Aunque no puede excluirse por completo esa hipótesis, sería una afrenta democrática que Mariano Rajoy haya presentado unos presupuestos en el Congreso solo con la intención de recuperar parte del terreno electoral perdido. En particular, con el objetivo de presentarse ante los ciudadanos como un presidente que cumple con la obligación constitucional del Gobierno de presentar unas cuentas públicas y, si son los otros partidos los que no las respaldan, que caiga sobre ellos la responsabilidad última. Responsabilidad, por ejemplo, de que los pensionistas no mejoren su situación, de que no suban los salarios de los empleados públicos o de que no haya dinero para las carreteras canarias.
En el caso de los pensionistas es llamativo que hasta hace menos de un mes no hubiera un euro para subir las pensiones por encima del 0,25 y de pronto hayan aparecido en la chistera de Montoro casi 5.200 millones de euros con los que calmar a los soliviantados jubilados. Si eso no es magia potagia, no imagino qué puede serlo. Seguramente confía el Gobierno en que, sí por otro acto de magia, el Congreso le aprueba las cuentas habrá conseguido que buena parte de los pensionistas beneficiados tenga presente a Rajoy en sus pensamientos electorales, que buena falta le hace. Y si no es así, que culpen al PSOE o al PNV por haberse cerrado en banda a cualquier acuerdo.
Me cuesta mucho admitir que un político de acusada tendencia a la inmovilidad como Rajoy, se haya atrevido a dar el paso de presentar estas cuentas sin contar con al menos un leve indicio de que no le supondrán un sonoro revolcón parlamentario. Si no fuera así cabe pensar que el presidente está perdiendo facultades a pasos agigantados y ya ni siquiera actúa como es costumbre en él: quedándose quieto parado. No me extrañaría que sueñe con la posibilidad de que la situación catalana se enderece - a saber cómo - y el PNV baje del monte más pronto que tarde. La formación en Cataluña de un gobierno "viable" que le permita acabar con la aplicación del 155, sería música celestial a los oídos de Rajoy. Esa opción, no obstante, parece cada vez más remota. La petición de la fiscalía alemana para que Puigdemont sea entregado a España, en donde podría ser condenado a una larga pena por rebelíón, oscurece más si cabe el panorama. Incluso quedándose preso en Alemania, la situación está lejos de despejarse aunque haya que volver a las urnas en Cataluña.
De manera que, por una suerte de carambola política, el futuro de Rajoy al frente del Gobierno de esta legislatura depende ahora de la suerte que le tengan reservada los jueces alemanes a Puigdemont. Y ni siquiera puede en este caso llamar a Merkel para que le eche un cable, tendrán que lidiar él y su partido con las consecuencias de sus acciones y, sobre todo, de sus inacciones en Cataluña. Eso sí,los efectos los volveremos a pagar los españoles, como de costumbre. Así las cosas, no me explico cómo aún hay quienes defienden que si no hay nuevos presupuestos se prorrogan los de 2017 y aquí no ha pasado nada, se sigue en el Gobierno hasta 2020. Solo proponerlo supone despreciar una regla democrática básica: si como Gobierno no tienes el apoyo de la mayoría para una ley de la importancia de los presupuestos anuales, no hay más opción que convocar elecciones por mucho que temas que las perderás. Y en el caso de Rajoy, la única opción sería volver a su despacho de registrador de la propiedad y permitir que este país avance.