Por: Carlos Prieto
Nunca me he alegrado tanto de ser el peor profeta del mundo como el 15 de mayo pasado y los días que le siguieron. En mi primera entrada en este blog me preguntaba por los motivos de que los jóvenes españoles no se indignaran. Ojo de lince, me llaman.
Algunos vaticinan que el movimiento morirá por falta de concreción, de liderazgo, de estrategia… Pero no se fíen. El Movimiento 15-M ha nacido casado con la reivindicación, y su exigencia se resume en que se escuche la voz de la ciudadanía. Se me ocurre que, como el movimiento se demuestra andando, quizá sea el momento de empezar a actuar, como si nuestros políticos ya nos escucharan, aunque no lo hagan. No hay que esperar a que nos den permiso; se trata justo de lo contrario.
Y, en concreto, ¿qué se puede hacer? Mucho, me parece. Se puede generar transparencia, no solo exigirla, estudiando, publicando y debatiendo los gastos de las administraciones públicas. Se puede promover la consulta popular, no solo reivindicarla, como hace años hizo, con éxito notable, la Red Ciudadana por la Abolición de la Deuda Externa.
También se pueden proponer, debatir, votar y aprobar ideas concretas para mejorar el entorno más cercano, como en el caso de los presupuestos participativos. Este modelo de democracia directa nació en Porto Alegre, Brasil, en 1989. En esencia consiste en abrir la decisión sobre las prioridades y la distribución del gasto municipal a la ciudadanía. Según el manual del Foro Ciudades para la Vida de Perú los principios clave de un Presupuesto Participativo son:
-unas reglas de juego claras,
-representación del conjunto de intereses de los ciudadanos, que han de poder acceder a la información relevante, incluyendo las cuentas reales),
-neutralidad de las autoridades y compromiso de cumplimiento,
-control social y rendición de cuentas…
En resumen, democracia real.
La idea original de Porto Alegre era ceder la palabra a la ciudadanía, esencialmente a la más desfavorecida, para establecer las prioridades reales de la población, dada la escasez de recursos y el número casi infinito de necesidades. Este modelo, nacido en el Sur, no solo ha sido replicado en Latinoamérica: ¡el Estado de Minnesota y la ciudad de Yokohama –entre otros– también se han apuntado! En España la idea ha triunfado principalmente en Cataluña, en Valencia y en Andalucía, aunque también en otros lugares. Sin embargo, no siempre se ha abierto espacio suficiente a la participación real y en muchos casos la experiencia es perfectible todavía.
El Movimiento 15-M ha empezado a descentralizar su trabajo en asambleas locales. ¿Por qué no echar a andar, actuar como si ya se hubiera logrado y conformar espacios de decisión sobre las auténticas prioridades de los ciudadanos? ¿Por qué no debatir si es prioritario arreglar un bache antes que remodelar por quinta vez una plaza? ¿No sería todo un ejercicio de ciudadanía establecer entre todos si preferimos darle prioridad a un centro social o a la iluminación de las fiestas patronales? ¿No es, finalmente, nuestro dinero?
Sí que lo es. Como han evidenciado los jóvenes y no tan jóvenes indignados, los políticos son los administradores a los que hemos contratado con nuestro voto; son nuestros empleados y nosotros somos el Consejo de Administración. La democracia es nuestra. Es verdad que algo ha pasado en el camino y las cosas parecen estar patas arriba. Mientras las volteamos a su posición original, empecemos a trabajar.
Fuente: blogs.elpais.com