Hermanas y Hermanos:
Estamos por fin aquí, donde más de una vez abrazaron cálidamente a Fidel y con él a Cuba en nombre de lo mejor del pueblo norteamericano. Por esos momentos y por éste, lo primero que quiero decir es: GRACIAS.
Para llegar hasta aquí atravesamos Harlem, el barrio del legendario hotel Theresa, que se abrió a nuestra primera delegación revolucionaria en ONU y cobijó encuentros de grandes del siglo XX, donde Fidel recibió a Malcolm X, a Gamal Abdel Nasser, a Jawaharlal Nehru y a Nikita Krushohv.
La bellísima Iglesia Riverside, con su torre de estilo gótico, que hasta hoy sólo conocíamos por fotografías y crónicas de aquella intensa noche del año 2000, en la cual los hospitalarios amigos de Harlem opacaron con una multitudinaria bienvenida de más de 3 000 personas, a nuestro líder y sus acompañantes.
Justamente aquí, esa noche, recordó Fidel que en su primera visita a la ONU, en 1960, él personalmente le había dicho a sus compañeros: “Me voy a Harlem, porque allí están mis mejores amigos”. Al repetir el gesto en el 2000, en esta Iglesia, cuentan que se sintió tan a gusto con la multitud reunida para saludarle, que su discurso terminó con un “buenos días”. Había comenzado a las 10 de la noche y terminó pasadas las 2 de la madrugada.
Claro, que no sería yo capaz de repetir tal proeza, ni creo que los asistentes resistirían tanto. Pero si a un lugar no podía dejar de venir nuestra delegación que asiste a la Asamblea General de ONU, es a éste; doblemente sagrado: por su misión y por su historia.
En Riverside Church puede decirse que nació el programa de formación de jóvenes norteamericanos de los distritos más humildes de esta gran nación en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, nuestra querida ELAM, donde hasta el pasado año se habían graduado cerca de 200 estudiantes provenientes de Estados Unidos.
Esta Iglesia nos recuerda la entrañable amistad entre Fidel y el reverendo Lucius Walker, emisario de la solidaridad en los años más oscuros de la profunda crisis económica que en nuestro país provocó la exacerbación del bloqueo, tras la caída del socialismo europeo.
Cuba no es un país grande ni poderoso, ni rico en recursos naturales o financieros. Pero esas limitaciones no nos han impedido practicar la solidaridad, sobre la base de compartir, no lo que nos sobra, sino lo que tenemos, pero ante todo, compartir nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio. Se trata de un sacrifico solidario, practicado con humildad y que ha tenido un impacto, al cabo de varias décadas, en la vida de millones de personas de varios continentes.
Hoy, la expresión más visible de esa solidaridad es la cooperación que prestan más de 42 mil profesionales cubanos, sobre todo personal médico, en unos 75 países. Representan a los más de un millón de profesionales cubanos que desde el triunfo de la Revolución laboraron en África, Asia y América Latina y el Caribe, prestando servicios médicos y servicios de salud, trabajando en obras de ingeniería, con asesoría en agronomía, deportes y otras áreas importantes del desarrollo.
También representan el esfuerzo de centros educacionales y universitarios cubanos, y del personal de estas instituciones, que a lo largo de estas décadas formaron a decenas de miles de técnicos y profesionales de países del Tercer Mundo.
El empeño más significativo de esa solidaridad internacionalista de la Revolución cubana, por su prolongación en el tiempo, por su dimensión en recursos humanos, y por su costo material y en vidas, fue el apoyo a los movimientos de liberación en África.
El esfuerzo allí realizado contribuyó a salvaguardar la integridad soberana de Angola, a alcanzar la independencia de Namibia y a asestar un golpe demoledor y desmoralizante a la maquinaria de guerra del régimen del apartheid en Sudáfrica.
Por eso, cuando Cuba viene a la Asamblea General de las Naciones Unidas y promueve la cooperación y la solidaridad, frente a la amenaza, la competencia, el racismo y el egoísmo, lo hace con la autoridad de un pueblo que demostró que tales propósitos son posibles, y que convirtió las declaraciones en acciones concretas.
Especialmente este año, centenario del nacimiento de Nelson Mandela, a cuya memoria se ha dedicado una Cumbre por la Paz, Cuba no puede dejar de expresar el sentimiento que nos embarga cuando los nombres de grandes líderes de la lucha por la justicia social y la igualdad entre todos los hombres, se levantan como bandera, por representantes de naciones enriquecidas a costa del saqueo a los pueblos oprimidos y vilipendiados del Tercer Mundo, al que aquellos líderes consagraron sus vidas.
