Revista Opinión
Para cerrar un año electoral, que ha transcurrido de elecciones en elecciones y todas causando la pérdida de votos en el partido gobernante, castigado en las europeas, en Andalucía, en las locales y en Cataluña, queda el remate final de las generales del próximo diciembre, en las que el Partido Popular se juega el poder (del Gobierno) y la gloria (de presumir de una discutible recuperación económica que hace suya). Ante tamaño reto, el Gobierno conservador de Mariano Rajoy pone en marcha toda la maquinaria electoral del partido y demás instrumentos institucionales en sus manos para volver a seducir al electorado y tratar de recuperar su confianza. Cualquier cosa antes que perder el poder. Y si para ello hay que ponerse a bailar (sic), pues se baila y se dan baños de multitudes que aparentan que las otrora distantes y estiradas excelentísimas personalidades que nos gobiernan son, en realidad, asequibles y campechanas personas, como usted y yo en la boda de un primo. Claro que, interpretar lo que no se es, no deja de ser mera anécdota de una campaña a cara de perro, nervios a flor de piel y manipulaciones en todo lo que sirva de propaganda. Incluido los Presupuestos Generales del Estado del próximo año.
Por de pronto, el Gobierno ha adelantado la elaboración y aprobación de las cuentas del Estado para poder utilizarlas como reclamo electoral y ocultar lo evidente: que el Gobierno se ha pasado la legislatura empobreciendo a los ciudadanos y recortando, cuando no eliminando, todo gasto social. No es la primera vez que este Gobierno del Partido Popular utiliza los Presupuestos como arma electoral. En 2012, en vez de adelantar su aprobación como acaba de hacer este año, la retrasó tres meses para que no perjudicar a su partido, en las elecciones andaluzas, con las fuertes medidas de “austeridad” que figuraban en aquel Presupuesto. La primera medida económica de este Gobierno consistió en ocultar sus intenciones de liquidación del Estado de Bienestar, y la última ha sido la de hipotecar el margen de maniobra del nuevo Gobierno que surja de las urnas en diciembre con un Presupuesto ya aprobado que no se lo cree ni Bruselas.
Y es que los incumplimientos de los objetivos del déficit en las cuentas del Estado, durante esta legislatura del Gobierno del Partido Popular, han sido la tónica y tienen en alerta a la Unión Europea. A pesar de lo pactado, 2012 se cerró con un déficit mayor de lo acordado (6,7% sobre 5,8 %), en 2013 sucedió lo mismo (6,58 % frente al 4,5 %), en 2014 tampoco se cumplió (5,78% en vez del 5,5%) y en 2015 se espera un nuevo incumplimiento sobre lo acordado del 4,2%. Así que, para 2016, nadie se cree las cuentas, por lo que las autoridades europeas advierten al Gobierno de la necesidad de “actualizar” las cuentas para que se ajusten a lo pactado; es decir, volver a los “ajustes” y “recortes” para intentar cuadrar ingresos y gastos conforme a las “indicaciones” de Bruselas. Por muchas promesas de “recuperación” económica que se hagan, simulacros de subidas de sueldo (del 1 % a los empleados públicos), devolución “en diferido” (fraccionada) de la paga extra sustraída a los funcionarios y otras milongas, la verdad es que el Gobierno manipula los Presupuestos a su antojo y conveniencia.
Queda por ver si, tras esta burda utilización propagandística de las cuentas públicas, el resultado satisface a los intereses del Partido Popular como ellos confían. Los precedentes son inquietantes. Si retrasar los Presupuestos no sirvió para ganar en Andalucía, adelantarlos ahora puede que no consiga que los conservadores se mantengan en el Poder. Y ello desata los nervios y las ocurrencias a la desesperada.
La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, acude a bailar a un programa satírico de la televisión, el presidente Rajoy se lanza a inaugurar cuantas carreteras y vías de tren sean posibles, estén ya en uso o no, y a conceder entrevistas y acercarse a cualquier micrófono que se le ponga a tiro, tan reacio como era él a estas inmersiones mediáticas, y hasta organizar actos electoralistas en las instalaciones del Congreso de los Diputados, con tirador de cerveza incluido para sus sedientas señorías. Y todo ello sin que todavía haya comenzado oficialmente la campaña electoral.
Bruselas arremete contra unos Presupuestos inviables mientras la descomposición del Partido Popular, aquejado del mal de la corrupción en las propias entrañas de Génova (sede nacional del partido, donde tenía despacho, secretaria y chóferLuis Bárcenas como gerente y tesorero), provoca el “fuego amigo” de los que dejan de ser “una piña” para empezar a distanciarse y “quejarse” de la falta de liderazgo e ideas. El primero de ellos José María Aznar, expresidente del Gobierno y presidente de honor del partido, que no hace más que cuestionar la labor de su designado a dedo, Martiano Rajoy. Y detrás de él, todos los que se huelen la hecatombe y temen perder sus poltronas, como Esperanza Aguirre y los que el ministro Cristóbal Montoro señala al afirmar que “hay compañeros míos que se avergüenzan de ser del PP”.
Pero que un partido pierda apoyo popular y, por ende, abandone el poder es consustancial a la democracia y la alternancia en el Gobierno. Lo grave es cuando ese partido, con tal de afianzarse en el poder, pierde el rigor y la credibilidad a la hora de administrar los recursos públicos y las instituciones del Estado para convertirlos en instrumentos propagandísticos con fines partidistas y sectoriales. Y eso es lo que está haciendo en Partido Popular con los Presupuestos Generales del Estado, cuya aprobación por adelantado se debe a cálculos electorales antes que en beneficio del interés general, y la utilización del Congreso de los Diputados como tablao para un mitin.
Si con estas torpes y burdas iniciativas piensa el Gobierno que va a convencer a los parados, a los trabajadores en precario, a los pensionistas, a los sanitarios, a los maestros, a los del mundo de la cultura, a los estudiantes, a las mujeres que a punto estuvieron de ser condenadas por abortar, a los empleados públicos y, en general, a toda la población que ni es empresaria ni banquera, está aviado. A ninguno de ellos ha llegado la voceada recuperación de la que se vanaglorian estos gobernantes y siguen sufriendo las carencias de una política de austeridad que los ha empobrecido innecesariamente. Hacen falta algo más que bailecitos y promesas de holguras con cuentagotas para demostrar que se va a aplicar otra política más social y justa. Eso no se lo cree ya nadie. Ni Bruselas.