Revista Cine
El otro día hablábamos en Taller Audiovisual, del hecho de que a veces es mejor no dar explicaciones. Resultaba inconcebible que una materia que estudia el lenguaje audiovisual, con la ficción cinematográfica como excusa, no hiciese lugar para esa incertidumbre tan típica de cualquier forma de arte. Pero es entendible que si uno quiere dominar un lenguaje pueda ser capaz de justificar lo que hace desde el lenguaje mismo. Este jueves hacemos una "puesta en escena"; nuestras decisiones actorales, escenográficas, de iluminación y de vestuario, deberán estar fundamentadas, en principio dramáticamente. Después el resto siempre se puede ver, aunque la discusión (a la que se hará referencia en la crítica a continuación) no esté cerrada.
Una de las ideas detrás de este escrito de una de las películas de las que más se ha hablado a nivel mundial últimamente (y que se presentó aquí en el último BAFICI) es, quizá, el hecho de que su director es uno de los pocos que basa su cine en las interrogaciones y en no dar explicaciones, y sin embargo, parece capaz de justificar las decisiones -de todo tipo- que llevan a esta falta de explicaciones dentro de la misma película que no las da. Es decir, una película en la que no hay respuestas pero, de alguna extraña manera, tampoco aparecen dudas. Pero cuidado, que el planteo es tan claro y está tan bien desarrollado que se cruzan mil cosas por nuestra cabeza una vez concluído el espectáculo. Algo de buen cine hay ahí: cine con propósito, con ambición y sentido. Cine que va más allá del cine, o no sé; cine que cierra aún cuando nos damos cuenta que no cierra para nada. Es posible esto?
La crítica de "La cinta blanca" (dedicada, una vez más, al compañero, amigo y acompañante cinematográfico -que no va al BAFICI- Agus Castelli), a continuación.
"La cinta blanca"
Michael Haneke sigue haciendo las mismas preguntas. El contexto, las personas involucrada en las historias que cuenta, no importan; o al menos no tanto como lo que yace detrás de ellas. Podemos fácilmente descubrir esto si tratamos de leer el guión de "La cinta blanca", una historia original de Haneke que es relatada, desde el comienzo, por la voz en off de un profesor. Eventualmente nos damos cuenta de que este profesor es parte de la historia, pero ni siquiera la recuerda bien. Podríamos imaginar cualquier otro tipo de detalles si las imágenes no fueran las que vemos en la pantalla y nos quedáramos sólo con el relato narrado.
Hay una pequeña aldea, aparentemente normal y funcional, en la que de repente empiezan a ocurrir accidentes extraños. Eso es todo lo que necesitamos saber de la trama de la última aventura de Haneke: una aventura para él, filmarla; una aventura para el espectador, experimentarla. Una aventura muy particular que no tiene ningún elemento que podríamos identificar con la palabra 'aventura' en cine. Pero siempre es lindo recordar que el cine mismo es una aventura, y que eso está antes que cualquier definición de género.
Con absolutamente nada de música y con una hermosa, clásica fotografía en blanco y negro (gracias Christian Berger, por proveer un trabajo que no necesitamos detallar en palabras porque simplemente está allí), Haneke despliega su estrategia cinematográfica. La estrategia tiene que ver, naturalmente, con las preguntas que hará. Lo que es importante es que es cinematográfica. Espectadores, críticos, la gente en general ha estado discutiendo siempre lo mismo: cómo los realizadores dejan al público en estado de incertidumbre, sin poder entender algunas cosas cuando un film ha terminado. Por qué este personaje hizo eso? Por qué ese personaje dijo lo otro? Por qué este otro dejó esa cosa en ese lugar?
Hay directores que siempre han ofrecido más preguntas que respuestas, aportando una manera de filmar y un retrato de personajes que justificaban el 'no saber'. Pienso en el Richard Kelly de "Donnie Darko", o gran parte de David Lynch. Estos autores no solo hablan de muchas cosas, también intentan distorsionar la vida; la naturaleza de las cosas como las conocemos. Me refiero a que estos son los tipos a los que no les deberíamos preguntar "por qué pusiste la rosa roja en ese cajón?" o ese tipo de preguntas que probablemente no puedan responder. La eterna discusión esbozada arriba también tiene que ver con el hecho de que no podemos pretender que un director controle cada decisión y aspecto visual de un film.