Quienes mantienen en vilo la paz, fortaleciendo sus arsenales con armamentos cada vez más sofisticados y amenazadores, quienes fomentan conflictos y amenazan con invasiones, quienes hace apenas una década consideraban a Mandela terrorista y entregaron armas nucleares al régimen racista de entonces, deberían pedir perdón a los pueblos que sufren el costo de las guerras, cuando podrían disfrutar los beneficios del desarme.
Hace 58 años, en su memorable primer discurso en la ONU, Fidel advertía que: “Con la quinta parte de lo que el mundo se gasta en armamentos se podía promover un desarrollo de todos los países subdesarrollados, con una tasa de crecimiento del 10% anual.”
No hace falta calcular qué parte de la inversión en armamento bastaría hoy para financiar el desarrollo de los países más atrasados económicamente, pero, por los descomunales precios que todo tiene en nuestra época, especialmente las armas, me atrevo a repetir que con un quinto de ese gasto, muchos pobres dejarían de serlo.
Bajo las premisas de que un mundo de paz y cooperación es indispensable para el desarrollo, la política exterior de la Revolución cubana mantiene invariable su posición a favor del desarme total y de la solidaridad internacional.
Es nuestro compromiso con los que han padecido y aun padecen la injusticia y la exclusión, con los que han sufrido y aún sufren como consecuencia del colonialismo, el neocolonialismo, el imperialismo y el racismo. Es una política exterior que hace causa común con los desposeídos, los marginados y los explotados.
Nuestro Comandante invicto Fidel Castro Ruz nos enseñó, y cito: “Cooperar con otros pueblos explotados y pobres fue siempre para los revolucionarios cubanos un principio político y un deber con la humanidad”. Fin de la cita.
Cuba también le debe mucho a la solidaridad internacional y a la solidaridad de miles de amigos y de activistas aquí en los Estados Unidos, entre los que se encuentran muchos cubanos aquí residentes. La demostración más reciente fue el movimiento masivo e internacional a favor de la liberación de los cinco luchadores antiterroristas cubanos injustamente encarcelados. Y antes, por el regreso del niño Elián González a su hogar en Cuba.
Como todos conocen, nuestra relación bilateral con los Estados Unidos sigue caracterizada, ante todo, por el bloqueo económico que constituye un obstáculo fundamental al desarrollo y al bienestar de los cubanos, que provoca privaciones a las familias cubanas.
Los vínculos entre ambos países continúan influidos por las pretensiones de grupos minoritarios pero políticamente poderosos dentro de este país que promueven la tensión y la hostilidad. Son grupos que aspiran a hacer regresar a Cuba a un pasado de subordinación y exclusión superado hace muchos años.
Utilizan para ello el engaño y la difamación. Cuentan con poderosos recursos financieros y el respaldo manipulador de influyentes medios de difusión. Han logrado promover nuevas medidas políticas dirigidas a estrangular la economía cubana. Son medidas que entorpecen aún más los intercambios bilaterales entre nuestros pueblos y que dificultan las relaciones de la Nación y la emigración.
Como en el pasado, tropezarán con la unidad patriótica de los cubanos y con el ideario de independencia y rebeldía en que se forjó nuestra Nación. Tropezarán también con el rechazo y el activismo de los amigos de Cuba en muchas partes del mundo, incluidos nuestras hermanas y hermanos aquí en los Estados Unidos.
Lo que en estos momentos moviliza a la Nación cubana y la tarea que concentra la atención del pueblo, es el proceso de discusión masiva y popular del proyecto de Constitución que nos proponemos adoptar a inicios del próximo año, como expresión del país que deseamos, como compromiso de continuar edificando el socialismo, con lealtad a los ideales que han acompañado la lucha por la independencia y la justicia social en nuestro país a lo largo de su historia.
Dentro de pocos días, el próximo 10 de octubre, se cumplirán 150 años de nuestro grito de independencia, cuando un grupo de patriotas cubanos, bajo la guía de Carlos Manuel de Céspedes, proclamó el inicio de la lucha armada por la independencia y por la abolición de la esclavitud.
En honor a esa fecha, en recordación de los mártires y héroes de nuestra patria, en gratitud hacia los ciudadanos de otros países que, en gesto de solidaridad, sacrificaron sus vidas en las luchas por la independencia de Cuba, entre los que se incluyeron prominentes luchadores estadounidenses, y en reconocimiento fraterno al esfuerzo extraordinario de los incansables amigos que durante todos estos años han luchado en contra del bloqueo económico, y en demanda de una política de respeto hacia Cuba, ratifico el compromiso solidario e inquebrantable de la Revolución cubana con la causa de la justicia y del derecho de los pueblos a soñar y alcanzar un mundo mejor, que es posible.
Este es nuestro saludo, porque esto es lo que hacen los mejores amigos cuando se encuentran después de mucho tiempo. O, cuando, como es nuestro caso, traen la entrañable memoria de sus padres y de los amigos de sus padres.
GRACIAS