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Quizás la única inocencia -o culpabilidad, según se mire- sea haber confiado solo en los demás para andar nuestro camino, cediendo nuestro deber personal e intransferible de ser y decidir a los demás, ya sea el Estado, sus gobernantes o el colectivo de intereses creados que hay a su alrededor. Ni que decir tiene que cuando uno no ejerce el protagonismo en su vida, luego no puede reclamar que se le respete, se le entienda y que piensen por él! Da igual si, a cambio y durante demasiado tiempo, se nos han dado consejos, subvenciones y ayudas públicas a cambio -que, más tarde o más temprano, pagamos nosotros mismos-, pues el resultado a día de hoy es más que evidente! Hoy el ciudadano es el gran olvidado del Sistema y de sus gobernantes!
Si en cambio es la persona quien toma el poder de su propia vida y de sus decisiones, los condicionantes externos ya poco importan e interfieren en nuestra vida! Porque, además, los intereses esenciales de cada uno de los ciudadanos son universales, pues responden a sus derechos inapelables y auténticamente humanos, sin distinción de sexo, edad, condición u origen. Al fin y al cabo, la Humanidad desde siempre ha tenido comunes anhelos y deseos -de entrada, amor y paz-, aunque luego demasiadas veces fueran supeditados a diferentes corrientes de pensamiento, doctrinas, ideologías o religiones. Cuando el presunto -y falso- bien colectivo es decidido por los demás y se impone en nuestra vida, se pierde el derecho personal de sus integrantes…
Como en la propia vida, si las circunstancias externas y ajenas, coyunturales o estructurales cobran importancia, se impide que los valores personales y la misión vital de cada uno de nosotros pervivan, pues perdemos la libertad y, por tanto, la responsabilidad de nuestros actos y sus consecuencias! Y así, hemos aprendido a vivir una vida ajena y a ratos extraña, que nos coarta nuestra libertad y nos priva de nuestros propios sueños. Y nuestra realidad hoy no es más que un conglomerado de sueños ajenos, que algunos se obstinan en hacer prevalecer…
Empoderarse cada uno de su propia vida es el único camino para cambiar el mundo y hacerlo mejor, que no es más que convertirlo en algo realmente humano. Recobrar la sensatez, el sentido de la vida, el bien común y aunar -y compartir- las necesidades, los intereses y sueños personales es necesario ahora más que nunca. Y eso depende de cada uno de nosotros, de nadie más. Porque eso es lo que traerá consigo el cambio en las empresas, en las instituciones y en sus gobernantes, en nuestro mundo y en lo que hayamos de vivir! Tú mismo eres el cambio que requiere el mundo! Y el momento es ahora más que nunca, cuando todo se está rompiendo para dejar espacio a una nueva y mejor forma de ser, de sentir, pensar y decidir, por ti mismo… y por el bien realmente común!
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