Revista Diario
Hace unos días recibí un email que me pareció maravilloso. El email era de una mamá que va a tener un nuevo bebé entre sus brazos en los próximos días. En esas letras vi uno de los primeros regalos no materiales que recibirá ese bebé cuando decida abandonar el que ha sido su hogar hasta el momento. Está a la espera, tanto ella como su pareja, como los otros miembros de la familia cercana. Y en esa espera, han decidido comunicar cómo quieren que sea el posparto.
Me encantó leer en esas frases que no deseaban recibir visitas durante los primeros días para iniciar la lactancia, afianzar el vínculo y descansar. Me encantó leer que lo prioritario era la llegada del bebé y cómo todo el núcleo se adaptaba a este nuevo miembro. Me encantó leer entre líneas que por encima del "quedar bien" con personas que posiblemente quisieran conocer al bebé, está la intimidad de un momento tan mágico para la familia. Me encantó leer que cuando llegara el momento de realizar esas visitas, no se prepararía nada especial para recibirlas, si no que quien se acercara, podía si lo deseaba llevar algo para tomar.
Me parece maravilloso (respetando por supuesto que cada familia pueda tomar las decisiones que crea oportunas en este asunto y no menospreciando las que sean diferentes, ni mucho menos) que esta familia haya puesto una vez más por delante la prevención y la salud de ese bebé y del núcleo familiar, en momentos tan especiales y críticos como es la llegada y recibimiento de un nuevo ser.
Y creo que esas frases, esas decisiones, esas medidas... son un verdadero regalo para el bebé, para la mamá, para el papá, para el resto de la familia. Tiempo exclusivo para lo importante y prioritario tras el parto.
Desde aquí desearles una vez más que lo disfruten mucho. Que la mamá lo viva intensamente, que el papá la acompañe como sabe, que esa familia se haga más grande, que ese bebé sepa que tiene una gran familia esperándole y que lo va a recibir maravillosamente.