La presión alta y ejercicio van de la mano, para bien o para mal. Lo he sabido desde hace mucho. Si una persona no hace ejercicio tiene más posibilidades de padecer presión alta, que otra que sí practica deportes.
Siempre había presumido en este blog de que yo no padecía de presión alta, pese a que en mis genes probablemente corriera agazapada la enfermedad.
Hoy me trago mis palabras. Recientemente he tenido dos episodios de presión alta. En los dos, tuve previamente estres. La primera ocasión mi presión llegó a 150; la segunda, a 128. Durante la primera vez estuve a punto del desmayo. En la segunda ocasión, solo dolor de cabeza y cansancio excesivo, al grado que tuve que suspender algunas clases de Español para Extranjero, que imparto vía online.
En ambos episodios he tenido periodos previos de no hacer ejercicio. Pero también en ambos, como he dicho, he tenido estres. De modo que la causa puede ser la falta de ejercicio o estres o ambos.
Lo que haya sido. Eso ya pasó. Toca enfrentar lo que pudiera venir.
Y lo que pudiera venir es un agravamiento de mi presión alta.
Pero sé que la presión alta y ejercicio tienen una estrecha relación: si una persona hace ejercicio puede no desarrollar la enfermedad o tardar más tiempo en que esta aparezca.
Creo que mi caso es muestra de ello. Quizá en mi edad temprana no apareció la enfermedad porque la mayor parte del tiempo he hecho ejercicio.
Ahora el asesino silencioso (como han nombrado algunos a la presión alta) se me ha aparecido a mis 58 años.
No he ido al médico, pero sé que mi presión arterial ha aumentado porque normalmente era de 100 en promedio; ahora anda en 128-118.
Tampoco estoy tomando medicamentos.
Lo que si hago ahora es haber retomado el ejercicio aeróbico. Intento que con las prácticas deportivas mi presión disminuya. También he empezado a cuidar más mi alimentación: pocas arinas, pocas gras y más frutas y verduras.
A ver qué pasa.
Les seguiré contando.