Sin embargo, y aunque puede que esto no sea cierto, Haneke siempre parece estar en control. Esto se relaciona con que el mundo que retrata jamás puede hacer que el espectador ponga en duda aquello que conocemos como verosimilitud. La aldea de "La cinta blanca" es un lugar posible porque su modo básico de funcionamiento y la gente que lo hace funcionar son las cosas que hacen funcionar a cualquier aldea pequeña, con un sistema que aún se ve en muchas partes del mundo hoy en día, más allá del desarrollo técnico/tecnológico. Hay un Barón (un terrateniente) y su mujer, un Pastor y su mujer y familia, un Doctor y su familia, hay un Administrador, hay un colegio y un Profesor. Sí, como dije y como ocurre con cualquier historia, pasan cosas. Pero dejo el desarrollo para el disfrute del espectador.
Déjenme decir simplemente que admiro "La cinta blanca" por varias razones, que tienen que ver con lo mismo. Si meditamos por un segundo, Haneke nos está hablando sobre los sentimientos y las cosas más básicas en la vida, aquellas que vienen del núcleo de las relaciones humanas y que los niños pueden entender y explicar en una temprana etapa de sus vidas (no es casual que muchos de los personajes -algunos muy importantes- del film sean niños). Pero hace esto con tanto rigor y dominio del lenguaje cinematográfico que todo adquiere una nueva dimensión.
Uno nunca podrá cuestionar que "La cinta blanca" pertenece a un alto nivel de películas que tendemos a relacionar con el arte, o lo que fuera...está diseñada de ese modo. Y dentro de ese diseño, entre los misterios que flotan alrededor de cada plano perfectamente compuesto, entendemos. El final llega y la comprensión llega junto a éste como una aparición enorme; engrandecida por la experiencia de la (una) película. Michael Haneke (a quien considero, como podrán percibir, un realizador muy generoso) sigue haciendo las mismas preguntas, sin ofrecer respuestas acerca de un (nuestro) mundo que a veces encuentra sus representaciones más complejas enredadas con lo que es más simle y puro.
Puede que las preguntas esta vuelta suenen un poco más como afirmaciones. No declaraciones definitivas, pero sí advertencias. Y yo creo (o me estaría contradiciendo, y a mi reseña) que estas advertencias también se encuentran en el nivel de las cosas básicas, y son pocas. Sí, claro que teníamos nuestras sospechas, pero percatarnos de ello de este modo lo hace resonante, poderoso...completamente insoportable.
---8? 9? 10? Qué dice Agus? Qué dicen Sospechosos?
Una de las ideas detrás de este escrito de una de las películas de las que más se ha hablado a nivel mundial últimamente (y que se presentó aquí en el último BAFICI) es, quizá, el hecho de que su director es uno de los pocos que basa su cine en las interrogaciones y en no dar explicaciones, y sin embargo, parece capaz de justificar las decisiones -de todo tipo- que llevan a esta falta de explicaciones dentro de la misma película que no las da. Es decir, una película en la que no hay respuestas pero, de alguna extraña manera, tampoco aparecen dudas. Pero cuidado, que el planteo es tan claro y está tan bien desarrollado que se cruzan mil cosas por nuestra cabeza una vez concluído el espectáculo. Algo de buen cine hay ahí: cine con propósito, con ambición y sentido. Cine que va más allá del cine, o no sé; cine que cierra aún cuando nos damos cuenta que no cierra para nada. Es posible esto?
La crítica de "La cinta blanca" (dedicada, una vez más, al compañero, amigo y acompañante cinematográfico -que no va al BAFICI- Agus Castelli), a continuación.
"La cinta blanca"
Michael Haneke sigue haciendo las mismas preguntas. El contexto, las personas involucrada en las historias que cuenta, no importan; o al menos no tanto como lo que yace detrás de ellas. Podemos fácilmente descubrir esto si tratamos de leer el guión de "La cinta blanca", una historia original de Haneke que es relatada, desde el comienzo, por la voz en off de un profesor. Eventualmente nos damos cuenta de que este profesor es parte de la historia, pero ni siquiera la recuerda bien. Podríamos imaginar cualquier otro tipo de detalles si las imágenes no fueran las que vemos en la pantalla y nos quedáramos sólo con el relato narrado.
