume o solo consume lujo, todo en un % marginal para la increíble suma que acumula. La realidad es que invierte pidiendo un rendimiento a su inversión. Esos rendimientos solo se consiguen en regiones emergentes donde la economía es aun inmadura y con el riesgo, eso sí, de perder la inversión.

¿Qué solución se articula entonces para incrementar la demanda mundial y que no haya colapso? El incremento de la demanda doméstica en los países exportadores con balanzas comerciales en superávit, véase China y Alemania, por ejemplo. Sin embargo esto se materializa con dificultad y no de una manera equilibrada. ¿Quién quiere bajarse de lo alto de la ola cuando ha logrado domarla?

Podemos enunciar un principio básico del capital: a mayor acumulación de capital, más demanda del mismo por otros agentes de la economía, mejor rendimiento y más acumulación. Es el círculo virtuoso del capitalismo y que ahora puede destruir su parte bondadosa. Sucedió en las ciudades en la Antigüedad y la Revolución Industrial, sucedió en los países desarrollados organizados y los Imperios modernos y, ahora, fruto de la tecnología y el declive de la idea de nación, sucede en el patrimonio de ciertos individuos que acumulan más capital del que pueden gastar en varios cientos de años incluso miles.

Ante costes de transacción internacionales cada vez más bajos derivados de la globalización, la tecnología y de la estandarización de los acuerdos de libre comercio y libertad de capitales, los movimientos de capital se harán cada vez más rápidos y pronunciados buscando los rendimientos derivados del arbitraje de los Estados y la geografía internacional.

Volvamos a las causas que intervienen en la mejora de los datos de empleo y nivel salarial y compongámoslas para el caso español:

- Demanda externa: salvo que Alemania arrime el hombro, incrementando decisivamente sus inversiones en el resto de la UE para crear empleo y su demanda interna importando, no se esperan crecimientos a medio plazo fuera de los producidos por una puntual caída de los costes salariales.

- La demanda interna: solo puede incrementarse ante bajadas significativas de impuestos en rentas medias, crecimiento de los salarios medios y las expectativas de los mismos. No se esperan de las primeras y de las segundas aunque no se sabe lo que pueden dar de sí las expectativas. Además, como hemos comentado antes, solo es aprovechable si se puede recoger su tirón sin importar bienes y servicios, es decir, ofreciendo productos de fabricación nacional competitivos y en una amplia gama de sectores.

- Oferta de trabajo: Podemos diferenciar dos momentos,

1. El corto plazo, en la actualidad, la oferta de trabajo es mínimo un 20% superior a la necesaria en España y en ronda un porcentaje parecido en la mayoría de los países desarrollados, aún mayor en el norte de África y con demografías aun vitales que han dado lugar a procesos revolucionarios. La adaptación de la oferta al dinamismo de los mercados, geográficamente y tecnológicamente hablando, derivada de la globalización y la reducción de los salarios derivado del incremento de la masa laboral mundial, es compleja y requiere la destrucción de la forma de vida de millones de personas. Este es uno de los fenómenos más traumáticos de la edad contemporánea Las causas que han dado lugar a este exceso, abaratamiento y obsolescencia efectiva de una parte importante dela fuerza de trabajo, sobre todo en Occidente son fundamentalmente dos:

- El incremento casi del 100% de la oferta de trabajo progresiva en 40 años por la incorporación de la mujer a la vida laboral activa. La II Guerra Mundial, que supuso el acicate para su integración en las labores de esfuerzo bélico y movilización total, dio lugar a pensar en su incorporación permanente como una manera de abaratar y dar disponibilidad de mano de obra en la gran industria en crecimiento. Con el tiempo esto se ha vuelto un arma de doble filo, junto con la educación gratuita y generalizada, para luchar por un puesto estable y una retribución digna en un mercado automatizado, de demanda estable y mano de obra más que abundante. Todo eso sin contar con las consecuencias en la demografía que veremos posteriormente por la incapacidad de articular familias sin perder nivel de vida de manera alarmante.

- La globalización, que fruto de la libertad de movimiento de capitales , comercio y desarrollo de los transportes y la tecnología, por el fin de la Guerra Fría y la decadencia de la idea de Estados Nación, ha impulsado el fenómeno de la deslocalización. La deslocalización permite a una empresa acceder a mano de obra barata en cualquier parte el mundo mejorando sus márgenes y vendiendo en los países con rentas y consumo más alto y sofisticado. Su parte oscura es la explotación local y el incremento del paro en el destino de los bienes que normalmente antes disponían de fábricas en suelo propio para esos productos. Por tanto es la globalización la causante del incremento de base laboral de que disponen las grandes multinacionales e incluso PYMES exportadoras.

2. El largo plazo, y no hablamos de más de dos décadas, la demografía, con crecimiento negativo, ira corrigiendo progresivamente esta situación. Sin embargo, se cierne un problema mucho más grave: no sabemos cómo se ajustará la disminución de la demanda interna agregada derivada del envejecimiento de la población. Está demostrado que a incrementos de edad el consumo de servicios se hace cada vez menor, el llamado ciclo de vida del consumidor. Es cierto que los servicios de asistencia y farmacéuticos deberán ampliarse igual que los relacionados con la vejez en una edad de oro de estos negocios, pero sus precios también deberán ajustarse a un mundo de demanda menguante y rentas más bajas o habrá un problema social en el futuro hacia el 2030 o incluso anterior con la población anciana que requerirá medidas drásticas o supondrá el derrumbamiento de Estados e incluso guerras de “rapiña “con países más dinámicos demográficamente.A todo este panorama ayudará sin duda el reajuste del sistema de reparto en las pensiones en el que actualmente solo se dan soluciones de ampliar la edad laboral en una situación de exceso de oferta de trabajo. Este fenómeno no es nuevo. Roma y las Polis griegas los sufrieron mucho antes que nosotros con los resultados que conocemos. Un ejemplo actual es Alemania. Su demografía hace que pierda población que actualmente intenta compensar con emigrantes que consigue llamar a su mercado de trabajo gracias a su política del “embudo” en la UE y su tradición exportadora e industrial, aun así con subempleo cada vez mayor en los servicios. ¿Cómo lo hará España con una contracción económica de esta envergadura y el nivel de desempleo?

Con este futuro cercano y lejano ¿Qué podemos hacer?

La idea es apretar los dientes y unirse los que pensamos que esta derrota no nos lleva a ningún puerto solo a una tormenta que nos destruirá. Hay que propiciar un cambio.

Un cambio primero en España, después en la UE y posteriormente en Occidente y el mundo.

Este cambio debe empezar por reducir a la clase política y eliminar podridas manzanas de la cesta y que salgan de otro árbol social que no esté enfermo.

Debe también empezar por valorar los recursos de otra manera, con otra contabilidad y otra gestión de los mercados y fundamentalmente dar valor a los más caro , la familia y la comunidad. Y no me refiero aquí a la familia entendida en su estructura tradicional, que podría darme un matiz derecha –izquierda atrasado, sino cualquier forma civilizada de descendencia, en hijos o en hechos por la colectividad, valorar nuestro futuro y pasado como hombres, la permanencia, la herencia que dejamos cuando morimos.

Para ello es necesaria la lucha colectiva y no sé si estamos preparados ni disciplinados para pedir algo juntos y lo más importante saber que pedir y saber que finalmente hay que hacer el esfuerzo de sacrificarse para conseguirlo.


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