Hay una pequeña aldea, aparentemente normal y funcional, en la que de repente empiezan a ocurrir accidentes extraños. Eso es todo lo que necesitamos saber de la trama de la última aventura de Haneke: una aventura para él, filmarla; una aventura para el espectador, experimentarla. Una aventura muy particular que no tiene ningún elemento que podríamos identificar con la palabra 'aventura' en cine. Pero siempre es lindo recordar que el cine mismo es una aventura, y que eso está antes que cualquier definición de género.
Con absolutamente nada de música y con una hermosa, clásica fotografía en blanco y negro (gracias Christian Berger, por proveer un trabajo que no necesitamos detallar en palabras porque simplemente está allí), Haneke despliega su estrategia cinematográfica. La estrategia tiene que ver, naturalmente, con las preguntas que hará. Lo que es importante es que es cinematográfica. Espectadores, críticos, la gente en general ha estado discutiendo siempre lo mismo: cómo los realizadores dejan al público en estado de incertidumbre, sin poder entender algunas cosas cuando un film ha terminado. Por qué este personaje hizo eso? Por qué ese personaje dijo lo otro? Por qué este otro dejó esa cosa en ese lugar?
Hay directores que siempre han ofrecido más preguntas que respuestas, aportando una manera de filmar y un retrato de personajes que justificaban el 'no saber'. Pienso en el Richard Kelly de "Donnie Darko", o gran parte de David Lynch. Estos autores no solo hablan de muchas cosas, también intentan distorsionar la vida; la naturaleza de las cosas como las conocemos. Me refiero a que estos son los tipos a los que no les deberíamos preguntar "por qué pusiste la rosa roja en ese cajón?" o ese tipo de preguntas que probablemente no puedan responder. La eterna discusión esbozada arriba también tiene que ver con el hecho de que no podemos pretender que un director controle cada decisión y aspecto visual de un film.
Sin embargo, y aunque puede que esto no sea cierto, Haneke siempre parece estar en control. Esto se relaciona con que el mundo que retrata jamás puede hacer que el espectador ponga en duda aquello que conocemos como verosimilitud. La aldea de "La cinta blanca" es un lugar posible porque su modo básico de funcionamiento y la gente que lo hace funcionar son las cosas que hacen funcionar a cualquier aldea pequeña, con un sistema que aún se ve en muchas partes del mundo hoy en día, más allá del desarrollo técnico/tecnológico. Hay un Barón (un terrateniente) y su mujer, un Pastor y su mujer y familia, un Doctor y su familia, hay un Administrador, hay un colegio y un Profesor. Sí, como dije y como ocurre con cualquier historia, pasan cosas. Pero dejo el desarrollo para el disfrute del espectador.
Déjenme decir simplemente que admiro "La cinta blanca" por varias razones, que tienen que ver con lo mismo. Si meditamos por un segundo, Haneke nos está hablando sobre los sentimientos y las cosas más básicas en la vida, aquellas que vienen del núcleo de las relaciones humanas y que los niños pueden entender y explicar en una temprana etapa de sus vidas (no es casual que muchos de los personajes -algunos muy importantes- del film sean niños). Pero hace esto con tanto rigor y dominio del lenguaje cinematográfico que todo adquiere una nueva dimensión.
Uno nunca podrá cuestionar que "La cinta blanca" pertenece a un alto nivel de películas que tendemos a relacionar con el arte, o lo que fuera...está diseñada de ese modo. Y dentro de ese diseño, entre los misterios que flotan alrededor de cada plano perfectamente compuesto, entendemos. El final llega y la comprensión llega junto a éste como una aparición enorme; engrandecida por la experiencia de la (una) película. Michael Haneke (a quien considero, como podrán percibir, un realizador muy generoso) sigue haciendo las mismas preguntas, sin ofrecer respuestas acerca de un (nuestro) mundo que a veces encuentra sus representaciones más complejas enredadas con lo que es más simle y puro.
Puede que las preguntas esta vuelta suenen un poco más como afirmaciones. No declaraciones definitivas, pero sí advertencias. Y yo creo (o me estaría contradiciendo, y a mi reseña) que estas advertencias también se encuentran en el nivel de las cosas básicas, y son pocas. Sí, claro que teníamos nuestras sospechas, pero percatarnos de ello de este modo lo hace resonante, poderoso...completamente insoportable.
---8? 9? 10? Qué dice Agus? Qué dicen Sospechosos?